MADRID, ESPAÑA. En 1895 un genuino Oscar Wilde sacó a la luz la comedia ‘La importancia de llamarse Ernesto’ cuyo título original juega con el doble sentido que el sonido de este nombre propio inspira en inglés, Ernest y earnest, significando este último ‘honestidad’ o ‘sinceridad’. En esta magnífica obra el dramaturgo basa su argumento en torno a la importancia de la seriedad y el saber estar en la sociedad de la Época Victoriana. El autor irlandés consigue con un enorme sentido del humor dar la vuelta a las normas y realizar una excelente crítica a la hipocresía que regía entonces la moral del momento.
Oscar Wilde trabaja con aspectos tan verdaderos en la convivencia social del hombre como el concepto de ‘doble vida’, entendido por una parte como la imagen que queremos dar ante los demás, personificado en la figura de Jack en la obra y lo que realmente somos con nuestros secretos más oscuros como Ernesto, el hermano ficticio que crea para enamorar a una muchacha, divertirse en la ciudad y evadir responsabilidades.
Les hablo de esta obra porque aún a día de hoy existe un gran paralelismo con esta doble vertiente del ser humano dónde importa más que nunca la imagen que trasladamos de nosotros mismos de cara a la gran galería que es Internet, algo que las empresas saben que deben cumplir estrictamente para sobrevivir.
En el contexto en el que nos encontramos la llamada Sociedad de la Información empuja a la creación de nuevos paradigmas dónde la interacción es continua y los comportamientos del mercado y las relaciones personales han cambiado. Esta nueva forma de comunicarse y relacionarse de forma masiva e interactiva ha atizado el mundo del Marketing y la comunicación comercial, hay que mimar a los clientes, ser transparentes y personalizar al máximo los mensajes. Según un estudio de INITEC un 65% de los consumidores estaría dispuesto a volver a comprar tras haber sido atendido por una empresa en las Redes Sociales.
En el mundo virtual existen los que hoy podíamos llamar dealers, personas reales o ficticias que han adquirido la categoría de máximos influyentes a la hora de mediar en la venta de un productos y sobre todo generar opinión entre sus acérrimos seguidores. El significado tradicional de esta palabra es ‘comerciante’, en el idioma de la calle también es sinónimo de ‘camello’ y los amantes del Póker lo conocerán como la ficha que designa quién reparte los naipes en la próxima partida.
Un claro ejemplo de dealer de la moda es Bethany Mota una chica de 18 años por la que las firmas y marcas más prestigiosas pelean para que algunas de sus prendas salgan en sus vídeos de Youtube, cuyo canal cuenta ya con más de 5.860.000 suscriptores. Esta joven del norte de California gana solo en concepto de publicidad en Youtube unos 40.000 dólares al mes, sin contar otros ingresos que se nos escapan de las manos.
Sin tener que ser gurús de la red los usuarios comunes han adquirido una enorme importancia también para las empresas, conscientes de la oportunidad de optimizar sus resultados a gran velocidad y con menores costes de producción y publicidad. Con influencia variable, nosotros mismos estamos generando ventas y ahorrando por cada etiqueta de marca que acompañe una simple fotografía en Instagram millones de euros que se destinarían en concepto de inversión publicitaria. Ayudamos a generar los impactos e informamos de otros factores sociológicos y de actuación a medida que vamos navegando en la red.
Con las herramientas que ofrece el medio los anuncios llegan al target adecuado con unas necesidades determinadas, en el momento justo y en el soporte idóneo para ello. Además se pueden medir todos los pasos con una enorme precisión. Por ello el gigante Google más que un buscador se ha convertido ya en una auténtica agencia de publicidad y seguimiento de las normas de consumo.
Pero también existen casos en los que Ernesto sale a la red y la reputación de una empresa o marca queda tan debilitada que será difícil volver a conocerla como Jack. Cuanto menos irónico es lo que le ocurrió a Innwise, una empresa que se dedica al marketing y el posicionamiento online, al filtrarse enlas redes un email interno de los trabajadores de recursos humanos llamando pipiolín a uno de los becarios que iban a contratar. El Huffington Post se hizo eco de la noticia e inmediatamente se popularizó el hashtag #becariopipiolin con muchas frases de indignación hacia la empresa y muestras de apoyo a los jóvenes implicados. La empresa se disculpó inmediatamente en un comunicado que compartió a través de Twitter y Facebook y ahora lleva más de una semana de inactividad en la redes, quizá intentando redimir sus pecados y aplicar sus conocimientos en un plan de comunicación que sea capaz de renovar su imagen.
Puede que sea hora para detenernos a pensar quiénes somos realmente y qué imagen queremos dar sin perder la honestidad en sintonía con nuestros valores y actitudes.Hoy la poca transparencia se penaliza, la creatividad se apremia y la doble vida viste mejor en el teatro.
— María S. Olmo