Algunos datos sobre Iquitos
Ubicada en el corazón de la selva nororiental de Perú, Iquitos es una ciudad de alrededor de 450 habitantes conectada al resto del mundo solamente por vías fluvial y aerea. Cuentan las leyendas que muchos hombres, nada más llegar a Iquitos, echaban a perder su soltería por el cariño de las mujeres de allá.
Son muchas las razones para quedarse en Iquitos, primero porque es una ciudad que en sólo cuatro horas de viaje pasas de la agitación de su vida urbana a la salvaje naturaleza de la selva del Amazonas.
Este es el viaje de Ambra, chica italiana de 23 años, a través de las maravillas de Perú y de la Selva. Una experiencia conmovedora y una reflexión sobre lo que de verdad importa en la vida.
-¿Como te organizaste para viajar a la Selva del Amazonas?
Organicé casi todo el viaje en Italia. Leí experiencias de gente que había visitado la Selva y me puse en contacto con la agencia Selvaventura Jungle Trips, un grupo de nativos que acompañan y ayudan los turistas a descubrir y a disfrutar de las maravillas de ese sitio. Me recogieron en el aeropuerto de Iquitos y subimos a un barco para adentrarnos en la Selva. Recuerdo que conseguí llamar a mi padre y le dije emocionada: “Papá justo ahora estoy cruzando el Río Amazonas!”
Si de niña me hubiesen dicho que algún día habría podido bañarme en sus aguas, no me lo habría creído.
-¿Cómo es la vida en la Selva? ¿Y cómo es la relación entre los nativos y los turistas?
No todos los nativos viven de la misma manera: hay grupos que están totalmente aislados de cualquier forma de tecnología y modernidad, con una cultura que ha quedado intacta, igual que antes de la colonización española. Y luego hay otros (por ejemplo aquel en el que estuve yo) que viven principalmente del turismo. Esto explica por qué están muy acostumbrados a involucrarnos en sus vidas diarias, y por qué tienen algunas formas de nuestra tecnologia. Parece raro, pero con Michael, el chico que nos hizo de guía, sigo todavía en contacto por Whatsapp y por Facebook. De todas formas queda claro que ellos tienen una relación mucho más directa con la Selva de la que tuvimos nosotros, porque ellos conocen todas las plantas y los animales que viven allí.
-¿Qué sensación experimentaste viviendo en contacto tan directo con la naturaleza?
De bastarme por mí misma. Comíamos lo que pescábamos, nos refrescábamos bebiendo de la lluvia. Me di cuenta de cuánto nuestra sociedad “moderna”, para poder conservarse y seguir creciendo, ha tenido que crearnos necesidades. Necesidades que en realidad no tenemos! Yo en la Selva había renunciado a muchas cosas que en Italia creía indispensables, y me di cuenta de que no eran indispensables para nada! Había encontrado una felicidad pura. Una felicidad que no dependía de otras cosas a parte del canto de los pájaros, del sonido del Río y de la puesta del sol. También me emocioné el segundo día. Estaba en el barco contemplando la puesta del sol más hermosa que jamás había visto, y lloré. Reconozco haberlo pensado, quedarme allí.
-¿Qué tendrías que hacer si decidieras realmente mudarte en la Selva?
Primero me quedaría muy tranquila, porque en realidad es sencillo mudarse allí. Michael me contó otros casos de gente europea que decide vivir allí por unos años. Simplemente, te vas al Ayuntamiento, compras una o dos hectáreas de tierra y empiezas a construir tu nuevo hogar.
En vez, imagina que las personas que has conocido en la Selva te dijeran que tienen planeado mudarse en Italia. ¿Cómo te imaginarías sus vidas aquí?
Mientras estaba allí yo también pensé en ello. Como tenemos más o menos la misma edad, trataba de imaginarme Michel en Italia y no lo lograba. La verdad es que se habría muerto por dentro.
¿Qué quieres decir? ¿Entonces nosotros, como vivimos en Italia, también estamos muertos?
Nosotros estamos acostumbrados a morir por dentro. Para estar más vivos tendríamos que tener muchas menos cosas y en su lugar estar más celosos de nosotros mismos.