GLOBAL. La educación humana es eminentemente un fenómeno social y, como tal, depende en gran medida de las interacciones con nuestros semejantes. La aparición de las redes sociales en Internet está cambiando el panorama de las relaciones personales, principalmente entre las nuevas generaciones. Estas relaciones personales, que cobran especial relevancia en las edades tempranas del aprendizaje y se fortalecen en la adolescencia, permiten el “contagio” de actitudes antisociales que pueden derivar en actos delictivos. La cantidad y la calidad de las relaciones sociales de los adolescentes es por tanto un factor decisivo para determinar su posterior desarrollo del individuo. Este cuestionable determinismo se agrava a causa de la irreversibilidad de las decisiones adoptadas en estas etapas tempranas. Una pregunta interesante que conviene abordar es si las redes sociales con soporte en Internet propician el comportamiento delictivo.
La respuesta no es evidente. Podría ocurrir que la propia estructura de este tipo de redes diera lugar a una dinámica más difícil de controlar y, por tanto, con mayores índices de delincuencia. La propia génesis de las redes sociales han configurado su estructura y, como consecuencia, sus propiedades más destacables. La mayoría de las redes sociales virtuales que conocemos carecen de una escala en la distribución de contactos, esto es, no existe un número característico de enlaces por individuo. Muy al contrario, en una red social nos encontramos individuos (nodos) que están muy conectados, es decir establecen relaciones con otros muchos nodos, y otros individuos que están muy poco conectados. Estas redes se denomina libres de escala y, formalmente, su distribución de enlaces sigue una ley de potencias decreciente. Además, este tipo de redes sociales son como un pañuelo, en inglés Small World, en el sentido de que la distancia entre dos cualesquiera individuos de la red es muy corta (“seis grados de separación”).
Paradójicamente, una de las consecuencias más llamativas de esta propiedad es la “localidad” que notan los individuos de una red social a pesar de estar separados por miles de kilómetros de distancia o décadas en el tiempo. Esta topología favorece en gran medida la propagación de la información y, como una consecuencia relevante, acelera enormemente el ritmo de evolución de la propia red. Como consecuencia, el tiempo de adaptación de una red social a una innovación se acorta significativamente si se compara con lo que tarda en las redes de contacto físico de la era pre-internet.
Estas características de las redes sociales dificultan en cierto modo la respuesta de las autoridades policiales a los comportamientos delictivos. Por una parte, requiere una respuesta más rápida ante las innovaciones delictivas. La estabilidad delictiva entre sucesivos periodos de innovación, en los que se producen cambios del juego entre policías y ladrones, se hacen cada vez más exiguos. Por otra parte, la gran velocidad de transmisión de la información permite a los miembros que componen la red adaptarse rápidamente a los nuevos acontecimientos, en concreto a nuevas medidas de seguridad. Por el mismo motivo, son capaces de responder rápidamente a cualquier intento de inspección o de control por parte de las autoridades policiales. Además, el carácter virtual de las redes sociales complica la identificación de sus componentes y, como consecuencia, frena cualquier tipo de acción directa contra los miembros que se esconden detrás de un alias. La deslocalización espacial de los participantes en la red social agudiza todavía más los efectos delictivos de los criminales que se esconden en ella.
No obstante, a pesar de que las redes sociales cuentan con un inmenso potencial operativo que, de ser usado para fomentar la delincuencia, podría conducir a una situación alarmante, a día de hoy no se puede concluir que las redes sociales virtuales favorezcan la delincuencia. No es posible sentenciar que la participación activa en las redes sociales haga al individuo más propenso a cometer actos delictivos. Más bien al contrario. Debido a la diversidad de personalidades que se dan cita en una red social de ámbito genérico, la propaganda clandestina podría quedar difuminada entre la ingente cantidad de información que fluye por la red. Queda por dilucidar qué es lo que lleva a un individuo a fijarse de manera selectiva en las propuestas de índole delictiva que circulan por la red. Seguramente, la investigación a gran escala que se está llevando a cabo sobre las redes sociales permitirá esclarecer cómo es su comportamiento global y acometer programas de intervención más eficaces en el futuro.