Lo que sucede en este país es absolutamente inaudito. Todos sabemos que de cualquier desgracia, de cualquier acontecimiento, sea de la índole que sea, surgen chistes, casi de inmediato. Somos así, es nuestro carácter. Somos ingeniosos para reírnos de nosotros mismos. El humor negro podrá gustarnos más o menos, o nada, pero está ahí, nos envuelve, forma parte de nuestra esencia. Hay chistes de cojos, de tuertos, de tartajas, de ciegos… jamás nadie se ha rasgado las vestiduras por ello. Pero, de repente, porque alguien, que ha sido elegido como representante de los ciudadanos, ha difundido ese tipo de chistes, mucho antes de representar a nadie, se le inculpa por herir la sensibilidad de cierta persona. ¿Es este un hecho casual? Hemos sido testigos del “¡qué se jodan!” de Fabra. ¿Esa frase no ha herido la sensibilidad de nadie? Y los insultos a Pilar Manjón ante las Cortes, ¿tampoco han herido la sensibilidad de nadie? ¿Van a perseguirse todos los insultos que se vierten en las redes sociales a diario? ¿Por qué la Justicia actúa con tanta celeridad en un caso como este, mientras que los bárcenas, ignacios gonzález, urdangarines, infantas, y tantos y tantos otros andan por ahí riéndose de todos nosotros? ¿Será qué interesa que alguien de determinada formación política figure como imputado, o es que soy un ingenuo?
Entretanto, el Partido Popular sale a escena a dar doctrina, a repartir moralina y a señalar con el dedo. ¿Quién es el partido Popular para dar lecciones de moralidad a nadie? Un partido que todavía no ha reconocido la dictadura del general Franco y que se ha mofado de las familias de todos los muertos que se llevó por delante y que todavía desconocen su paradero. ¿Tampoco eso hiere la sensibilidad de nadie? ¿Qué pasa con las bombas que han acabado con miles de vidas y han destrozado un país como Irak, en una guerra sustentada en la vil escusa de la existencia de armas de destrucción masiva, que jamás fueron encontradas? ¿No hiere eso la sensibilidad de nadie?
Cuanto más avanza esta legislatura, más se hunde el PP en su propia inmundicia. La careta de partido de centro que siempre ha querido llevar puesta se está despedazando, y ya se ve claramente la calavera de su radicalidad fascista.