GLOBAL. Un bebé se emociona cuando su madre comienza a cantar una canción y surgen algunas preguntas: ¿Puede un bebé sentir una catarsis emocional producida por la música? ¿Es el vínculo con su madre lo que realmente le emociona?

A través de un desgarrador poema de amor, Neil Hilborn retrata el trastorno obsesivo compulsivo que padece. Su brillante puesta en escena muestra conductas repetitivas asociadas a su enfermedad, en parte reales y en parte dramatizadas, para dar vida a su personaje en el escenario. El tema del poema se centra en cómo esta enfermedad afecta a su vida diaria y en particular a su relación sentimental.

Angelo Merendino fotografió a su mujer, Jennifer, en la dura batalla contra el cáncer de mama. Una colección gráfica en la que podemos ver el avance de la enfermedad hasta que Jennifer falleció. El vídeo Jen and me, muestra los 4 años de lucha de esta pareja a través del amor.

Cada día se suben miles de vídeos a YouTube, pero sólo unos cuántos consiguen ser virales. Estos vídeos virales provocan las emociones que nos activan y cuanto más lo hacen, más se propagan. Las emociones que tienen esa capacidad de activarnos, como el entusiasmo o el enfado, despiertan nuestro interés en compartir. Por el contrario, la satisfacción o la tristeza son emociones que desencadenan menor activación.

Las razones que nos llevan a compartir algo, están en relación con las emociones que nos provocan, la búsqueda de reconocimiento social, el deseo de aceptación, sentirse parte de una historia o ayudar a los demás. Además, solemos estar más dispuestos a compartir aquello que nos activa emocionalmente de forma positiva.

Los temas que nos interesan están relacionados con el conocimiento del ser humano, el amor, la muerte, la superación o la supervivencia, nos estimulan emocionalmente. Según Johna Berger, profesor de la escuela Wharton en la Universidad de Pennsylvania y autor de Contagious, why things catch on, las claves para determinar si un vídeo conseguirá tener una transmisión social contagiosa, están en el estudio psicológico del comportamiento social que nos provocan dichas emociones.

Según Delia Rodríguez, periodista y autora de Memecracia, los virales que nos gobiernan, usamos la parte emocional de nuestro cerebro para seleccionar el contenido que circula en internet. Ante la enorme cantidad de información, filtramos aquello que nuestras emociones reconocen y está relacionado con los instintos básicos del ser humano. Hoy día sabemos que los vídeos de gatos, famosos por su éxito en internet, liberan oxitocina o también llamada “hormona del amor”. Esta hormona promueve la unión entre la madre y el bebé, juega un papel fundamental en las relaciones sexuales, y en la memoria social, pues ayuda a reconocernos.

En humanos, la oxitocina actúa en la disminución del estrés, las fobias, la ansiedad y en algunas enfermedades, como la esquizofrenia o el autismo. La liberación de oxitocina induce al relajamiento, reduce la presión arterial, se asocia con efectos ansiolíticos, estimula las relaciones sociales, la confianza y la generosidad. El estudio de esta hormona en el campo de la neurología se está aplicando al tratamiento de enfermedades como el autismo, pero también en materia de neuro-economía y marketing social por su relación con la generación de confianza y la estimulación de relaciones sociales.

En los tres vídeos nos encontramos con el amor como eje central, uno de los temas universales de interés. Podemos decir incluso que tienen una relación temática con los propios efectos de la hormona: Las relaciones madre-bebé y la pareja. La superación y/o aceptación emocional de una enfermedad que nos pone en peligro, la muerte como parte de nuestra vida, también están presentes en estos vídeos que están entre 1 y 21 millones de visitas. Los tres vídeos generan emociones cercanas a la ternura, entusiasmo, empatía y solidaridad, haciendo que lo compartamos de inmediato y se extienda como un virus.