Francisco de Goya y Lucientes se ha constituido, a lo largo de los siglos, en uno de los pintores más valorados e influyentes de la pintura española. No quiere decir que Goya sea más relevante que Velázquez o Picasso, sino que su genialidad ha ido mucho más allá, sobrepasando cualquier límite. El aragonés fue testigo directo de hechos históricamente relevantes, motivo por el cual no dudo ni un instante en reflejarlo en sus pinturas y dejarnos tan incalculable legado.
A través de este artículo, realizaremos un breve recorrido por sus principales obras, ubicadas en el Museo Nacional del Prado, y trataremos de descubrir los misterios y enigmas que encierra cada una de sus pinturas. ¿Nos acompañas?.
A lo largo de este recorrido, podrás comprobar cuál era la maestría del pintor para reflejar a la perfección, como si de una fotografía se tratase, la sociedad que le rodeaba y los principales problemas que encontraba en su entorno. En su serie de Cartones para tapices para los salones reales, Goya realizará un magnífico análisis de la aristocracia española, no tan crítico sino más bien descriptivo. En cuadros como La gallinita ciega o La Pradera de San Isidro, podemos observar qué hacía la alta sociedad en sus ratos libres y cuál era su forma de divertimento. La explosión de colores y la representación amable y delicada de cada una de las figuras, nos hace observar los inicios del artista y cómo el optimismo se disipó en su personalidad.
Analizando en profundidad los cuadros de Goya, no es de extrañar que se afirme que fue uno de los pintores de cámara más reivindicativos en la historia del arte. Tantos los retratos de Fernando VII como los de su madre, la reina María Luisa, son dignos de admirar, no sólo por su perfección estética, sino por las agallas que tuvo al retratarlos de una forma irónica, rozando el límite de la burla. La Familia de Carlos IV es el más claro ejemplo, ya que podemos fijarnos en detalles como la arrogancia que muestra Fernando VII, al adelantar un pie por delante de su padre, o la mirada ausente del rey, la cual demuestra la carencia de fortaleza para el trono.
Son múltiples los encargos que recibió Goya, y sería imposible hacer mención a todos sin extender demasiado este artículo, pero el más significativo puede que sea La maja vestida y La maja desnuda. Este mítico cuadro fue realizado por encargo de Manuel Godoy para sus dependencias personales. La belleza del desnudo y el ingenioso mecanismo introducido para que no se viese La maja desnuda, lo han convertido en uno de sus cuadros por excelencia.
Llegó la Guerra de Independencia (1808-1814) y se llevó consigo los sueños y esperanzas de la población española, dejando en su lugar una serie de infortunios y cadáveres apelotonados por doquier. En este periodo de tiempo, el pintor estaba decepcionado con el mundo y dolido por los crímenes que sucedían ante sus ojos sin ningún tipo de pausa. Quizá como válvula de escape o como necesidad de dejar constancia de los hechos, realizó Los fusilamientos del 3 de mayo y La carga de los mamelucos. A través de estos cuadros, quería transmitir cómo la guerra se estaba llevando todo a su paso, volviendo a los hombres locos y sin ningún tipo de piedad hacia sus semejantes. De esta forma, Goya se convirtió en el primer reportero de la historia por el realismo que dotaba a sus obras, convirtiéndolas en documento fidedigno de la realidad.
En Los fusilamientos del 3 del mayo, podemos observar cómo el artista representa los tres momentos de la muerte: antes, durante y después. La crudeza transmitida es evidente, ya que observamos cómo los soldados franceses fusilan sin compasión a un pelotón de españoles. Además, podemos presenciar como el autor ha llevado a cabo la mitificación del mártir en el personaje principal de la obra. No sólo es el único que se atreve a mirar a la muerte de frente. Hay muchos detalles más en los que fijar nuestra atención. Por una parte, la evidente posición con los brazos en cruz, los estigmas que aparecen en la palma de sus manos y cómo se convierte en el principal foco de luz, iluminando tan terrible y oscura escena.
Los desastres que ocasionó la guerra, la vuelta al absolutismo con Fernando VII, la prematura muerte de su esposa, Josefa Bayeu, y su temprana sordera calaron en lo más hondo del artista y tiñeron sus pinturas de amargura y oscuridad. Por aquel entonces, publicó su serie de grabados Tauromaquia y Disparates. Estos últimos destacan por la representación de un mundo onírico y fantasioso, a la par que costumbrista. Sucesivamente, adquirirá una finca a las orillas del Manzanares en Madrid, la llamada Quinta del Sordo, cuyas paredes estarán decoradas por su obra cumbre: Las Pinturas Negras.
Entre 1819 y 1823, Goya lleva a cabo una serie de catorce murales en los que da rienda suelta a la imaginación y pinta libre, como nunca antes lo había hecho, ya que estas pinturas eran para su disfrute. La temática es amplia y diversa, ya que podemos encontrar desde temas mitológicos en Saturno devorando a sus hijos o enfrentamientos civiles como en Duelo a garrotazos. Este último, destaca por la clara crítica social que expone el autor, haciendo referencia a la lucha entre las dos Españas, que se encuentra muy lejos de cualquier muestra de raciocinio.
No cabe duda que Goya no sólo fue un gran artista, sino también un virtuoso. A lo largo de su obra, podemos observar la perfección, el esmero en el dibujo, la amplia gama de colores utilizados o la crítica social. Sin embargo, es en el peor momento de su vida cuando demuestra su genialidad y su atemporalidad al adelantarse a movimientos artísticos aun desconocidos, expresionismo y vanguardias pictóricas, entre otros.
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