Está sentado frente a su computador o teléfono móvil. Lee una noticia sobre el accidente automovilístico ocurrido hace unos días en la carretera municipal. En el contenido se especifica que el hecho se pudo haber evitado si el conductor que provocó el accidente no manejara bajo los efectos del alcohol.
Baja hasta la sección de comentarios, donde todo tipo de personas opinan sobre la noticia. Unos dicen que el alcoholismo es un problema grave para la humanidad. Otros se dedican a insultar desde la distancia al conductor irresponsable. Tampoco faltan los que se agreden verbalmente entre sí sin ninguna razón aparente.
El tema se vuelve viral y ahora aparece en todas las redes sociales en las cuales usted tiene una cuenta. Se crean grupos en contra de los conductores alcohólicos, grupos de alcohólicos responsables, grupos a favor de los carros sin conductores. Una iniciativa social en la red empieza a recolectar firmas para endurecer los castigos por este tipo de accidentes. Logran conseguir algún apoyo de cientos de personas pero nunca llega a ser una petición política y el grupo queda en el olvido informático.
Pasan varios días. El tema por el que se alborota la atención de las personas pasa ahora por saber de qué color es o no un objeto. Luego, como es previsible, también se olvida. Así con varias ideas, polémicas o hechos que circulan y nunca se llegan a discutir realmente.
Las redes sociales se convierten en canales por donde circula la información, usted se da cuenta de ello. No hay una crítica sobre el contenido de estos medios. Se reduce la discusión a apoyar o rechazar lo que piensa una persona, a publicar lo que es reprochable moralmente en una sociedad, a replicar lo que dicen otros medios de comunicación, etc.
Ante la inmensa cantidad de herramientas disponibles en la red, nos limitamos a unas cuantas que no exteriorizan las discusiones que a diario se dan. Se vuelve costumbre la indignación pasajera y el rechazo sistemático. Se vulgarizan las ideas. Como si lo que se hablara dentro de una red social perdiera todo su valor por el mismo hecho de estar presente en dicha red social, sabiendo de antemano que no habrá una conexión externa ya sea informática, política o social, que rescate del olvido estas discusiones.
Mediante la experiencia diaria, ya sea vista en los medios, presenciada o por un relato de otra persona, se afirma lo que está circulando por las redes sociales. Existe una recepción de lo que sucede, lo comprendemos, pero no hay un canal de vuelta que coloque la discusión de nuevo en las vivencias cotidianas. Por tanto, las problemáticas que hicieron surgir la discusión en algún momento, volverán tiempo después e inmediatamente serán olvidadas al no haber una replica real y tangible sobre los hechos.
Abre su computador. Opina aquí y allá sobre un tema de su interés. No olvide que su comentario en sí mismo contiene una idea sobre la política y la forma en la cual usted concibe a su sociedad. Entre más comente, piense y moldee su percepción sobre lo que ve y menos actúe de vuelta, es decir, no se exprese más allá de la misma red social, no habrá una repercusión concreta de lo que usted dice.
Es necesario que tomemos nuestras opiniones y las del otro con algo más de seriedad y compromiso. Las opiniones e ideas no son un pasatiempo más, sino que denotan las peticiones de cada uno. Para que las redes sociales en verdad nos ayuden a crecer como sociedad, hace falta la revisión crítica de toda la comunidad sobre los problemas que cotidianamente surgen y quedan sin resolver al no dárseles una repercusión externa. No se trata de salir a la calle y protestar o de pararse frente a una institución corrupta por semanas, también es poner constantemente en discusión los problemas que nos afectan y poder rastrearlos a lo largo del tiempo más allá de las redes sociales más concurridas.