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Bajo el lema “la educación es la clave”, ROOSTERGNN publica una Serie Especial dedicada exclusivamente a uno de los temas más importantes hoy en día: Educación. Puede seguir la Serie completa aquí.
COREA DEL SUR. Aunque pueda sorprender al lector, Corea del Sur se ha convertido en uno de los países con una mayor tasa de éxitos educativos de todo el mundo, superando a países tan consolidados como las naciones del norte de Europa, Finlandia incluida, Francia, Reino Unido o los Estados Unidos. Con una población similar a España, con una extensión mucho menor (99.313 km2) y con una situación inestable en el ámbito militar por su enfrentamiento con la estalinista Corea del Norte, la Corea del Sur del 2013 es un ejemplo de extraordinario crecimiento económico –que la sitúa en el número 3 del ranking asiático y la 12ª potencia económica mundial-, con una consolidación de su sistema democrático tras largas décadas de dictaduras militares y con una apuesta por la educación no universitaria y universitaria sin precedentes.
Corea del Sur se ha encaramado a los puestos más elevados del Informe PISA sobre tendencias de lectura, superando a países como Finlandia, Canadá o Australia. En matemáticas mantiene un nivel equivalente a Holanda, Finlandia o Taiwán. Los datos más recientes hechos públicos por la OCDE sitúan su sistema educativo en el sexto lugar del mundo. En el 2011 desbancó a Finlandia en el primer lugar y desde entonces el avance es imparable.
La política educativa de Corea del Sur ha sido un largo camino de 60 años, partiendo de una situación de absoluto analfabetismo en 1945, tras la cruel ocupación militar japonesa. Pero la escasez de recursos naturales obligó a los diferentes gobiernos, incluidas las dictaduras militares que azotaron el país hasta finales de los años 80 del pasado siglo, a compensar esa ausencia con el factor educación que permitiera un desarrollo del país basado en la industria, la tecnología y la investigación. Un dato a destacar: a mediados de los años 70 del siglo XX, la riqueza media de Corea del Sur era comparable a la de Afganistán y su posición económica era inferior a Corea del Norte; hoy es la 12ª economía del mundo, con sólo 47 millones de habitantes y sin apenas riquezas naturales importantes que la sustenten pero con un potencial industrial de primer orden, a diferencia de otros países como Noruega, China, Estados Unidos, Alemania o Francia, ricos en materias naturales. Si en 1945 era un pueblo humillado compuesto de analfabetos crónicos bajo yugo extranjero, a principios de los años noventa, 1 de cada 3 surcoreanos que finalizaba la educación secundaria ingresaba en la Universidad.
La filosofía de vida coreana ha influido poderosamente en este avance. Ya en un informe de la OCDE de 1998 se indicaba que una de las claves del éxito surcoreano era el fuerte anhelo de educación de los ciudadanos, sin parangón en otros países. El gobierno ha conseguido su meta, de promover la educación como medio para conseguir el desarrollo económico, recurriendo también al sentimiento nacionalista y patriótico en esta interrelación, y de ahí que sea palpable el lema de “si eres el primero en la clase, lo serás en la vida”. La formación se articula así como una vía de progreso individual y nacional, con una gran competitividad para acceder luego a las mejores universidades. Los ejes fundamentales del sistema son fortalecer el estudio en ciencias, matemáticas, idioma coreano e inglés.
Por ello el 7 % del PIB de Corea del Sur se destina a educación y los datos más recientes acreditan que el 98 % del alumnado finaliza la educación secundaria y el 60 % logra un título universitario. Es más, es el país que más estudiantes envía al extranjero para proseguir su formación y estos copan los primeros puestos en las pruebas de acceso a las universidades de mayor prestigio de Estados Unidos.
El sistema se basa igualmente en un factor añadido que recuerda el modelo finlandés: los profesores surcoreanos, en especial los de niveles no universitarios, son profundamente respetados y figuran entre los profesionales mejor pagados del país, siendo contratados entre los mejores de sus respectivas promociones. Están sujetos a evaluaciones anuales en las que participan los propios alumnos y los padres de éstos. El apoyo al profesorado se complementa también con un excelente sistema tecnológico. Es habitual que se impartan clases a través de Internet e incluso existe la posibilidad de seguimiento de la docencia a través de la televisión pública si el alumno no puede acudir a la escuela por encontrarse enfermo. Otros factores culturales inciden en ello, como el respeto cuando no veneración del que goza la figura del padre y el maestro. Un refrán coreano afirma que “no debes pisar ni siquiera la sombra del maestro”. Ello conlleva que se es un mal hijo y un mal alumno si se defrauda las expectativas que padres, familia y profesor depositan en aquél alumno.
Sin embargo, el sistema adolece de una zona oscura. De ahí el título de “el fracaso del éxito”.
El sistema educativo surcoreano obliga a una larga jornada escolar. De ordinario, entre 6 y 7 horas de docencia en el sistema público. La práctica totalidad de los escolares y adolescentes acuden diariamente luego a clases privadas –a las academias denominadas hagwon-, que pueden sumar otras 4 o 5 horas. Según los informes de la OCDE, ello supone que un estudiante surcoreano pasa unas 16 horas en las aulas de promedio semanal más que la media de países de la Organización. Es habitual, además, que al llegar a su domicilio, los padres presionen para dedicar más horas al estudio. No es extraño acostarse a las 11 de la noche y continuar repasando los apuntes en la cama.
Supone ello también un fuerte aspecto competitivo, entre los propios alumnos, y como consecuencia, ante las familias. Los alumnos deben ser los mejores en todo lo que hagan bajo el principio de “si no eres el mejor, no eres bueno en nada”, que es un principio que cohonestado con el anteriormente mencionado de “si eres el primero en la clase, lo serás en la vida”, puede conllevar a resultados nocivos. El acceso a una de las 250 universidades, la mayoría privadas, es por tanto el anhelo de los estudiantes y de sus padres.
A ello se suma criterios como la disciplina. Ser impuntual o no terminar los deberes a tiempo puede suponer una falta grave y un castigo, incluso físico. Se indican supuestos en que toda la clase paga por la ofensa de un solo alumno. Infanciahoy.com indicaba en el 2011 que el uniforme escolar debe estar impecable, las muchachas no pueden maquillarse y los chicos tienen prohibido llevar el pelo largo. Es más, socializar entre alumnos se considera una pérdida de tiempo. Un dato relevante: 4 de cada 5 colegios censuran los noviazgos entre estudiantes, lo que ha llevado al gobierno a tomar cartas en el asunto. En algún caso, un grupo religioso premiaba con diplomas de virginidad. Ello conlleva unas relaciones personales complejas en la etapa de mayor desarrollo de la personalidad de la juventud; lo demuestra que son los alumnos que más msm se envían a través del móvil: 2000 por alumno y mes.
En este panorama, se constata que el nivel de estrés y de suicidios de los jóvenes surcoreanos es muy elevado. La OCDE afirma que los jóvenes surcoreanos ostentan el mayor nivel de estrés de los países analizados y son los menos felices. Si la media real de horas de estudio en el conjunto de la OCDE es de 34, en el caso de Corea del Sur es de casi 50 horas a la semana. Valorado el índice de felicidad, se sitúa en 65 puntos respecto a un valor medio en la OCDE de 100. El 74,3% de estudiantes encuestados en el 2012 aseguraron estar muy estresados por sus obligaciones escolares, cuota que alcanzó el 64,7% en el caso de los alumnos de secundaria y el 31,5 en los de primaria.
El Ministerio de Educación surcoreano posee encuestas en donde los muchachos afirman que sólo el 50 % son felices y que 1 de cada 6 de ellos afirma sentirse solo en la vida. Es más, casi el 9 % de los jóvenes confesaba en 2010 que en algún momento han pensado suicidarse y casi el 60 % de todos los estudiantes afirmaban que la causa de su estrés es la excesiva competitividad. Datos que por lo demás, lejos de minorarse se han acrecentado. A finales del 2012, una encuesta reveló que 1 de cada 4 escolares surcoreanos pensó en el suicidio por culpa de su vida académica (sondeo 24-12-2012 del Instituto Nacional de Políticas para la juventud de Corea del Sur). En esta encuesta, realizada entre 9000 alumnos de 300 escuelas de primaria, secundaria y de bachillerato de 16 ciudades del país, más del 23 % de los alumnos había pensado en el suicidio en los últimos doce meses y un 14,4 % aseguró haberlo intentado. El pensamiento en el suicidio es especialmente elevado entre las mujeres (30%) frente a un 17% de los hombres. El porcentaje más elevado es en la fase de educación secundaria, que alcanzó una media del 30%: “las alumnas tienen niveles más bajos de autoestima y optimismo, además de mayores niveles de depresión y ansiedad que sus compañeros varones”, indica el Informe.
Según informó la institución pública que ha realizado el estudio, “la salud mental de los alumnos se deteriora a medida que avanzan a los grados superiores”. Paradoja también para meditar: el índice de felicidad de los estudiantes surcoreanos es de los más bajos del mundo, que contrasta con los jóvenes españoles, que lideran el podium de “felicidad”.
El suicidio ha dado pie, por ello, a una alerta máxima. Se constata un gran número de suicidios consumados entre estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato. 200 suicidios en 2009, un 47 por ciento más que en 2008. Los análisis de los psicólogos posteriores a tal situación concretan que la mayor parte respondían a no haber logrado una valoración académica suficiente en los exámenes escolares. Al tener una de las tasas de suicidios entre menores de 24 años más elevadas del mundo, el Gobierno ha aprobado una ley de prevención de suicidios y ha instaurado una red nacional de centros de prevención. El profesorado, aunque muy bien valorado, afirma también que se siente infravalorado en su actividad diaria, pues debe hacer frente a clases con numerosos alumnos y con estudiantes agotados por sus clases extras en las hagwon. También resaltan los profesores que el sistema fomenta en exceso la memorización, la falta de énfasis en la creatividad y un modelo de enseñanza autoritario.
Por otro lado, debemos destacar el factor del coste de la educación. La primaria es gratuita en los primeros años, pero no así posteriormente, lo que obliga a las familias a un desembolso económico muy importante –lo que a su vez, somete a los alumnos a más presión-. Los datos del 2010 indicaban ya un gasto privado familiar por alumno de casi 400 euros mensuales, esto es, entre el 15 y el 20 % de los ingresos de la familia, que sin embargo se asume con satisfacción y convencimiento. Este gasto lo realiza prácticamente el 90 % de las familias. Los profesores critican este sistema. Como afirmó el profesor de Instituto Un-Ju Han, “como profesor, me duele que padres y alumnos confíen más en las tutorías privadas que en la enseñanza pública. La razón es que Corea ha sido una meritocracia desde la caída del sistema de castas. Sólo hay una manera de escalar en la jerarquía social: llegar a una universidad de prestigio. Por eso, tantos padres obligan a sus hijos a lograr este objetivo a cualquier coste. La competencia es cada vez más despiadada.
En el ámbito universitario, se reproducen estos patrones. En Corea del Sur el 80% de los jóvenes van a la universidad (existen unas 250) si bien la clave es el ingreso en una institución prestigiosa. Existe una prueba general de selectividad para entrar en la enseñanza superior si bien es cada vez más frecuente que las universidades –más del 70% son privadas– exijan a los aspirantes superar un examen propio. Estas pruebas se conocen entre los estudiantes como Sihom chiok –“el infierno de los exámenes”- y pueden determinar en gran medida la futura vida profesional e incluso social de los estudiantes.
El objetivo consiste en obtener plaza en alguna de las tres universidades más prestigiosas del país, conocidas por las siglas SCY: la Universidad Nacional de Seúl, la Universidad de Corea y la Universidad de Yonsei. Un título en cualquiera de ellas supone una vida profesional próspera con casi total seguridad. La competitividad prosigue una vez ya se es alumno universitario. En alguna universidad de élite, el rector ha impuesto que por cada centésima que se baje de 3 puntos –sobre una puntuación máxima de 4,2- (esto es, aproximadamente por debajo de 7 puntos en el sistema español, sobre 10 de nota máxima) los estudiantes deben pagar un aumento de la matrícula, aunque para los demás el coste de su educación sí corre a cargo de la universidad casi de forma íntegra (Instituto Avanzado de Ciencias y Tecnología-Kaist, en Daejeon).
Y finalmente, un dato que parece trascendental. Corea del Sur envía muchos estudiantes a universidades norteamericanas y que alcanzan las máximas notas en las pruebas de acceso. Pero una vez ya son estudiantes de Harvard, Yale, Chicago, MIT o cualquier otra universidad de élite, acontece el hundimiento. Frente a las duras condiciones de Corea del Sur, la libertad individual en Estados Unidos produce un choque cultural intenso y conlleva una excesiva relajación personal. Han aprendido a ser obedientes y memorizar pero los estudiantes surcoreanos en el extranjero adolecen de falta de creatividad y de incapacidad de trabajar en equipo. Se convierten en estudiantes aislados y asociales y en Estados Unidos, casi la mitad de ellos (44%) fracasan y no finalizan sus estudios.
Finlandia ha sido puesta siempre como modelo de éxito del sistema educativo en Europa y el mundo, y ahí se mantiene. Es significativo que aquí, las clases son de corta duración y apenas se mandan deberes a casa. El modelo finlandés y el surcoreano sólo coinciden en un aspecto: la calidad y excelente reputación de los profesores. Pero los modelos se basan en patrones muy distantes y distintos, como se puede constatar en el caso surcoreano.
Todo ello, sin embargo, tiene un fundamento y sólo desde la perspectiva coreana puede sacarse las conclusiones más adecuadas y no ser obviadas por otros países que pretendan buscar un modelo a seguir: la influencia del pasado de Corea del Sur. Los padres de hoy presionan a sus hijos para que accedan a los máximos niveles educativos, porque ellos fueron víctimas de la penuria económica, educativa y los abuelos de la salvaje ocupación del invasor japonés, que redujo a los coreanos del Norte y del Sur a un estatus de esclavos colonizados. El milagro en Corea del Sur en el plano económico ha comportado que en la psicología de los ciudadanos se asuma que la prosperidad personal y colectiva debe alcanzarse a cualquier precio y la educación es el primer peldaño para ello. La educación es un objetivo nacional, pero también un objetivo individual y familiar.
Corea del Sur, por tanto, tiene uno de los mejores sistemas educativos del mundo, y ello llena de orgullo a sus ciudadanos, que la sitúa como auténtica superpotencia en este ámbito, pero por otro lado, se detecta que nadie parece encontrarse satisfecho con ello o cuanto menos, se denota una profunda preocupación. Los especialistas afirman que la nación surcoreana es víctima de una paradoja, en donde el gran éxito educativo se alinea con una insatisfacción muy extendida. Corresponde al lector juzgar si el modelo surcoreano, con sus luces y sombras, puede ser exportable a sus respectivos países.