Se publicaba con anterioridad un artículo sobre el lado activista de Leonardo DiCaprio que, tal vez, muchos desconocían. No solo su presencia en los más remotos y desprotegidos lugares del planeta le basta, si bien ha contribuido en varias producciones, suyas propias y colaboraciones, en las que indaga aún más en este asunto.
The 11th Hour es una de ellas. Con este documental, el actor quiso hacer llegar, no solo su palabra, sino la de numerosos expertos en el ámbito medioambiental, desde científicos de la talla de Stephen Hawking, como expertos en océanos, personas ligadas (años atrás) con la Casa Blanca… etc., todos y cada uno de ellos, con un mismo objetivo: informarnos sobre la destrucción masiva del planeta.
Este documental de 2007, toma el punto de partida en el deshielo. Los testimonios de Stephen Hawking y Stephen Schneider (científico y biólogo – ambos, entre otras cosas -, repectivamente) participan de lo mismo: la gravedad actual del derretimiento de las capas de hielo ártica y antártica. Además de lo obvio, dejar sin hogar a decenas de especies (osos polares, renos, lobos árticos, búhos nivales…) y elevar el nivel del mar, existe otro efecto a tener en consideración. Al aumentar el deshielo, no se refleja la misma cantidad de luz solar al exterior lo que, por ende, haría aumentar la temperatura de la Tierra. Esto, por poco que parezca, podría desembocar en la evolución hacia la semejanza con el planeta Venus, con temperaturas de 250 grados y lluvias de ácido sulfúrico. A todo ello se agrega también, como consecuencia, el aumento de la velocidad de los huracanes.
El principal motivo de que esto ocurra es el conocido efecto invernadero. El hombre contribuye con ello al enviar compuestos químicos a la atmósfera, que se mezclan con el vapor de agua, el dióxido de carbono y el metano, gases que componen esta capa gaseosa que nos protege.
No solo el efecto invernadero es el enemigo a batir. Por un lado, el vertido de residuos en la biosfera ligado con la pesca y la caza ilegal y furtiva que aumenta con el paso de los años. Y empeora. Como señala la exploradora Sylvia Earle: “En medio siglo ha desaparecido el 90% de la mayoría de los peces. Y cada vez es más frecuente encontrar peces de mercurio o de metales pesados”. Y es que, las empresas vierten una media, como mínimo, de 19 millones de litros de toxinas a las playas directamente. Además, por cada producto de valor perdurable, se llenan hasta un total de 32 camiones de residuos.
Por otro lado, la deforestación y la tala indiscriminada. Setenta países del mundo ya no tienen ningún bosque intacto u original y el 95% de nuestros bosques primarios ha desaparecido, según informa la activista canadiense Tzeporah Berman.
Todos ellos datos que asustan. Datos que alarman y datos, sobre todo, que matan. Clara está la especie humana como causante. Teniendo el poder en nuestras propias manos ¿por qué no parar?
Si por algo nos diferenciamos de los animales es por la moralidad, la mentalidad y la capacidad de pensar. Características que nos hacen humanos y humanos que nos quitan la vida. Carreras de economía en las que se predica que el fin es el crecimiento, cuando solo es un medio, pues el crecimiento incorrecto reduce la calidad de vida. Y gobiernos y empresas que solo lo buscan. Que solo conocen crecimiento como sinónimo de daño al medio ambiente. Y cómo evitarlo, si la petrolera Exxon es más rica que todas las empresas de coches juntas, por ejemplo. Y cómo luchar contra unos pocos que, aunque pocos, poderosos.
Los ecosistemas, los bosques, los lagos o los ríos son elementos sin derechos. Son simplemente bienes que se pueden comprar, vender, destruir y compartir. Con este sistema legislativo está claro que eres un bien, o una persona. Y desafortunadamente se concibe la Tierra como un bien. La Tierra, con sus actos altruistas, benévolos y esenciales, como politizar plantas, extraer dióxido del aire, o introducir oxígeno nos regala lo que a la especie humana le costaría la friolera cantidad de 35 billones año. Y es jocoso, porque simplemente se considera un bien sin derechos ni respeto.
Ya habiendo alterado el agua, el aire y el suelo y acabando, como informa el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, con hasta 50.000 especies al año… ¿Qué más nos queda por hacer? Definitivamente, para actuar, no nos queda ni una hora. Simplemente nos queda un segundo.
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