CEUTA, ESPAÑA. Ceuta es una ciudad bajo soberanía española que se encuentra en el norte de África, en el Estrecho de Gibraltar. Tiene actualmente más de 77.000 habitantes y una ciudadanía española bilingüe de casi un 40%. Entendemos por bilingües aquellos cuya lengua materna o nativa es el árabe ceutí y tienen el español como segunda lengua. El árabe ceutí pertenece a la zona dialectal norte de Marruecos y, por consiguiente, comparte rasgos con esta región lingüística que comprende la región de Yebala y la costa atlántica hasta Larache más o menos. Sus rasgos particulares, que lo diferencian, son los préstamos del español y la alternancia de códigos. Estos, junto a su situación dentro de las fronteras españolas, le confieren un estatus concreto que hace que podamos presentarlo como una lengua del territorio español junto a las restantes.
La población bilingüe accede a la nacionalidad española a partir de 1986 –aunque su presencia hay que situarla a finales del siglo XIX– a raíz del debate que generó la publicación de la Ley de Extranjería promulgada un año antes, tal como señala la profesora Ana Planet en su libro Melilla y Ceuta, espacios-frontera hispano marroquíes (Ceuta – Melilla, UNED de Melilla, 1986, pp. 85-106). Llama la atención que en el Estatuto de Autonomía de la ciudad, aprobado en 1995, no se haga referencia a su riqueza lingüística –solo se habla de pluralidad cultural–, lo cual genera, bajo nuestro punto de vista, un empobrecimiento cultural generalizado a nivel institucional. Los partidos nacionales, PP y PSOE, se oponen a cualquier intento de reconocimiento en la reforma del Estatuto, no así el grupo local “Coalición Caballas”, que lo pide abiertamente.
Sin embargo, la Constitución española, en su artículo 3, dice lo siguiente: “1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. 3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Es el caso del gallego, el vasco o el catalán.
Por consiguiente, aunque haya que comenzar por el reconocimiento del árabe ceutí, se está violando abiertamente un principio constitucional en la ciudad de Ceuta. Se trata de una lengua minorizada, ya que está ausente de las instituciones oficiales del gobierno español en la ciudad, comenzando por la escuela. Ceuta sigue teniendo a día de hoy el índice de fracaso escolar más alto de España, más acentuado en aquellas escuelas en las que la presencia española cuya lengua nativa es el árabe es mayor. Si bien es cierto que habría que tener en cuenta otros factores como el económico –falta de inversión en lo público– y social –paro, marginación, etc.–, los especialistas coinciden en señalar que el uso de la lengua nativa es importante en la educación escolar, ya que permite un mejor desarrollo de la capacidad académica del alumno.
Nos encontramos ante una lengua oral que no ha sido normalizada y codificada, pero esto no es imposible de hacer. Y además habría que decir que el árabe clásico –empleado en las instituciones en los países árabes– no es lengua nativa o materna de ningún árabe. El único árabe normalizado, codificado y oficializado es el árabe maltés. En el caso de Ceuta, el árabe lengua nativa es el árabe ceutí. Con el fin de que se consiga el derecho constitucional español, habría que fomentar una mayor conciencia lingüística por parte de los hablantes, crear una especie de Academia de la Lengua Árabe Ceutí y recibir el apoyo de las instituciones educativas y políticas.
El reconocimiento del árabe ceutí, y su posterior cooficialidad, forma parte de las medidas que la Administración debería de poner en práctica para una convivencia intercultural, evitando así que las actitudes intolerantes y el racismo institucional cobren mayor fuerza. En unos momentos en los que la crisis económica que vive Europa ha hecho remontar partidos de extrema derecha con sus consiguientes comentarios xenófobos, el potencial humano que representan las distintas culturas debiera de ser un instrumento, junto a las políticas sociales, para construir un futuro con más color, igualdad, derecho y justicia social. En este sentido, es interesante destacar las palabras de Sami Naïr en su libro La Europa mestiza. Inmigración, ciudadanía, codesarrollo (Barcelona, Círculo de Lectores, 2010, p. 259): “Europa debe de elegir… la vía estadounidense o la vía brasileña… o ir hacia una sociedad de segregación étnica, racista, como Estados Unidos, o ir hacia una sociedad que se acepta y hace de su diversidad étnica su identidad, una sociedad no de diferencias, sino mestiza, una sociedad en la que la imagen que el pueblo tiene de sí mismo corresponde a su diversidad”. Que es inevitable la mezcla de culturas en Europa, es algo que se palpa en cualquier gran ciudad en la que nos encontremos. Perderse en la reivindicación de un pasado cristiano con supuestas raíces de lo que hoy conocemos como sociedad europea es –sin dejar de reconocer la Historia– no querer avanzar en la construcción de nuestras sociedades.