¿Modernismo hispanoamericano o internacional?
MADRID, ESPAÑA. Con esta (sencilla) pregunta comenzaba la conferencia “Valle-Inclán entre dos modernismos” protagonizada por el Catedrático de Teoría de literatura y de Literatura comparada de la Universidad de Santiago de Compostela y Director de la Real Academia Española, Darío Villanueva. La Fundación Juan March fue la encargada de organizar este ciclo los días 20 y 22 de enero.
Darío Villanueva, escritor de “Valle-Inclán, novelista del modernismo” y “Narrativa Completa de Valle-Inclán”, realizó un extenso recorrido sobre la obra del escritor situándolo entre dos movimientos. Por ello el motivo de la anterior (sencilla) pregunta, ¿debe ser encajado en el modernismo hispanoamericano o en el modernismo internacional?
Entre dos modernismos
Este experto en literatura comparada centró las dos conferencias en el problema de enmarcar en exceso a este en el primer movimiento. Villanueva explica que “sería reductivo acabar consagrándolo o bien como un participe peninsular o considerarlo como un hijo pródigo como dijo Pedro Salinas”. El modernismo que refleja mejor a este escritor es el segundo y debe ser equiparado con grandes escritores del Siglo XX.
Es en el inicio de la I Gran Guerra cuando Villanueva habla de un punto de inflexión, de un cambio dentro de la literatura del creador de esperpentos. En 1816, el literato visita las tropas francesas en calidad de enviado especial del periódico El Imparcial. Conocer de primera mano los entresijos de esta nueva guerra y su nueva forma de combatir tiene como consecuencia absorber y ejecutar un nuevo estilo literario: la visión estelar. De esta experiencia publica “Visión estelar de la medianoche” basado en lo vivido en las trincheras.
Este nuevo estilo se caracteriza por la simultaneidad, la angostura del tiempo, el protagonismo colectivo y los diferentes focos espaciales. Esta nueva guerra deja de lado los protagonistas individuales para dar lugar a un conjunto porque, como explica Darío Villanueva, “la historia camina por los senderos de la totalidad”. Es en este momento cuando Valle-Inclán se convierte en uno de los grandes innovadores de la novela contemporánea y máximo representante del modernismo literario internacional que consolidará con “Tirano Banderas” y “El Ruedo Ibérico”.
Gracias a esta transición la literatura de vanguardia se transformó en realismo y atrajo a los intelectuales europeos.
Pero este tipo de modernismo explica la convergencia de los grandes nombres de la renovación narrativa y teatral. Un modernismo que no deja de ser una representación de la transición del periodo de entreguerras. Un modernismo en el que convergen todos los escritores de su generación y en el que uno de los que mejor ha resistido el paso del tiempo ha sido al que nos referimos.
Valle-Inclán también dejo una gran huella en el mundo de la política y en la sociedad internacional del momento. Vivió un tiempo lleno de acontecimientos desde las guerras carlistas, pasando por el desastre del 98 hasta la I Guerra Mundial. Su gran implicación en diferentes y muy contradictorios ideales políticos marcaron toda trayectoria. Fue un hombre implicado en su época tanto social como políticamente, se relacionaba con los escritores del momento y sobretodo defensor de la literatura.
Una vida llena de contradicciones en las que apoyó abiertamente a Mussolini pero fue nombrado presidente de honor de Amigos de la Unión Soviética. Además formó parte del Comité internacional contra la II Guerra Mundial, de la Campaña Nacional contra la Pena de Muerte, del Congreso de Escritores para la defensa de la Cultura y del selecto grupo de intelectuales que escribieron en contra de la prohibición del “Ulises” de Joyce en estados Unidos.
Similitudes celtas
A pesar de los catorce años de diferencia, Villanueva plantea otra (sencilla) pregunta al público, ¿qué tienen en común el irlandés James Joyce y el gallego Ramón María del Valle-Inclán?
Existen paralelismos en sus circunstancias vitales y su pasado celta pero las coincidencias estéticas en sus obras son muy relevantes y precisas. Toma como referencia las obras más características de los dos escritores: el “Ulises” de Joyce y “Luces de Bohemia” del español. Coinciden en el simbolismo universal otorgado por los celtas porque como el propio Juan Ramón Jiménez escribió tras la muerte de Valle “Galicia e Irlanda siguen siendo jemelas”.
Además ambos intentan crear un lenguaje propio, uno total. Los dos personajes deambulan por unas ciudades descritas casi a la perfección y siempre con los mismos elementos: pub, cementerio o redacción de periódicos son algunos de los espacios recurrentes. Dos escritores influenciados enormemente por la religión y la degradación esperpéntica.
Cine y teatro
Valle-Inclán no solo fue un adelantando a su tiempo en cuanto a la narrativa. Fue uno de los primeros escritores en creer en el cine como el séptimo arte, en elevarlo a una categoría superior al contrario que su coetáneo Unamuno. Fue esta visión estelar la que convirtió a este gallego a ser un pionero en la redacción de guiones y a participar en producciones cineastas. Su involucración fue tan relevante que influyó (e influye) post mortem en obras futuras como “Un día del mundo nuevo” (1940) o “24 horas de guerras en la URSS” (1942) del gran director soviético Dziga Vertov.
Algo parecido sucedió con sus obras teatrales. Villanueva describe la bibliografía de Valle como una “literatura cosmopolita escrita por un provinciano” y que en este caso, aquello que le dio el reconocimiento internacional fue lo que le llevó al fracaso. En lo referido a sus obras dramáticas tuvo poco éxito, que no tenían cabida en una sociedad aburguesada y zarzuelera. Pero su empeño y dedicación le llevó a escribir grandes trabajos como “Luces de Bohemia” o “Divinas Palabras”. Aquellas obras que no gozaron de éxito ayer le han convertido en uno de los autores españoles más representados en el plano internacional.
Valle-Inclán, figura clave del primer tercio del Siglo XX revolucionó el mundo literario. Participó en grandes coloquios y opinó sobre los grandes acontecimientos de la época. Todo lo escrito y hecho es una declaración de intenciones. En palabras de Darío Villanueva “fue un escritor que nunca renunció a ser un personaje”.