Puedes leer la primera parte aquí.
La intervención Norteamericana en la Segunda Guerra Mundial.
Poco después de que los ejércitos alemanes invadieran Polinia, el día 3 de septiembre, el Reino Unido declara la guerra a los alemanes; pero los EE.UU. alegan sus Leyes de Neutralidad, no obstante Franklin Delano Roosevelt ya había conseguido modificarlas para que franceses e ingleses pudieran comprar armas americanas. La ruptura de la neutralidad se produjo el mismo momento en que los alemanes entraban en Francia, el 10 de junio de 1940, comprometiéndose a extender toda sus ayuda material a cualquier país que resistiera el ataque alemán.
Por otro lado, FDR aumentó enormemente los presupuestos de Defensa, a pesar del, todavía, intenso sentimiento aislacionista en la vida política norteamericana. También urdió la Ley de Préstamos y Arrendamientos para disponer de fondos para ayudar a los países europeos en su lucha contra Hitler. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial el presidente Roosevelt no pudo apoyar a Francia y a Gran Bretaña como hubiera sido su deseo -ya que estaba convencido de que su derrota afectaría negativamente a los intereses norteamericanos y pondría en riesgo su modo de vida- porque las leyes de neutralidad, aprobadas por el Congreso unos años antes a propuesta de los aislacionistas, impedían que se prestara ayuda, ni siquiera material, a los países en guerra. La rápida victoria de Alemania sobre Polonia en septiembre de 1939 le permitió a Roosevelt abrir una primera brecha en las leyes de neutralidad cuando consiguió que el Congreso aprobara la ley conocida como cash and carry que permitía vender armas y otros bienes a los países envueltos en una guerra si éstos pagaban en efectivo (cash) y se encargaban ellos mismos de transportar lo comprado por sus propios medios asumiendo así todos los riesgos (carry).
Esto hizo posible que Francia y Gran Bretaña pudieran comprar en Estados Unidos las armas que necesitaban. Tras la rendición de Francia en junio de 1940, Roosevelt dio un segundo paso mucho más importante en la implicación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Se trató del acuerdo de destructores por bases que fue firmado el 2 de septiembre con Gran Bretaña según el cual la Armada de Estados Unidos transfería a la Marina Real Británica y a la Marina Real Canadiense cincuenta destructores «sobrantes» a cambio de la instalación de bases norteamericanas en Terranova, Nueva Escocia, las islas Bermudas y en distintos puntos del Caribe, todos ellos territorios bajo dominio británico. El acuerdo había sido la respuesta a una petición del primer ministro británico Winston Churchill que necesitaba los destructores para defender las costas de Gran Bretaña ante la amenaza de invasión alemana y para escoltar los convoyes que abastecían a las Islas Británicas y que eran atacados por los submarinos alemanes cuando atravesaban el Atlántico. Tras la firma del acuerdo, Estados Unidos ya no podía ser considerado estrictamente como un país neutral, como lo prueba la reacción de Alemania que lo calificó como «un acto abiertamente hostil contra Alemania» —como respuesta se llegó a contemplar la ocupación de las islas Azores o de las islas Canarias—.
De hecho el acuerdo aceleró las negociaciones entre Alemania y Japón que culminaron con la firma del Pacto Tripartito ese mismo mes de septiembre de 1940 y además, según Ian Kershaw, constituyó una de las razones principales de la decisión de Hitler de invadir la Unión Soviética y de destruirla antes de que Estados Unidos se rearmara, un proceso que él calculaba que se completaría en 1945. En noviembre de 1940 Roosevelt fue reelegido para un tercer mandato y ese mismo mes el almirante Harold R. Stark, jefe de operaciones navales, presentó el «Plan Dog» sobre la estrategia que debería seguir Estados Unidos en caso de entrar en guerra. En él se decía que la prioridad para Estados Unidos debía ser derrotar a Alemania incluso si estallaba la guerra con Japón en el Pacífico, ya que consideraba que Gran Bretaña no podría vencer a Alemania sin la presencia en Europa de las fuerzas norteamericanas y si Gran Bretaña era derrotada los Estados Unidos se verían seriamente amenazados pues nada se interpondría ya entre ellos y Alemania. El «Plan Dog» sirvió de base para las discusiones que mantuvieron los Estados Mayores de Estados Unidos y de Gran Bretaña en las reuniones secretas que celebraron en Washington —con el nombre clave de ABC-1— entre enero y marzo de 1941 y que dieron nacimiento a la estrategia «Alemania primero» —que fue la que se aplicó cuando Estados Unidos entró en la guerra tras el ataque a Pearl Harbor—. Mientras tanto los problemas económicos de Gran Bretaña para sostener el esfuerzo bélico aumentaban y a finales de 1940 se encontraba ya al borde de la bancarrota.
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