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Cuando se informa sobre hechos de radicalismo y extremismo, los medios de comunicación tienen el importante deber de proporcionar información accesible sobre estos actos o grupos de personas catalogados como “radicales” o “terroristas”. Los periodistas y agencias no solo deben publicar hechos que recalquen y reafirmen las, a menudo, devastadoras consecuencias que traen consigo las conductas de estos grupos, sino que también deben asegurarse de no hacer un uso erróneo de dichos términos. Mientras que la libertad de expresión en una sociedad democrática permite a cualquiera difundir sus ideas sin miedo alguno a ser reprochado por ello, existe un modo adecuado de tratar estos temas que debe mantenerse.
En una entrevista exclusiva, ROOSTERGNN habló con Erin Saltman, investigadora principal en la Quilliam Foundation, sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en este contexto. Saltman es considerada una experta en socialización política.
En su reportaje sobre la tendencia yihad, usted comenta que combatir el extremismo es la labor de todos los miembros responsables de la sociedad. ¿Qué consejo le daría a los nuevos periodistas y periodistas del futuro en cuanto a cómo continuar luchando contra el extremismo?
Creemos que todo el mundo tiene un papel que cumplir, incluidos los periodistas y medios de comunicación. Una de las conclusiones a las que llegamos en nuestro reportaje es que, a veces, cuando la gente entra en contacto con tendencias o terminologías extremistas a través de medios alejados de la red, incluidos los medios de comunicación tradicionales, existe un cierto uso estereotípico y encasillado del lenguaje que se utiliza al hablar de extremismo islamita que no se usa necesariamente para otros tipos de extremismo.
Por ejemplo, en el caso Brevit, en Noruega, antes de conocerse la identidad del sospechoso, todos los titulares apuntaban a un “terrorista” y anunciaban un “11 de septiembre noruego”, además de plantear hipótesis que lo relacionaban con Al Qaeda. Las palabras “terrorismo” y “terrorista” aparecieron por todas partes. Sin embargo, en cuanto se descubrió que fue una persona de raza blanca no vinculada al mundo musulmán quien ejecutó el ataque, todos los titulares cambiaron “terrorista” por “un único hombre armado”.
Esto supone un problema porque, incluso en los grupos de discusión que mantuvimos con jóvenes musulmanes, los participantes afirmaban pensar en personas musulmanas al oír las palabras “extremista” y “terrorista”.
Este no es el comportamiento que los medios de comunicación deberían fomentar y creo que es imperativo que seamos más cautos con las terminologías que empleamos y tratemos de mejorar la manera de contar historias sobre ciertos grupos sociales.
Los medios deberían expresar por qué no se deben seguir ciertas tendencias y por qué no solo estamos definiendo como “malo” a un grupo, sino que lo estamos condenando.
¿Qué opina sobre la legislación del “derecho al olvido” en un contexto de libertad de expresión?
No creo necesariamente en el “derecho al olvido”, porque erige una historia selectiva. Sabemos que la historia ha sido, generalmente, escrita por los vencedores, y una de las libertades de vivir en la era digital es que la historia puede ser escrita por cualquiera que tenga voz y quiera contar su historia.
Cuando empezamos a tener la posibilidad de seleccionar lo que se puede encontrar en Internet y, ciertamente, también nuestras propias historias, entonces es fácil imaginar cuáles serán algunas de las tendencias venideras. Si entras en alguna de las páginas que te permiten elegir la opción de ser olvidado, te preguntan si eres la propia persona que quiere realizar la acción, o su abogado. Aquí se aprecian ciertas inclinaciones, puesto que, si alguien quiere ser olvidado y se puede permitir contratar un abogado, esta persona tendrá más facilidad para llevarlo a cabo que un individuo de a pie.
Nosotros no creemos en una historia supervisada. Además, hoy en día, el tipo de cosas que incluyen el “derecho al olvido” están relacionadas, principalmente, con imágenes de Facebook o cosas de tu pasado que no quieres que salgan a la luz. Ahora poseemos una competencia informática que nos permite alterar la configuración de la mayoría de páginas para impedir que el resto de personas pueda acceder a material delicado, por lo que, en realidad, no deberíamos culpar a ciertas compañías privadas de nuestra propia ligereza a la hora de publicar contenidos en la red de los que podríamos arrepentirnos más adelante.
¿Qué cambios le gustaría ver en nuestra sociedad en cuanto a la lucha contra el extremismo?
En primer lugar, nos gustaría ver los esfuerzos para combatir el radicalismo que se están llevando a cabo fuera de la red reflejados, también, más fielmente en Internet. Se están realizando muchos esfuerzos en pequeñas comunidades locales que luchan contra las tendencias extremistas y que rara vez aparecen en la red, por lo que estos sacrificios pasan a veces desapercibidos. También nos gustaría ver la lucha contra el radicalismo imitar a otras luchas que hemos visto prosperar. Ya se aprecia un mayor nivel de intolerancia hacia la discriminación, como puedan ser la homofobia, el sexismo o el racismo, y que aún no percibimos en la lucha contra el radicalismo. Si pudiéramos hacer campaña y conseguir que más gente se involucrara con nosotros para desafiar el extremismo y el radicalismo de la misma manera que la gente se siente cómoda cuestionándose la homofobia, el sexismo y el racismo, podría resultar muy beneficioso.
¿Cuál crees que es la línea entre el radicalismo y la libertad de expresión?
Es legal el tener ideas o ideologías extremistas. Vivimos en una democracia y, por lo tanto, no podemos decidir qué ideologías son aceptables y cuáles no lo son. La libertad de expresión se regula mediante claras y concisas leyes que definen qué es ilegal; por ejemplo, la incitación a la violencia, la incitación al odio o el apoyo a organizaciones terroristas. Hay definiciones claras sobre qué es el terrorismo y cuáles son las directrices terroristas. Pero, si el extremismo en general no infringe la ley, se trata de libertad de expresión y, por lo tanto, no se puede censurar.
En un contexto religioso, ¿crees que la ideología de grupos terroristas es parte esencial de la información sobre la historia que se trata y, por tanto, debería mencionarse en los medios? En otras palabras, ¿deberían los periodistas otorgarle un tratamiento especial a las noticias relacionadas con la religión o deberían dichas noticias tratarse como cualquier otro tipo de información?
Supongo que se trata de un tema problemático. Las organizaciones terroristas y extremistas tienden a interpretar y malinterpretar las narraciones religiosas para justificar y dar credibilidad a sus actos violentos. La gran mayoría de musulmanes o personas religiosas en general no cree en estos valores. El problema es que, una minoría muy activa vocalmente que apoya estas ideas perversas representa, erróneamente, a la mayoría silenciosa. En lo que refiere a los medios de comunicación, esto se debería sacar a la luz. No siempre parece que estas ideas pertenezcan a una minoría, por lo que, los ciudadanos de América del Norte y Europa Occidental, suelen tener una visión equivocada del Islam, ya que todo lo que se oye al respecto son ideas negativas preconcebidas creadas por una particular y peligrosa ideología.
¿Cuáles son algunas de las tácticas que emplea para enseñar a las mujeres, como en el programa de acercamiento musulmán (Muslim Outreach Programme), para combatir el extremismo?
Tenemos varios métodos de concienciación; una de las cosas que nos gustaría continuar haciendo es enseñar a la gente a no tener miedo a ser activo y participativo en la red, no sólo con mujeres, sino con cualquier persona de cualquier comunidad que quiera crear un mercado de ideas más positivo.
Nuestro trabajo de divulgación también trata de devolverle la fuerza a estas comunidades. Creo que, especialmente en Reino Unido, pero también quizás en Francia y otros estados europeos, se aprecia que las comunidades musulmanas guardan silencio y temen discutir ciertos temas debido a cómo han sido tratados en el pasado, o bien por sentirse una colectividad sin poder. Nuestro objetivo es contraatacar esta negatividad y crear un activismo positivo.