RUSIA. Cuando nos aproximamos al inicio de los Juegos Olímpicos de Sochi y con el eco de ciertas noticias del pasado 2013 sobre el estado de la democracia en Rusia, es importante plantear cuál es la hoja de ruta de su Presidente, Vladimir Putin, con su imagen de “macho alfa” envolviéndose en los viejos “valores morales” rusos para la Rusia del siglo XXI. Algunos datos son significativos y fueron expuestos en discursos y conferencias durante el pasado diciembre.
– La “nueva” Rusia no aspira a una hegemonía mundial, pero “tampoco admitirá una superioridad militar ajena: nunca lo toleraremos”. Rusia quiere reencontrarse con el prestigio militar perdido de la antigua Unión Soviética y así ha sido una adalid en la defensa de una solución pacífica (?) de las crisis de Siria –pese a que continúan los crímenes contra la Humanidad que allí se cometen- o en Irán, al mismo tiempo que fortalece su alianza con la última dictadura europea, Bielorrusia-Belarús y con el sospechoso Kazajstán. Para ello ha lanzado un plan de rearme sin precedentes, para recuperar la vieja gloria de la Unión Soviética.
– Putin desea buscar una ideología que sustituya al comunismo, creado un remedo de “credo moral” contrapuesto a los “valores” occidentales. No desea criticar estos valores, afirma, pero “lo importante es proteger a nuestra población de algunos presuntos valores, que resultan muy difíciles de interpretar para nuestros ciudadanos”. ¿Cuáles son esos “valores espirituales” -le preguntó una atrevida periodista recientemente- Son valores contrarios a un “comportamiento bastante agresivo de algunos grupos sociales, que, desde mi punto de vista, viven como quieren y, además imponen sus criterios, y de modo muy agresivo, a otras personas y en otros países”. Son valores milenarios: “cada vez más gente en el mundo apoya nuestra postura, que es la defensa de los valores tradicionales, que constituyen desde hace milenios los fundamentos morales y espirituales de la civilización de cada pueblo”, afirmó. Son valores conservadores, que impidan “la vuelta atrás”, el viaje “al caos de las tinieblas”, citando así a un filósofo ortodoxo, Nikolai Berdiaev, expulsado de Rusia por los comunistas en el 1917.
– Se recurren así a los valores tradicionales de la “madre Rusia”, incluso anteriores a la Revolución comunista del 1917. Son aquellos valores que “no estorban al avance o el ascenso e impide el retroceso y la caída”. De hecho, Putin, ex-dirigente del KGB –el servicio secreto de la antigua URSS-, afirma que los códigos del comunismo de los años 60 a 80, en la Unión Soviética, “eran una mala copia de la Biblia”, porque contenían todo, pero “relatado de modo primitivo y horriblemente recortado”. Los valores morales, por tanto, desaparecida la URSS, deben recuperarse para evitar que la “sociedad se degrade”. La crítica a la vuelta a los valores tradicionales es “antidemocrática”
– Estas afirmaciones de Vladimir Putin guardan relación con su declarada oposición a las relaciones homosexuales, entro otros “valores” y “contravalores”. Así, las familias deben ser numerosas (mínimo de tres hijos), pues la sociedad rusa envejece, afirma el Presidente. Debe promoverse la adopción de niños huérfanos, paralizando o reduciendo por tanto las adopciones internacionales, entre ellas aquellas reclamadas por homosexuales o solteros. Curiosamente la filosofía de Putin le ha supuesto gran simpatía en los sectores más ultraconservadores de Estados Unidos. Ver para creer.
– La propaganda homosexual queda prohibida, con el argumento de representa un daño psicológico y moral para los menores de edad. Esta cuestión es una obsesión de Putin. Une en su discurso “homosexualidad” y “paidofilia”. Y ante los próximos Juegos de Sochi, que se inauguran el 7 de febrero, ha indicado que los homosexuales pueden sentirse “tranquilos y a gusto” durante los Juegos, pero “dejando en paz a los niños”: “no prohibimos la homosexualidad, prohibimos la propaganda sobre la homosexualidad y la paidofilia”. Incluye ello limitar también el derecho al aborto, derecho que se ha reducido –aunque por cierto, seguirá siendo infinitamente más generoso que la propuesta de reforma que se plantea en España-.
– En esa crítica, incluye incluso a los ecologistas. “Tengo una actitud positiva hacia las personas que se dedican a la protección de la naturaleza, pero es inaceptable hacer de ello una fuente de propaganda”
– Putin se envuelve en la bandera de la Iglesia, lo cual sorprende para un ex-agente del KGB, la temida y criminal policía secreta rusa. Curioso que indique que “la Iglesia es el socio natural del Estado”, pues recuerda discursos fundamentalistas de los neocon norteamericanos. Ha afirmado que fue bautizado a escondidas en 1952, un año antes de la muerte de Stalin. Claro está que el moralista ex-jefe del KGB se ha divorciado en el 2013 tras 30 años de matrimonio.
– Putin no rechaza toda la herencia que el mismo ayudó a defender. Es “amoral”, en su juicio, la destrucción de monumentos de personajes históricos, ya sea un Zar o el genocida Stalin o el fundador de la KGB, Félix Dzerzhinski, o del mismo Lenin. La moral de Putin es, extraña y peculiar, cuando afirma que “¿cual es la diferencia entre Cronwell y Stalin? Ninguna”. Si los monumentos de Cronwell sigue ahí, en el Reino Unido, también deben seguir los de Stalin, culpable de decenas de millones de muertos y asesinados, afirmó. Claro está que ningún periodista pudo preguntarle si Stalin era mejor que Hitler, porque en este último caso ninguna estatua existe en Alemania.
-Y la Rusia de Putin vuelve de nuevo a la propagada antinorteamericana y antioccidental, en las televisiones del Estado, en donde constantemente se transmiten mensajes destinados a acreditar que Occidente es un entorno hipócrita, amoral y degradado, con malvadas intenciones frente a la nueva Rusia. Por ello, Putin aboga por un concepto “democrático” de los medios de comunicación estatales, pues deben regirse por “el patriotismo”. El patriotismo, es de suponer, de un ex agente de la KGB soviética, que no impide que las élites rusas viajen compulsivamente a Occidente, incluida a España, en sus vacaciones estivales.
– Es significativo hacerse eco del comentario del académico Víctor Sheinis, uno de los padres de la Constitución actual rusa: “Putin se orienta hacia la parte menos evolucionada de la población, que aún está impregnada de la propaganda soviética sobre occidente”. Intuimos que es su caladero de votos, en donde su imagen conservadora y moralista, pero de “macho-alfa” tiene mayor predicamento, mientras los opositores a su figura en muchos casos acaban siendo detenidos o defenestrados. Por ello el Presidente desea reformar la Constitución y además fortalecer su alianza con países de igual mentalidad, por lo que intentará evitar cualquier acercamiento de Ucrania a Europa, pues el modelo que más le gusta es el de la Bielorrusia de Alexander Lukashenko. Pero como afirma Sheinis, “la alianza con los países que tienen los valores tradicionales en sus banderas no dará nada a Rusia, ya que será una alianza contra la modernización y Rusia necesita modernizarse”.
Rusia, sin duda, una gran nación y con un historia de padecimiento y sangre entre el zarismo y el comunismo, sazonado por decenas de millones de muertos por la I y II Guerra Mundial y el genocidio de Lenin y Stalin y los dirigentes posteriores, merece algo más, en pleno siglo XXI, que ser una democracia de bajísima alta intensidad dirigida por personas que han formado parte de uno de los más represivos sistemas de seguridad, como era el KGB, calificada hoy como “organización criminal” por los países de la Unión Europea que, precisamente, han conseguido independizarse de la antigua Unión Soviética.