COLOMBIA. El 10 de diciembre se conmemoró en todo el mundo el Día de los Derechos Humanos. Aunque se han desarrollado instrumentos y mecanismos para asegurar la primacía de estos derechos y para hacer frente a las violaciones de los mismos, todavía queda mucho camino por recorrer.
Esto es más que evidente en un país como Colombia, donde continúan las negociaciones de paz entre los guerrilleros revolucionarios (FARC) y el Gobierno de ese país. El conflicto armado ha dejado ya un saldo de 220.000 asesinatos documentados, de los cuales 177.307 fueron perpetrados contra la población civil y otras 40.787 víctimas mortales se cuentan entre las partes combatientes tal y como informó el 24 de julio de este año el informe presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de Colombia.
Asimismo, hay que tener en cuenta que en este país hay 3,7 millones de desplazados por el conflicto armado, de los cuales 2 millones son mujeres y niñas, quienes son blanco directo de violencia por el hecho de ser mujeres. Un informe presentado por el periódico El tiempo sostiene que, en Colombia, 265 mujeres son víctimas de algún tipo de violencia cada día.
“Las niñas son usadas para hacer inteligencia e infiltrar al enemigo, para el mantenimiento de las comunicaciones, la alimentación, el almacenamiento y transporte de armas y explosivos, de precursores químicos para el procesamiento de narcóticos, la servidumbre y explotación sexual, etc.”, recoge por su parte un estudio de la experta en derechos internacional humanitaria, Natalia Springer.
A esto hay que añadir que en Colombia existen zonas que están especialmente desamparadas, como es el caso de Tumaco, enclavado en el Pacífico y que es víctima del fuego cruzado entre paramilitares, guerrilleros y bacrim (bandas criminales emergentes). En este contexto, no es de extrañar que mujeres que viven allí, como es el caso de Flor María Barreiro, afirmen que “en Tumaco nos acostamos siendo víctimas y nos levantamos siendo sobrevivientes, y digo victimas porque durante el día salimos de nuestra casa y no sabemos si regresamos”. Barreiro señala asimismo que “vivíamos en zona rural, y ya era costumbre que la guerrilla entrara y matara gente a su antojo, y también los narcotraficantes en la ciudad”.
El equipo de trabajo de la ONG de Global Humanitaria en la zona es testigo del incremento de la violencia y la vulneración de los derechos humanos. Tumaco es un enclave estratégico, ya que se trata del segundo puerto con salida al Pacífico más importante del país y en su territorio existe una espesa selva, ideal para las acciones que ocupan al narcotráfico. Como consecuencia de ello, ha pasado a ser la tierra con mayor número de muertes violentas del país al año (en 2013 ya van 173, según datos de la revista colombiana Semana).
A pesar de todos los obstáculos, la población local está tejiendo una red de activismo social en favor del diálogo y la pacificación, que intenta salir adelante, ayudándose mutuamente y no rindiéndose ante este conflicto armado. “El hecho que podamos participar en una contienda política es ya una gran ganancia. Además estamos apoyando el tema de las nuevas masculinidades, porque los hombres también deben entrar a este proceso, participar, reflexionar y replicar”, señala de nuevo Barreiro a propósito de los proyectos que impulsa o cuentan con la colaboración de la ONG Global Humanitaria.