MADRID, ESPAÑA. Ningún arquitecto, cuando diseña y crea un edificio, imagina que algún día pueda quedar abandonado, vacío y sin nadie que lo transite. El fotógrafo Óscar Carrasco ha querido mostrar en su exposición Madrid OFF un Madrid oculto, un territorio paralelo, una topografía compuesta por diferentes tipologías arquitectónicas, tanto civiles como religiosas, cultas o populares, históricas y contemporáneas, que conforman un particular catálogo que puede leerse como una única ruina contemporánea, un espejismo temporal de ese otro Madrid, a orillas de la prosperidad, desprovisto de tránsito y espectadores, donde el tiempo persevera y el paisaje emerge.
Se descubre la belleza de la ruina, la nostalgia y el paso del tiempo, ya sea en pueblos abandonados, como Aldehuela y Polvoranca, en los asépticos espacios de la fábrica Gal y el Instituto de Medicina Molecular, o en las huellas de la historia, como en el monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias y en el bunker del capricho, entre otros.
¿Cómo ha sido su experiencia al realizar este trabajo?
Óscar Carrasco: Ha sido una experiencia inolvidable y muy intensa emocionalmente, tanto en la etapa de documentación como en la realización. El apoyo institucional ha sido fundamental en la consecución de este proyecto. Desde el principio tuve un apoyo incondicional de la Subdirección General para la promoción de las Bellas Artes, a pesar de los grandes obstáculos que encontramos en el camino y a pesar de no ser precisamente un proyecto políticamente correcto.
Es preciso decir que durante mi trayectoria anterior todas mis solicitudes de acceso apenas llegaban a buen puerto y se perdían en la maraña de la burocracia. O no surgía esa sinergia para que los propietarios colaboraran o eran claves de alguna especulación o bien ponían de relieve la inoperancia en materia de gestión del patrimonio. Así que era fundamental ese componente de desobediencia civil y buscar otras alternativas para acceder. Efectivamente muchas de las localizaciones que pueden verse en mi trayectoria ya no permanecen entre nosotros.
En definitiva, Madrid OFF me ha dado la oportunidad de no dispersarme y centrarme en un territorio concreto, y por supuesto de acceder legalmente a todas las localizaciones, consiguiendo así un trabajo más reflexivo y cartográfico.
¿Qué idea tiene ahora de las ruinas de la capital?
Esta muestra es tan solo la punta del iceberg de todo ese patrimonio fantasma que continúa olvidado no solo en la periferia y en las zonas rurales, también en el mismo centro de las ciudades de la Comunidad, formando parte de ese decorado invisible que el progreso niega y maquilla.
Con Madrid OFF quería conformar algo así como un territorio paralelo, un Madrid B. En la muestra encontramos 24 localizaciones selectas, una multiplicidad de arquitecturas, tipologías y épocas; así que cada una requeriría un análisis concreto sobre su condición actual. Algunas están ya en un estado de ruina avanzada, otras sencillamente son lugares en desuso, fuera del tejido de la ciudad, en algunos casos víctimas de ese capitalismo salvaje que acumula excedentes y que ha ido transformando el entorno sin escrúpulo. La mayoría, en mayor o menor medida, se encuentran ante un futuro incierto.
También hay ausencias notables en la muestra, cómo no. Lugares fascinantes que permanecen en el ostracismo y a los que me hubiera encantado acceder como el Teatro Albéniz, el cine Bogart, el metro fantasma de Arroyo del fresno, el Palacio de la Finca Vista Alegre o el Fronton Beti Jai, por poner algunos ejemplos.
Aún es posible rehabilitar algunos de estos espacios o resignificarlos. Ese quizá sea el mensaje de esperanza que creo tan bien representa La Tabacalera u otros centros sociales autogestionados que en ese paréntesis de incertidumbre reactivan estos territorios de todos y de nadie.
¿Cuál ha sido la que más le ha llamado la atención? ¿Por qué?
Las que más me han conmovido son aquellas que están al borde del colapso. Trabajar con esa advertencia, sentir la fragilidad de los cimientos, el peso de la historia al borde de la desaparición, es como un ahora o nunca, la última oportunidad para darles una despedida honorable antes de sucumban. Ejemplos en esta muestra son la Ermita de Polvoranca o el Club Alpino de Guadarrama. O la cárcel de mujeres de Alcalá de Henares, su sonido, sus haces de luz, su pabellón colonizado por palomas me dejó también una huella indeleble.
¿Cómo compararía las ruinas españolas con las que ha fotografiado en el extranjero?
Los lugares abandonados son sin duda territorios catárticos. Reaccionamos ante la ruina, la exploramos, al sobrevivirla genera grandes emociones, niega nuestra idea de lo eterno, evoca nuestras contradicciones y miedos más atávicos. Al margen de una actitud pacífica, contemplativa, hay muchos otros que no respetan ese ritual, que gustan de descargar la ira, de tumbar los muros, de quemar, de firmar hasta el último centímetro. Supongo que habrá ciertos factores antropológicos que condicionan esta actitud.
Según mi experiencia, España es uno de los países donde los lugares abandonados accesibles persisten en peores condiciones. La capacidad destructiva que algunos ostentan ante el abandono es algo universal, pero aquí esa actitud es muy virulenta. Esto me hizo pronto levantar la mirada y viajar a otros países europeos donde se convive más respetuosamente con la ruina y es más posible hallar lugares detenidos en el tiempo.
Esta es la razón principal por la que muchos aficionados a estos lugares, ya sean parapsicólogos, exploradores urbanos, etc., son muy celosos a la hora de compartir localizaciones poco conocidas, aunque esa actitud romántica poco pueda hacer para preservarlas de lo inevitable. Al fin y al cabo. son manzanas podridas en mitad del progreso, y las hormiguitas humanas captan rápido ese olor a deshabitado y a inmundicia.
Si bien en muchas ocasiones he llegado demasiado tarde, también me interesa plasmar el proceso de esa descomposición del paisaje de la mano del hombre, mucho más precipitada que la entropía, que el declive natural por el paso del tiempo. Esta decadencia acelerada la pude experimentar en diferentes visitas a la Cárcel de Carabanchel, como si fuera el timelapse de una gran bestia esquilmada y desfigurada día a día por la civilización.
¿Ha tenido alguna intención además de la estética con la exposición de las fotografías?
Hay una lectura caleidoscópica, una visión dual que aúna tanto concepto como forma. La experiencia estética es para mí esencial, un vehículo emocional que nos lleva a reactivar la mirada, tan anestesiada ya en esta era de la imagen y la sobreinformación.
Fundamentalmente es una visión de autor en torno a la ruina contemporánea. Una dialéctica fotografía-arquitectura que genera una fricción entre realidad y ficción produciendo así una sensación de extrañamiento. Atmósferas inquietantes y oníricas que intento sublimar a través del equilibrio, del color, de una luz lírica y una óptica distinta.
Obviamente hay un posicionamiento crítico ante el entorno, ante el desarrollo vertiginoso de la ciudad contemporánea, cada vez más aséptica y desarraigada, mas desconectada con la memoria colectiva.
Son obras abiertas, cada una con su propio potencial narrativo, que generan un diálogo con el espectador. Sumergirse en la belleza del declive y sus misterios y a la vez fomentar la investigación en torno a la memoria.
¿Fotografía solo? ¿Por qué?
Para mí es fundamental recorrer minuciosamente las localizaciones antes de fotografiarlas. Es una experiencia única e íntima. En soledad se hace mucho más sensitiva, es como recorrer un campo existencial lleno de metáforas y de preguntas. Por razones técnicas, en ocasiones cuento con ayuda para el transporte y la realización de la toma. Pero dado que en trabajos anteriores a menudo el acceso se realizaba sin permiso, el silencio era un gran aliado y la soledad ayudaba para estar alerta y camuflarme en el momento preciso.
¿Se ha imaginado las historias del lugar al fotografiarlo?
Por su puesto, especialmente cuando examino el lugar en una primera visita y me mimetizo con la atmósfera y el espacio. Es entonces cuando dejas volar la imaginación y siente esa nostalgia de algo no vivido. Luego, cuando comienzo a fotografiar, me abstraigo completamente y me concentro en la experiencia estética.
Es curioso que en ocasiones la leyenda se confunde con el acervo histórico. Internet hace mucho por ir entrelazando realidad y ficción, como un espejo de un espejo que va disipando las fuentes de información. A veces una llega a ciertos lugares sin saber bien discernir la magia del hecho histórico.
Su trabajo se basa en fotografiar espacios abandonados. Sin embargo, en la fotografía Inhóspita 9 de 2008, no he podido evitar observar a un hombre en una bañera. ¿Por qué está ahí? ¿Quién es?
Es un retrato que realicé en Beelitz, a las afueras de Berlín, en uno de los complejos hospitalarios más grandes de Europa en su época y un punto estratégico durante la II Guerra Mundial. Es efectivamente la excepción, un capricho, quizás un guiño cinematográfico, la única obra en esta línea de trabajo donde se escenifica la toma y hay una presencia física.
Efectivamente en esta línea de trabajo la presencia humana hubiera sido tan solo una interferencia, ya que la construcción en sí, los vestigios que quedan, los graffitis, los actos vandálicos, la basura, todos son señas, información residual del ser humano. La no figuración es necesaria para conmemorar nuestra vanidad y nuestro fracaso ante el paso del tiempo, para poner de relieve las pulsaciones creativas de la naturaleza, la descomposición del paisaje.
¿Podría dar algún consejo para las nuevas generaciones de fotógrafos?
Pues es difícil dar consejos en este contexto donde la cultura parece también una ruina en progreso. La crisis está haciendo estragos y apenas hay soporte oficial para los que empiezan la andadura en este hermético mundo del arte. Observo mucho talento amordazado que se queda en el camino. El sistema esté colapsado y hay que agudizar la creatividad y explorar otros caminos menos convencionales.
El único antídoto que conozco es la perseverancia y el trabajo constante, con feroz autocrítica, tener poder de adaptación y aprender a caminar en la cuerda floja. Hay que preservar la fe en uno mismo y ser dueño de tu voz, atender a las ideas y a los impulsos, aunque sean contrarios al imperativo de los mercados y las tendencias.
***
Óscar Carrasco es un fotógrafo nacido en Barcelona en el año 1976. Se formó en el ámbito de las artes digitales y la postproducción audiovisual. En el año 2007 se incorporó a la Galería Luis Adelantado, donde expone sus fotografías de lugares abandonados junto con otros artistas, en Valencia y en México. En la actualidad vive y trabaja en Algeciras. Puede visitar su exposición “Madrid OFF” en La Tabacalera de Madrid hasta el próximo 23 de febrero, o en los pabellones 7 y 9 en el stand de la Galería Luis Adelantado en ARCOmadrid, abierto el viernes 21, sábado 22 y domingo 23 de febrero de 12.00h a 20.00h.
También puede ver una selección de sus fotografías en nuestra galería de fotos.