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Bajo el lema “la educación es la clave”, ROOSTERGNN publica una Serie Especial dedicada exclusivamente a uno de los temas más importantes hoy en día: Educación. Puede seguir la Serie completa aquí. 

MADRID, ESPAÑA. En una entrevista exclusiva, ROOSTERGNN habla con Juan Gimeno, Rector de la UNED.

¿Qué opinión le merecen los recurrentes resultados del informe PISA como docente de la educación superior? ¿Se está descuidando en España excesivamente la formación de personas (en la educación primaria) a favor de la creación de un nuevo modelo -inoperativo- de formación de profesionales (en la educación superior)?

Juan Gimeno: Creo que estamos descuidando todas las etapas pero es cierto que se empieza a construir desde la educación infantil, con lo cual cualquier fallo que se arrastre desde entonces luego es más difícil de recuperar en el futuro.

¿Por qué tenemos malos resultados? La primera razón es por la inestabilidad legislativa: no dejamos consolidar ni un solo sistema: prácticamente no ha habido una generación en la Democracia que haya acabado sus estudios con el mismo plan con el que los empezó y eso es fatal para cualquier sistema educativo. ¿Qué pasa? Que el profesorado tiene que dedicar más tiempo a estudiarse la forma de adaptarse a más burocracia que a perfeccionar sus métodos, sus posibilidades etc. Primer gran error.

Segundo gran error: se dedica más atención a lo Macro que a lo Micro. Al final el problema está en cada escuela, en la integración, en cómo se  reparten los estudiantes problemáticos, porque en el momento en el que empiezan a concentrarse en determinados centros en contra de otros, eso los condena cada vez a mayor deterioro. Habría que dedicar más atención a cómo se gestiona la educación en cada centro, en cada institución.

Y tercero: a mí me parece preocupante, que en algunas charlas de los responsables del ministerio de educación sobre la reforma, se llegue a no oír hablar del profesorado. El eje de un sistema educativo es el profesorado: la mayor atención hay que hacerla en ellos. Alguna vez he dicho que un buen profesor da buena clase hasta en un garaje y por eso hay que cuidar su preparación, valoración, estímulos, autonomía y dar estabilidad al sistema.

Entonces, si tuviera que proponer un sistema de gestión que usted importaría desde el exterior a España, ¿sería el finlandés que es el prototípico?

No, yo creo que hay que aprender de los otros sistemas, pero cada uno es diferente gracias a cada circunstancia social: o cambias todo el sistema, o al copiar una sola parcela (como algunas cosas del sistema americano en la Universidad) no llega a funcionar. Hay que tener cuidado con los trasplantes porque nunca son idénticos. Pero sí que: miremos hacia fuera y aprendamos; y yo creo que sobre todo eso, demos mucha más confianza los equipos docentes.

Viendo cómo cada vez hay más estudiantes universitarios: ¿Diría que vamos hacia una deflación del valor del titulado superior?

Afortunadamente lo que en los ’70 era un lujo -a la universidad llegaban solo o los listos o los hijos de familias pudientes-, ahora se ha democratizado, y permite el acceso a más gente, que siempre es positivo.  Obviamente no puede ser lo mismo una situación en la que llega una minoría  a la universidad y además ya privilegiada desde la cuna, a cuando llega más gente. Lógicamente el nivel general, aparentemente es inferior, pero solo aparentemente porque toda esa gente que ha llegado, sino, estaría en un nivel muy inferior; luego la media ha subido. Las cifras de universitarios en España son comparables con otros países, aunque hay una diferencia: en otros países europeos hay una formación intermedia de 3 años que es la mayoritaria, y a los 5 años llega menos gente. Aquí al haber elegido el grado de 4 años, sí se produce quizás una hiperformación: un exceso de formación para lo que el mercado puede absorber.

Pero en el fondo el que parezca que “sobran titulados universitarios” tiene que ver más con que hasta ahora se ha optado por un modelo que ha primado la mano de obra barata y de poca formación – por ejemplo en construcción, servicios, turismo, hostelería-. Para el silo XXI y para salir adelante en productividad, la Economía española tiene que apostar al revés, por un modelo donde la cualificación sea fundamental porque ahí es donde podremos ser competitivos; por no hablar de que sería un error dejar que otros aprovechen los resultados de toda la inversión que hemos hecho en educación.

Con esta cualificación de la mano de obra se refiere a insistir más en la FP que también es  mano de obra cualificada, pero de otra manera o…

A varias cosas; uno, al impulso de la FP de calidad para cambiar la mentalidad de que es “una opción de segunda”. De hecho se está notando ya, tengo noticias de que mucha gente no ha podido acceder por falta de plazas y es que  los niveles de empleabilidad son bastante altos en muchas especialidades.

Pero también estoy hablando de que es en el propio modelo productivo donde tenemos que apostar por producir bienes y servicios que requieran mano de obra cualificada: que compitamos con inteligencia, con I+D+i.

Con Bolonia: ¿Cree usted que se encontrará más fácilmente la demanda de profesionales que hace la empresa con la oferta de titulados que hace la Universidad?

Efectivamente Bolonia apuesta por reducir contenidos teóricos y apostar más por un contenido práctico en la formación. Creo que eso es una exigencia ya no tanto de Bolonia, como de la sociedad de la información: no tiene mucho sentido cargarnos de contenido teórico cuando están al acceso de click actualizados. Por tanto, es obvio desde esa perspectiva que hay que ir a una enseñanza con menos contenidos, y más habilidades y competencias.

También querría romper un poco el mito de que la Universidad no forma para lo que exige la empresa. El papel de la universidad tiene que llegar a un equilibrio: que nos enseñe algo que sirva en el desarrollo de nuestra profesión pero sobre todo, tiene que “amueblar las cabezas” porque sino eso se cae, hay que dar la capacidad de adaptación a situaciones diferentes. De ninguna profesión sales sabiendo inequívocamente lo que vas a hacer: dependerá de la empresa, de la actividad… Siempre va a ser en el trabajo que haces donde te adaptes a los fines, estilos; es imposible que te formes para todo porque cada puesto es un mundo. Intentar que los grados den esa formación perfectamente práctica sería empobrecer a los universitarios y darles al final menos capacidad de adaptación que es lo que se necesita cada vez más: adaptarse a un mundo cambiante, necesidades cambiantes.

Ahora bien, ese tópico es verdad: la formación a lo largo de la vida es imprescindible. Y la Universidad, que creo que sí lo está haciendo, tiene que estar muy atenta a la formación de postgrado, a los títulos propios y a hacer esa formación más flexible de modo que uno pueda decir: “necesito reforzarme tal aspecto en mi carrera profesional”. Aunque, desde luego, el ideal sería que hubiera mucha más colaboración de la universidad con la empresa, ésta debería dar más apoyo formativo a sus trabajadores.

Cuando se habla de que hay poca colaboración entre ambas, yo creo que tiene mucha más culpa la empresa que la Universidad. Si uno por ejemplo compara los datos de I+D+i, aparte de que son muy bajos en el Estado, son ínfimos en la empresa. La empresa española es la que apenas invierte en I+D+i, la que no valora a los doctorados… y esa es la mentalidad que hay que cambiar.

Educación: ¿Gobierno o comunidades?

Cada uno tiene sus competencias pero lo que hay que ver es qué está ligado al sistema de financiación de las CCAA, cuando son estas las que tienen las competencias más potentes y caras (Sanidad, Educación) donde además es difícil racionar el gasto sino es reduciendo personal. Suelo decir que en la empresa y la industria, la tecnología abarata costes, pero en la sanidad los encarece: produce un fenómeno opuesto. En Educación pasa algo parecido lo que hay que dar es recursos suficientes a las comunidades autónomas para que puedan prestar adecuadamente los servicios que tiene. La discusión no puede desligarse de cuáles son sus competencias, sus misiones, y del dinero que queramos destinar a las competencias básicas del estado del bienestar.

Dicho esto, yo creo que hay un aspecto muy positivo en la descentralización porque puede crear un cierto estímulo a la competencia, hasta ahora era un estímulo al alza, a ver quién conseguía una universidad más potente; ahora estamos ante una competencia a la baja: a ver quién recorta más. Si nos gobernamos por criterios contables vamos mal: cuando parece que el servicio no importa, sino que cuadre el déficit, eso provoca un deterioro de la gestión pública importante. Pero eso me temo que pasaría estando el estado o las comunidades. Lo que sí es cierto es que no es neutral que a la hora de cuadrar el déficit se exija más a las comunidades que al estado: significa claramente que se está optando por recortar en educación y sanidad en lugar de en defensa o diplomacia.

Esto, sobre financiación; pero en cuanto a contenidos, creo que es importante sobre todo en los niveles no universitarios. Es bueno que existan unos criterios globales, pero reglamentando lo menos posible: a veces legislar demasiado induce a errores a la fuerza. Márquense unos requisitos obligatorios respecto a Cultura, Lengua, Matemáticas y yo diría Educación para la ciudadanía. Llámese como se quiera pero una educación cívica es esencial y a partir de ahí, deje usted autonomía a los centros. Mi experiencia es que cuando se da estabilidad a un centro y a sus profesionales, son los primeros en montar iniciativas interesantísimas. Recuerdo una por la que todo el programa se estructuró según la cronología de la asignatura de Historia y todas siguieron el mismo orden. En cada asignatura se estaban estudiando al mismo tiempo los avances del siglo en concreto. Aquello fue una iniciativa del equipo docente, si está preparado y estimulado, verá como funciona.

Usted como economista ha hablado de los diferentes grados de derechos del Estado del Bienestar. Le hemos oído decir que la progresividad debería estar muy presente en los estudios en todas sus fases: ¿propondría usted una financiación cercana al 0% de la educación de los hijos de grandes contribuyentes?

Si la respuesta fuera solo sí o no, me acercaría más al sí. Creo que el componente básico es la universalidad y gratuidad, en cualquier campo del estado del bienestar. La educación, digamos hasta los 16 años, es universal y gratuita: si usted quiere matricularse en un colegio privado, eso es su problema, pero yo garantizo que será gratuito lo que considero obligatorio.

A partir de la educación obligatoria los beneficios privados van aumentando más que los colectivos: quien tiene una formación universitaria tendrá, como media, unos ingresos más altos durante su vida, por lo que si tiene más capacidad de pago que pague más por ellos.  La Educación, pues, no es un bien público puro y no puede financiarse como tal. Ahí encaja lo de los grados de derechos: la fase donde el beneficio es claramente mucho más colectivo que individual, tiene que ser gratuita y garantizada, y las fases donde hay un beneficio privado superior al público, hay que graduarlas en función de la capacidad de pago de cada uno. En las universidades presenciales, todo estudiante por el mero hecho de serlo, ya tiene una beca del 80% y algunos la tienen casi completa. En el ejemplo concreto de la UNED, algunos están pagando la mitad del coste total de su matrícula porque es una Universidad con economías de escala y eso hace que el coste sea inferior y paga más o menos lo mismo que la mayoría de las presenciales. En todo caso, no veo mal una política de tarifas progresivas, es decir: que algunos alumnos paguen una cuota mayor que la de la media. Sobre todo en grado, porque el interés colectivo que conllevan hay que primarlo. Pero en definitiva, en una Pública debe haber un peso importante, diría casi mayoritario, de la financiación estatal, que a su vez debería estar ligada a criterios de permanencia: un estudiante debe plantearse hacer otra cosa cuando tarda 3 años en acabar primero.

Sin embargo, esas tarifas  progresivas estarán bien siempre que haya un política de becas que compense y que haga que nadie se quede fuera. El problema es que ahora se están subiendo las tasas y bajando al mismo tiempo las becas: formalmente se dice que ha subido pero es falso; lo que ocurre es que en el presupuesto se ha puesto exactamente lo que se gastaba, bueno, algo menos. Antes se ponía 100 y se gastaba 120. Ahora se pone 115 y dicen “Hemos subido un 15%”: no, la diferencia está en que antes se ponía 100 pero todo lo que hiciera falta de más, se pagaba y ahora, se dice: “Ponemos 115, pero ni un euro más de margen” con lo cual, de hecho se han reducido (las partidas en Educación) y las exigencias son mayores. Y si, aunque se hubiera mantenido la cantidad presupuestada, hemos subido las tasas como en la comunidad de Madrid un 30%, de hecho estoy bajando las ayudas en un 30%: estoy dando el mismo dinero para unas tasas más altas. O va a recibir menos cada estudiante, o lo van a recibir menos estudiantes. Eso es una exclusión: que algunas personas simplemente por tener menos recursos, no van a poder acceder a estudios universitarios, lo que supone una pérdida de valor y de capital humano para toda la sociedad.

Ha hablado de un pacto de Estado como única solución, ¿es usted lo suficientemente optimista como para esperar que esto ocurra?

Exigiría un cambio de actitud de algunos responsables políticos que se han basado más en conseguir que no gane el otro, en vez de ganar por propio entusiasmo. Me consta que el ministro Gabilondo había conseguido con los representantes educativos más próximos al PP llegar a un acuerdo, pero como quedaba un año para las elecciones, la secretaria general vetó el acuerdo porque: ¿Cómo se iba a vender esa foto? ¿Reconocer ese triunfo al partido socialista? Entonces mientras prime esa mentalidad, tengo que ser muy pesimista. Hay cosas en las que se puede discrepar, pero hay cosas en las que conviene estar de acuerdo por el bien de todos porque al final, los resultados en Educación son por generaciones y nos afectan a todos. Seguiré siendo pesimista mientras no haya cambios en nuestra clase política.

Hablando de políticos: ¿cree usted que existe alguna relación entre la profundidad de la formación de los políticos que nos están gobernando y la calidad del servicio público que se ofrece?

Puede haber una relación pero sin exagerarlo. Creo que la Política entendida dignamente es representar a los ciudadanos y el interés general, lo cual significa que no hay que ser el mayor experto del mundo para ser ministro, sino una persona con capacidad de liderazgo y de saber asesorarse. Nunca he creído en los gobiernos de técnicos, porque técnicamente nunca hay una única solución, siempre puedes marcar prioridades. Por lo tanto los gobiernos son de políticos, bien asesorados, pero incluso cada uno elige quién le asesora y a quién hace caso. Tampoco pondría mucho el acento en eso, obviamente una mejor formación es beneficiosa.

Aunque quizás yo el acento sí lo pondría en aspectos en los que ahora tenemos más déficit, y es más notorio, de honradez, responsabilidad. Y eso se empieza a educar muy desde abajo, por eso yo hablaba de la educación cívica en los primeros años: incluir valores en la sociedad que hoy faltan. Si no hay confianza en nuestros representantes, se resquebraja todo el sistema.

Como rector de la UNED, ha vivido muy de cerca cómo ésta se ha convertido en pionera en la enseñanza online: ¿Cómo ha cambiado esto el perfil del estudiante? ¿Se ha perdido en el mero manejo de la tecnología o el perfil es una persona que ya viene adaptada a esas tecnologías? Y sobre todo, ¿qué va a hacer la UNED en el futuro para diferenciarse de la presencial, que ya funciona mucho también mediante el campus virtual?

Parte del éxito de la UNED es que se ha ido adaptando a lo largo de 40 años, empezó por envíos por correspondencia y ahora apuesta por los MOOC (o COMA) en la UNED Abierta. Es cierto que a una parte del alumnado le ha costado adaptarse, pero eso ya es en sí un valor añadido: la alfabetización digital que ha promovido la UNED es uno de sus valores más importantes: una generación que ya llegó tarde a los cambios informáticos, se ha incorporado de forma masiva; aunque también ha supuesto un rejuvenecimiento del perfil del estudiante ya hay alumnos que al terminar el Bachillerato eligen la UNED como primera opción, se sienten más cómodos en el mundo.

Para no quedarte atrás tienes que estar al loro de lo que está cambiando y al mismo tiempo tener criterio para reconocer cuáles son fuegos de artificio que luego se quedan en nada. Ahí es donde digo que tendría sentido que exista un centro que se dedique a estar al tanto de la vanguardia y que luego vaya aplicando a cada universidad los resultados correspondientes. Si el Estado apostara realmente por ella, cosa de la que yo no conseguí convencer al gobierno, debería utilizarla como apoyo virtual al resto de universidades españolas: no tiene sentido que cada universidad invierta en medios audiovisuales y tecnológicos, sino que se debería aprovechar un centro superior para la enseñanza virtual como el que ha creado la UNED, al servicio del conjunto de las universidades españolas de modo que habría unas economías de escala evidentes.  Luego cada una haría la oferta docente que quisiera, pero todas utilizando “la misma vía del tren”… pero al final los reinos de Taifas pesan mucho y es difícil.

La UNED es una realidad muy consolidada, con un prestigio en sus títulos que nadie esperaba: la gente sabe que es muy dura y que de aquí se sale muy formado. Algunos me decían: detrás de un titulado de la UNED, sabemos que hay una persona con capacidad de autodisciplina, responsabilidad, constancia,  que son valores que no aparecen en el CV pero que un titulado UNED garantiza.

Respecto del futuro que parece que pasa por el concepto de MOOC, la UNED sigue trabajando en ese campo y de hecho podemos decir que salimos casi al mismo tiempo que el MIT y Stanford. Las listas que salieron de las primeras universidades en ofrecerlos, señalaban: el MIT, Stanford, Harvard y la UNED.