MADRID, ESPAÑA. Desde 1965 la especie Ailuropoda melanoleuca, según su nomenclatura científica, está incluida en la relación de animales en peligro de extinción elaborada por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). A efectos de crianza supone mantener, a día de hoy, unos 300 osos panda en cautividad y conservación ex situ en todo el mundo. Los ejemplares de esta especie suman una población mundial de tan solo 2.500 ejemplares, de los cuales, 10 se pueden visitar en parques europeos: Viena, Beauval, Madrid y Edimburgo.
Tal y como explica María Delclaux, conservadora de mamíferos del Zoo Aquarium de Madrid, la razón de promover la cría artificial fuera de su hábitat –en las regiones montañosas de China– es la compleja reproducción natural de este mamífero: las hembras tienen una vida fértil de sólo 48 horas al año, lo que hace prácticamente imposible alcanzar una tasa de reposición por medios tradicionales. Aunque en todos los casos se intente como opción preferida la reproducción natural, es habitual tener que recurrir a técnicas de reproducción asistida cuando se trata de pares creciendo en cautiverio. Así las cosas, el nacimiento de un osezno en Madrid el pasado agosto supuso un hito muy optimista para la especie en su conjunto.
Para entender la especificidad y el interés natural de estos tiernos animales bicolor, podemos recurrir a datos como el de las proporciones de la cría respecto de la madre, 1/900 al nacer: estas diminutas dimensiones del feto dificultan el reconocimiento del embarazo que, además en ocasiones, puede ser solo un pseudoembarazo: un proceso hormonal muy similar al embarazo real, pero que terminará pasados 50 días sin ningún nacimiento. El pequeño que crece en Madrid desde el 30 de agosto, por ejemplo, nació con un peso de sólo 210 gramos (el peso de una taza de arroz) que, a un ritmo constante del 10%, ya ha convertido en más de 6 kilos gracias a los cuidados de su madre, Hua Zui Ba. Pero igual de veloz que su desarrollo físico, lo es el motor: el oso panda solo tarda unas semanas en echar a andar, ver y oír lo que les rodea e incluso a vocalizar. Además de crecer en sus dimensiones, día a día las bestias se hacen más peludas y sus colores característicos comienzan a distinguirse, pues al nacer lucen un color rosado, consecuencia de una reacción química entre su piel y la saliva de su progenitora.
Otra curiosidad es la alimentación de estos mamíferos asiáticos, basada en el bambú, los frutos, raíces, roedores o insectos. De media, un adulto come 50 kg de bambú al día de los que sólo unos 23 serán efectivamente digeridos, debido al complejo funcionamiento de su aparado digestivo. Pese a ser una familia animal carnívora, los osos panda están fisiológicamente mejor preparados para extraer de las robustas cañas de bambú los nutrientes necesarios, que para cazar algo más que insectos o roedores. En efecto, el panda pasa la mitad del día (12 de 24 horas) seleccionando las mejores ramas de bambú, desgarrándolas para llegar a su esencia y engulléndolas. Esta notable demanda de bambú, una especie vegetal típicamente asiática supone el mayor reto de los cuidadores de pandas en todo el mundo.
A pesar de que su comportamiento pueda ser fácilmente interpretado como sedentario y perezoso, lo más habitual es ver a los osos trepando árboles, buscando lagunas en las que bañarse, pues tienen un gran sentido de la higiene o incluso nadando. Sin embargo, su intensa actividad física es del todo contraria a la social: se trata de una especie eminentemente solitaria, que en muy raras ocasiones se relaciona con sus congéneres fuera del corto periodo de celo que pasan las hembras. Éstas pasan incluso a vivir apartadas de su comunidad natal al convertirse en adultas para evitar la endogamia, y los machos rastrean el terreno en busca de las marcas olfativas que otras hembras sin parentesco con ellos han dejado para indicar su estado de predisposición sexual.
Aun así, los conservadores de todo el mundo se esfuerzan por mantener las particularidades culturales de su región de origen, entre ellas, la de la elección del nombre. La cría española recibió el pasado día 5 de diciembre por nombre oficial Xing Bao (Tesoro de estrella), como resultado de una votación de los internautas puesta en marcha por el Zoo Aquarium de Madrid. Esta elección democrática ha durado los 100 días que la tradición china impone desde el nacimiento.