SANTANDER, ESPAÑA. Llegar a Santander, respirar. Huele a mar. Buena temperatura, buen ambiente. Una ciudad tranquila, sosegada; sin prisas, sin carreras. Perfecta para conocer. O al menos esa fue mi sensación después de pasar allí un fin de semana a finales del verano.

Puerto Chico, el Sardinero, la Magdalena, el barrio pesquero o el faro de Santander, son lugares que hay que visitar al ir a la ciudad, y más si se va a conocer por primera vez. No es una ciudad muy grande, así que no pondrá demasiado impedimento en dejarse conocer en un fin de semana.

Llegaríamos el viernes por la tarde a la ciudad, y hay que ir al Faro de Santander para, sobre todo, disfrutar de sus vistas. Al norte de la ciudad, es un lugar increíble. Quizás el más tranquilo de la ciudad. Un lugar donde no pensar en nada y en el que sólo se debería permitir disfrutar del ruido de las olas mientras miras al infinito.

Atardecer en la playa del Sardinero

Atardecer en la playa del Sardinero

Aquí se podría disfrutar de los colores de un sol escondiéndose geniales, pero si preferimos seguir conociendo Santander hasta que empiece la noche, podemos pasear por la Segunda Playa del Sardinero, que es la más cercana al Faro. Un paseo precioso por una playa larga, ancha y de una arena fina. Un camino relativamente largo, con el que seguro, veremos caer la noche.

Al llegar esta, podemos ir a tomar algo a La Conveniente, en la Plaza del Cañadío. Tomar algo lo que sea aquí, pero que nunca falte una ración de sus famosísimas croquetas.

En la misma plaza, y famosa por sus tapas, la Bodega Cigaleña. Tampoco podemos dejar de ir. Además, si se es joven y se tiene ganas de fiesta, es en esa misma Plaza en la que la juventud de la ciudad se reúne por la noche para beber unas copas entre amigos antes de pasar una larga noche.

Al día siguiente, seguiremos conociendo Santander por dónde la dejamos el día anterior: el Parque del Piquío, una pequeña zona verde que separa las dos playas del Sardinero. Sólo se podrá pasar de una a otra por la arena cuando la marea sea baja, ya que cuando no lo es, el agua llega hasta el Piquío.

Recorreremos la Primera Playa del Sardinero hasta llegar a la Playa del Camello, llamada así por una roca con forma de la parte superior del animal. Y aunque es una playa con bastantes piedras, es muy bonita y bastante tranquila.

De esta playa, pasaremos a recorrer La Magdalena. Un precioso parque que cuenta con un también precioso, claro, Palacio: el Real Palacio de La Magdalena, un regalo de la ciudad para Alfonso XIII que utilizó como residencia de verano. Un palacio seguro conocido por muchos por ser el escenario principal de la serie Gran Hotel, de Antena 3. Además, el mismo lugar es sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Siguiendo el camino que recorre el parque, además del Palacio de La Magdalena podremos encontrar un pequeño zoo con leones marinos, pingüinos y gran variedad de aves; el Museo del Mar, las Caballeriza y el campo de Polo y disfrutar de la playa con el mismo nombre que el parque.

Palacio de la Magdalena

Palacio de la Magdalena

Para comer, al lado de donde nos encontramos, el Balneario de la Magdalena. Es un restaurante en el que podemos comer con vistas a la playa, a la Magdalena, y desde donde se puede ver el Hotel Real, un impresionante edificio de estilo palaciego con vistas a la Playa de los Peligros, que cuenta con cinco estrellas y la denominación GL o “gran lujo”, al cual Emilio Botín, el presidente del Banco Santander tiene un acceso privado desde su casa que se encuentra al lado del Real.

Para bajar la comida, un paseo por la Avenida Reina Victoria, siempre con vistas al mar, hasta el Palacio de Festivales, lugar que durante todo el verano y gran parte del resto del año, recoge multitud de teatros, festivales de música o actos para todo tipo de público. De aquí, un breve paseo hasta el Real Club Marítimo, al cual sólo se podrá entrar si se pertenece o tiene invitación.

Llegados aquí, quizás sea hora de adentrarse un poco y perderse por las calles de la ciudad: ver bares, tiendas, pastelerías, plazas, edificios… Será un rato para cada uno que quiera visitar la ciudad.

¿Para cenar? Unas tapas en Las Hijas de Florencio o en el bar El Diluvio, aunque si preferimos cenar en plato, yo recomendaré siempre Días Desur, un restaurante que empezando por la carta y terminando por sus postres, no deja a nadie indiferente. Y para tomar la última antes de descansar después de un día cansado, las zonas de Río de la Pila y el Cañadío son las más frecuentadas por la noche.

El último día comenzaría por los Jardines Pereda, a la Plaza Porticada, al Mercado y a las calles más comerciales: Burgos y San Francisco. Y para terminar con Santander, una breve visita al Barrio Pesquero, y si se puede, comer en uno de sus restaurantes: un pescado o marisco recién cogido del agua, un final de viaje increíble.

Nunca olvidar que este ha sido un artículo escrito por un visitante cualquiera de la ciudad. Estoy seguro que he olvidado lugares magníficos, o incluso mejores que alguno que haya podido apuntar como importante, pero prometo volver a la ciudad, y espero que cualquiera de los lectores lo haga, por primera vez, o repita la experiencia de re-conocer esta ciudad del norte del país que siempre deja recuerdo.