Lo vivido el pasado sábado en el Santiago Bernabéu supone un antes y un después. El equipo entrenado por Rafa Benítez se vio superado en todo momento por el Barcelona que realizó un partido excelso ante la vulgaridad blanca. El entrenador del Real Madrid quiso creer en lo que no cree y se dio de bruces con una derrota que le condena. Su alineación condicionada por su cartel de defensivo, no explica el humillante baile que impartió el conjunto de Luis Enrique. El Barça fue mejor con balón, sin balón, a la hora de presionar, tácticamente, técnicamente, por actitud, cuando tuvo que replegar, en las dos áreas…
Benítez alternó el 1-4-2-3-1 con el 1-4-3-3. La diferencia de sistema lo marcaba la posición de Bale. En ocasiones jugaba por dentro de mediapunta, pasaban los minutos y se abría a la banda derecha para intentar recibir más despejado de contrarios. En ninguno de los casos fue resolutivo. Tampoco es nada nuevo. Las largas posesiones del Barcelona dificultaban aún más la presión blanca. Bueno si es que a eso se le puede llamar presión, porque el Real Madrid trotaba detrás del balón a merced del ritmo que marcaban Iniesta y Busquets. No existía la coordinación, algo esencial para poder ejercer algún tipo de presión. Muy achacable, esto último, al trabajo del entrenador blanco.
Mientras el Real Madrid se partía en dos bloques: los que miraban como atacaba el Barça y los que defendían en inferioridad la posesión de Iniesta y Busquets más los cambios de ritmo de Neymar. Los futbolistas blaugranas jugaban fácil. Al compañero libre, siempre existía esta figura. No hubo un momento de agobio continuado. Y cuando Benzema logró conectar con el balón dentro del área ni estuvo acertado, ni Claudio Bravo dudó en lucirse. Luis Suárez y Neymar pusieron en evidencia a Florentino Pérez al final de los 45 minutos. Sus goles, unido al gran rondo que ejerció el Barcelona rompió a la afición blanca. ¡Florentino dimisión! Gritaba el Bernabéu.
Cristiano Ronaldo apareció para finalizar un contragolpe conducido por Bale. Nada más se supo del portugués. Bale corrió con el balón pegado al pie y campo por delante, Ronaldo le siguió la carrera y el galés le presentó un balón perfecto con el exterior. Todos previeron el pase, pero ningún defensa del Barcelona fue tan rápido como para cortar el balón. Bravo tampoco pero su ejecución consistió en achicar espacio lo más rápido posible. El chileno paró el balón y Ronaldo falló. Las dos cosas pasaron en la única jugada en la que Cristiano Ronaldo apareció por el partido.
Kroos y Modric jugaron vendidos. El alemán parece un garabato en comparación con lo que demostró en sus primeros meses en el Real Madrid, ante tal avalancha blaugrana optó por recular y permitir espacio en el centro del campo. Modric también por lo que Iniesta se divertía aún más. La cantidad de recursos técnicos del manchego lucieron más que nunca. Uno de sus mejores partidos, alimentados por un auténtico golazo por la escuadra. El broche a un partido excelso. Benítez apuntaba en la libreta y mascaba chicle. Messi celebró el gol de Iniesta con un peto de calentamiento. Pánico.
Sergi Roberto se convirtió en futbolista de elite en el Santiago Bernabéu. Comenzó en la zona de delanteros metiéndose hacia dentro para crear superioridad en el centro del campo, y acabó el partido junto a Busquets teniendo más balón y comprendiendo a la perfección la simbiosis entre tiempo y espacio. En el primer gol se olvidó del presunto miedo a jugar entre los grandes y se hizo grande. Perfecto control orientado y asistencia a Luis Suárez.
La entrada de Messi en el campo no cambió mucho. Quién lo diría. A Messi no le hizo falta esprintar para entender que el Barcelona tenia espacio en el centro del campo y con ello seguir divirtiéndose. Después de posesiones largas llegaban los goles. Tras perseguir sombras el Real Madrid se descomponía en defensa, cuando no era Ramos el que salía a destiempo, lo hacia Varane. Si Marcelo dudaba entre salir o esperar, Danilo fue superado con facilidad por Neymar. Era tanta la superioridad del equipo de Luis Enrique que Messi entendió que simplemente con asociarse le valía para hacer daño. Así habilitó a Luis Suárez, previa dejada de Jordi Alba en la posición de nueve, para marcar en cuarto gol el Barcelona.
Mientras el Real Madrid daba los últimos coletazos en busca de maquillar el resultado, Piqué jugaba a marcar el quinto gol. El Barcelona aplastó a su máximo rival con la sensación de que fue fácil. El presidente blanco perdió igual que su entrenador y sus jugadores. La afición le señaló y lo incluyó en el pack. Más que a los anterior nombrados. Su facilidad para escurrir el bulto se debilitó el día que mandó despedir a Ancelotti. Hacer de presidente y director deportivo a la vez es tarea muy complicada. Más aún en un equipo obligado a ganar y conducido a gastar dinero en fichajes sí o sí. La solución a corto plazo será ganar todos los partidos hasta navidad y esperar que el Bernabéu se olvide un poco de lo vivido en el último clásico. El precedente está creado.
Esto no ha hecho nada más que empezar. Se vivirán muchos capítulos en el futuro del Real Madrid. El día en el que Luis Suárez desesperó a la defensa blanca como nunca antes había ocurrido, el mismo día en el que Iniesta salió aplaudido del Bernabéu, Busquets controlaba y giraba más solo que nunca, Bravo jugó con las manos y con los pies, Neymar destrozó a Danilo y Sergi Roberto se convirtió en estrella del Barcelona. Ese parece ser el mismo día en el que el mandato de Florentino Pérez comenzó la cuenta atrás.