ESPAÑA. Es palpable la reacción en las calles ante la situación de retroceso que la nueva Ley del aborto podría suponer en caso de que llegase intacta al Congreso. Una Ley que frena un aborto libre, y que supedita la interrupción del embarazo a la decisión de médicos y psicólogos. Unas medidas que no dan lugar a segundas lecturas y que constituyen un arrebato de los derechos de las mujeres sobre su vida y su cuerpo.
¿Cómo pueden las mujeres españolas dar su visto bueno a esta nueva Ley? Es complicado encontrar aprobación para un escenario que criminaliza y defiende con ahínco los derechos de los no-natos antes que los de las propias mujeres.
La mujer lleva una larga lucha para alcanzar la igualdad y ver reconocidos sus derechos, pero la futura Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, nos dice que la clase gobernante quiere llevarse de un plumazo lo que lleva años peleándose: que la mujer es igual que el hombre, que es independiente y es libre para tomar sus decisiones.
El aborto, al igual que el embarazo, es única y exclusivamente una decisión personal. Corresponde a la mujer, en primera estancia, decidir si seguir o no adelante. El embarazo puede ser lo más bonito, lo más esperado o sin duda el objetivo común de una feliz pareja. Pero también puede ser una grave error o un acontecimiento no deseado. El reloj social marca hoy nuevos ritmos, difíciles de seguir con hijos al cargo. Son tan conocidos que no haría falta ni decirlos, pero enunciémoslos una vez más para demostrar lo evidente: un desempleo salvaje que afecta al 26% de la población, inestabilidad laboral, sueldos a la baja, precios astronómicos de la vivienda… ¿Es este un escenario óptimo para formar una familia?
¿Una lástima? Por supuesto. Una sociedad que retrocede es aquella que genera peores condiciones para que el ser humano vea satisfechos sus derechos básicos. Y ahí es dónde nos encontramos.
Las calles, en consecuencia, se llenan de lemas y proclamas. Y aún queda mucho por ver. Las mujeres, da igual su edad, se echan a las calles para defender lo que es suyo: su derecho a decidir. El feminismo cobra fuerza de nuevo. Aviva los sentimientos de las que han sufrido el machismo de la sociedad española, de las que lucharon por la igualdad o de las que han vivido bajo el paragüas de la educación igualitaria y disfrutan de una liberación sexual a la que no piensan renunciar.
Ante este drama social, la movilización empieza a ser palpable. Lemas como “Derecho a decidir”, “Fuera vuestro rosarios de nuestros ovarios” o “Fuera curas y jueces de mi cuerpo”, dan voz a la mujer. Nos encontramos ante un repunte del feminismo. Lo demuestran las acciones de FEMEN o la viralidad de verdaderos manifiestos feministas en las redes, como el que ha tenido este post de una joven de Pontevedra hace tan sólo unos días.
Sin embargo, esta lucha no tarea exclusiva de las mujeres. No debemos permitirnos caer en única perspectiva y entender que es toda la sociedad la que debe demostrar que los seres humanos somos libres y que los derechos alcanzados no pueden ser arrebatados.