[translations idioma=”EN” url=”http://rgnn.org/2014/01/09/thailand-political-crisis-adds-up-and-continues”]
TAILANDIA. El próximo dos de febrero se celebrarán elecciones legislativas en Tailandia. Estos comicios, están llamados a poner fin a un tumultuoso periodo gubernamental de Yingluck Shinawatra (2011-2013), hermana del anterior líder depuesto del país Thaksin Shinawatra. La actual primera ministra del país ha visto como la oposición, por medio de las protestas en las calles y mediante la retirada de sus diputados del parlamento, ha reventado su legislatura y ha provocado el fin de la misma. La celebración de estas elecciones se ha planteado por parte del gobierno como la única vía de salida a la profunda crisis política que asola Tailandia desde el año 2006 y que ha entrado en una nueva fase en estos meses.
La oposición, centrada en el partido Demócrata y en el Comité para la Reforma Democrática del Pueblo, ha anunciado que boicoteará las elecciones, fenómeno que guarda una estrecha relación con las elecciones de 2006, en las cuales, el partido de Thaksin Shinawatra compitió en unas elecciones en las que la oposición no se presentó calificándolas de fraudulentas. Meses después el gobierno de Thaksin Shinawatra fue derrocado por un golpe de Estado llevado a cabo por el ejército y apoyado desde la casa real tailandesa.
¿Seguirá el año 2014 por el mismo camino que los sucesos de 2006?
La respuesta es incierta, pero sí cabe argumentar tres razones de peso por las que las elecciones no servirán para poner fin a la situación de inestabilidad política que el país sufre desde el golpe militar de 2006 y que puso fin al ciclo de Thaksin Shinawatra en el poder (2001-2006).
En primer lugar, el hecho de que la oposición no acuda a las elecciones, desvirtúa cualquier resultado y gobierno que surja de dicho proceso. La decisión de la oposición, supone deslegitimar todo el entramado electoral y de partidos de Tailandia y por ello pone de manifiesto la primera de las tres grandes crisis de Tailandia, la del propio sistema político democrático del país. De hecho, los últimos cinco procesos electorales celebrados en el país han sido ganados holgadamente por partidos vinculados a la familia Shinawatra, y el siguiente proceso electoral también será ganado, sin que ello sirva para estabilizar el país.
En segundo lugar, tanto el ejército como la monarquía tampoco aparecen como posibles actores de consenso. La participación de ambos en el golpe militar de 2006 implica que buena parte de los tailandeses no vean con buenos ojos su reaparición política como posibles árbitros ante el bloqueo político reinante.
En tercer lugar, Tailandia vive desde inicios del 2004 una insurgencia en el sur del país protagonizada por parte de la comunidad musulmana del país. Desde entonces, y de acuerdo a las cifras publicadas por el Comando de Operaciones de Seguridad Interna, 5.296 personas han muerto, 10.593 han resultado heridas a consecuencias de los más de 15.192 actos de violencia perpetrados en el sur del país. Insurgencia que año a año ha ido intensificándose ante la parálisis del gobierno central y que constituye no sólo el principal foco de inseguridad en la zona sino también en el Sureste Asiático.
Así Tailandia sufre tres grandes crisis conectadas entre sí que su superación pasa por un gran acuerdo político que refunde el agotado marco político del país. De ello depende el rumbo que tome uno de los países líderes de la región, país que ha sabido mantenerse independiente a lo largo de su historia y resolver sus problemas hasta ahora.