Un año más, con la llegada de la estación estival, llega la gran diversidad de celebraciones por todos los rincones del territorio español. Si bien, en partes de la Comunidad Valenciana se espera este momento con gran devoción o, más bien, se ansía: ya se pueden sentir las Fiestas de Moros y Cristianos.
Patrimonios culturales, nacionales e internacionales respaldan esta tradición que, más concretamente, se realiza en la provincia de Alicante. El fervor y el jolglorio es algo característico los 365 días del año, desde que finalizan las fiestas hasta su ardua espera, al año siguiente. Con esta práctica se rememora la lucha entre cristianos y moros, en 722, y conocida como Reconquista. Los cristianos, incentivados por los Reyes Católicos se hacían otra vez con los dominios que una vez les llegaron a pertenecer antes de la conquista mora y Al-Ándalus.
Las fiestas patronales de cada pueblo son la antesala de este espectáculo. Estos desfiles se desarrollan a lo largo de un fin de semana y las cantidades de dinero que se llegan a invertir pueden variar, dependiendo del cargo que se desempeñe dentro del desfile. Desde cifras comunes y corrientes, hasta miles de euros. En este artículo pondré como referencia un pueblo que lo es para otros muchos: Rojales.
Estas fiestas se asientan sobre un sistema organizado, algo complejo para aquellos que desconocen términos como chilaba, barraca, abanderado, filá o escuadra. Por todo del pueblo y ya llegando estas fechas señaladas, se comienzan a montar las kábilas o barracas, cuyas paredes de cañizo se alargan hasta donde cada comparsa tenga hegemonía. Las comparsas son las agrupaciones de personas, del bando moro o cristiano, que se agrupan bajo una misma preferencia. En el caso de mi pueblo existen un total de siete comparsas: Contrabandistas (de la cual mi familia y yo somos socios), Piratas, Caballeros del Cid, por el bando cristiano, y Tuareg, Benakies, Bereberes y Almohades por el bando moro.
No solo le está permitido el lujo de ser socio a aquellos que residen dentro del mismo pueblo, sino que se puede apuntar toda persona que quiera y que esté dispuesta a pagar una cuota, que depende en función de la comparsa y los socios. Es de esta recaudación de donde, todos aquellos socios disfrutan, esencialmente, de la cena oficial, de la barra de bebidas, de un escenario con música y DJ, tickets con un cierto importe para bebidas y comida y, como elemento más importante, la banda de música de los desfiles y charanga. Existen servicios adicionales que varían también según la comparsa.
Cada año, una de las comparsas ostenta la capitanía y, de esta misma, han de salir dos representantes. Las demás, presentan a un abanderado o abanderada. La función de los capitanes y abanderados es la de portar el banderín de la comparsa, que es una bandera donde aparece el nombre y el año de fundación de la misma. A su vez, en el mástil del banderín se recogen y atan las bandas de todos aquellos que han sido capitanes o abanderados en años pasados.
Según el tamaño del pueblo (o ciudad) y el número de sus miembros, las entradas moras y cristianas se celebran de una forma u otra. En el caso de Rojales, sábado desfilan primero las comparsas moras y, tras ellas, las cristianas. El día siguiente, se invierte el orden, desfilando primero los cristianos.
Horas antes de que comiencen los desfiles, todos los vecinos y visitantes, colocan sus sillas en las primeras filas de las aceras, siguiendo el trayecto que recorre el desfile. La capitanía, por su parte, también ofrece un servicio de alquiler de sillas para aquellos a los que les resulte más cómodo. El Ayuntamiento, como máxima representación, coloca un palco donde toman asiento los diversos cargos y las damas y reinas del pueblo, con sus respectivos invitados.
Personalmente, bajar el puente de Carlos III, bajo la expectación de cientos de personas viendo cómo bailas la navaja y ver, al final de la calle, la llamativa estructura y sentir los aplausos de la gente es algo simplemente mágico. Recuerdo cuando, los primeros años de yo desfilar como cabo, observé cómo una de mis maestras que me educó en el colegio me miraba y aplaudía con una sonrisa en el rostro. Y yo no pude contener las lágrimas. La emoción.
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