SIRIA. El presidente Obama ha anunciado que la posibilidad de que Estados Unidos, en colaboración con sus aliados, lleve a cabo un ataque aéreo contra Siria en las próximas semanas es muy probable. Existen reportajes en los que se afirma que el gobierno sirio ha utilizado armas químicas contra la oposición, matando a más de 100 personas, incluyendo entre ellas a niños de diversas edades y adultos. De más está decir que el gobierno de Siria reportó a las Naciones Unidas que el ataque fue elaborado y ejecutado por la oposición, y que el gobierno no tuvo nada que ver en dicho ataque. De acuerdo con la información que maneja la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, esta declaración sería una mentira.
Después de recolectar información y evidencias a través de sus fuentes, la Seguridad Nacional informó de que poseía conversaciones entre oficiales del gobierno sirio que se habían producido antes y después de la ejecución del ataque. La Casa Blanca reportó que durante las conversaciones se había mencionado el uso de armas químicas. Obama está utilizando esta evidencia para demostrar a sus aliados la necesidad de un ataque contra la dictadura siria, que ha infringido leyes internacionales relacionadas con los derechos humanos. Sin embargo, si el oeste prosiguiese con el ataque contra Siria, ¿qué significaría para el futuro del país?
El pueblo sirio quiere tener su propia voz y un gobierno que lo trate bien, pero esto no quiere decir que el potencial desmantelamiento del gobierno sirio asegure la paz o o la estabilidad del país. De hecho, hasta podría ser peor que la actual situación que hoy les toca vivir.
Como nos muestra la historia reciente de países como Afganistán e Irak y de las intervenciones internacionales que atravesaron, a un gobierno que está debilitado por fuerzas extranjeras se le hace difícil sostener la tranquilidad y la paz. Ambos países tienen ahora más complicaciones con grupos terroristas como, por ejemplo, Al Qaeda y los Talibanes (mayoritariamente en Afganistán) de las que tenían antes del despliegue militar de Occidente.
Al Qaeda colabora con la oposición siria y prometió venganza contra el gobierno por el uso de armas químicas. ¿Qué sucedería entonces si los Estados Unidos o sus aliados desestabilizaran al gobierno?
El país ha perdido gran parte de su infraestructura y población, sucumbiendo a una despoblación masiva. En estas condiciones, caerá en manos de grupos insurgentes como Al Qaeda. El régimen de Assad es impulsivo y peligroso, de ello no hay dudas, pero la infiltración de Al Qaeda sería lo peor que pudiésemos imaginar.
Un reportaje realizado por la Universidad de Brown declara que los Estados Unidos tuvieron que pagar cerca de cuatro trillones de dólares para la Guerra en el Medio Oriente. Ese presupuesto se utilizó para, entre otras cosas, ejecutar la misión militar, mantener las tropas americanas en Afganistán e Irak con el fin de resguardar la paz, y para operaciones intergubernamentales con el fin de promover la democracia y combatir el terrorismo. Hoy, diez años después, seguimos estacionados en ambos países, aunque sus gobiernos ya no se encuentren en peligro por el acecho de grupos terroristas.
No debemos nunca ignorar la historia. Cuando cometemos errores, aprendemos – o deberíamos aprender – cómo mejorar para no caer en las mismas desgracias. Recomiendo que Occidente haga lo mismo: si se quiere desbancar un gobierno e implementar un estilo diferente, hay que estar preparado y tomar precauciones. Habrá costes económicos para llevar adelante y sostener la intervención militar para expulsar y combatir a los grupos militantes, como también costará dinero asistir al pueblo sirio. Considerando que nos encontramos en medio de una crisis económica global, no parece la opción correcta. Este proceso podría prolongarse por meses o años.
Pero, sobre todo, el establecimiento de un gobierno nuevo no es garantía de estabilidad, conformidad y respeto por los derechos humanos o la democracia. Como muchas personas, yo quiero que el pueblo sirio esté libre de la opresión con la que hoy le toca convivir. Desmantelar un gobierno no ha funcionado en el pasado y es probable – tal vez seguro – que no funcione ahora tampoco.