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Como el valor fundador de ROOSTERGNN, la libertad de expresión, es un problema que preocupa tanto a periodistas, editores, escritores como a individuales. ROOSTERGNN publica una Serie Especial dedicada a temas relacionados con la libertad de expresión que han ocurrido en todo el mundo. Siga la serie completa aquí.

Hace más de tres años que un gobierno respaldado por el ejército reemplazó a la antigua junta que había gobernado el país durante medio siglo. Cuando comenzaron a implementarse las nuevas reformas, se creía que las nuevas leyes impuestas por la junta serían revisadas y ello traería de vuelta la libertad democrática a Myanmar. Hasta cierto punto, así ha sido; se han reducido las restricciones en el ámbito periodístico, la oposición se ha unido al parlamento y se han aceptado leyes que permiten la protesta social y libertad de expresión. Sin embargo, aún se sigue encarcelando a periodistas y activistas, mientras que la oposición política parece ser un mero símbolo, en lugar de una presencia sustancial y activa en el parlamento; un pequeño bloque cuyos comités no hacen más que sugerir asuntos en el congreso.

Para colmo, a pesar de la anunciada puñalada del gobierno a la paz con tropas étnicas, la guerra en el estado de Kachin se ha reavivado desde que el nuevo gobierno se alzara con el poder. El alto al fuego es poco convincente y han brotado episodios de violencia entre las comunidades budistas y musulmanas, siendo la población musulmana de Myanmar, especialmente la minoría rohingya, el principal objetivo de una cada vez peor campaña de persecución y violencia.

En una entrevista exclusiva, ROOSTERGNN ha tenido la oportunidad de hablar con Francis Wade, periodista freelance que se ocupa de la situación actual en Myanmar.

¿Es la libertad de expresión un derecho legal en Myanmar en la actualidad?

Es complicado. Sin duda, ha habido una mejora en cuanto a la libertad de expresión en los últimos años, y ahora hay más cabida para los medios y las protestas públicas. Pero sigue habiendo muchas razones por las que debería preocuparnos el estar dando un paso atrás en esto. El parlamento propuso dos proyectos de leyes el pasado marzo; uno de ellos, el referente a los medios de comunicación, debía garantizar una mayor libertad de expresión en el ámbito periodístico, y aseguraba el fin de la censura. Pero el segundo, una regulación de impresores y editores, contrarresta la ley anterior, puesto que permite al gobierno controlar qué editoriales reciben una licencia para publicar, y cuáles no. Por lo tanto, se trata de una forma de censura disimulada que contradice la afirmación del gobierno de estar permitiendo mayor libertad a los medios. Además de todo esto, ha habido varios casos en el último año de periodistas que han sido coaccionados y amenazados, e incluso algunos han sido encarcelados por tratar temas de gran sensibilidad para el gobierno. Como en el caso de cinco periodistas que llevan a la espera de juicio desde febrero por haber informado sobre la presencia de una presunta fábrica de armas químicas. Mientras que la retórica del gobierno sugiere que la libertad de expresión en Myanmar es un derecho de todos sus ciudadanos, la traducción de ese discurso en leyes reales está aún por llegar, y hace del país un terreno inseguro para los medios.

Varios periódicos birmanos han impreso portadas con bordes en negro en protesta por los recientes arrestos y encarcelamientos de algunos periodistas. ¿Qué impacto cree que las protestas de este tipo pueden tener en los ciudadanos de Myanmar y, en particular, en los periodistas del país?

El hecho de que esos periódicos hayan siquiera impreso esas portadas es una señal de que se ha progresado mucho en los últimos años. La solidaridad entre periodistas posiblemente haya animado a todos aquellos trabajadores de los medios de comunicación cuya libertad de acción todavía está sepultada bajo tanta ambigüedad y preocupación. Y también está el hecho de que periódicos como el Daily Eleven, al que siempre se ha considerado más favorecedor al gobierno que otros medios exiliados, como el Democratic Voice of Burma (DVB), haya aunado fuerzas con este último, además de otros, para protestar contra las restricciones de la libertad de expresión en los medios de comunicación.

¿Cree que los problemas en cuanto a la libertad de prensa en Tailandia y Birmania son comparables? De ser así, ¿de qué manera?

Las limitaciones en la libertad de prensa en Tailandia son un asunto muy reciente, por lo que es difícil predecir qué dirección tomarán las cosas a partir de aquí. En Birmania, la junta solía tener un control casi total de los medios y obligaba a los mismos a aceptar una serie de normas estrictas; por ejemplo, los periódicos solo podían publicarse una vez a la semana, para dar tiempo a los censores a vetar el material que consideraran oportuno. En ocasiones, los periódicos aparecían en los kioscos con agujeros enormes en sus páginas que los censores habían recortado para eliminar artículos que no pasaban el filtro. La junta tailandesa no ha tomado control sobre la prensa, pero sí ha dejado claro que no tolerará ningún tipo de crítica al golpe de estado o sus consecuencias, hasta el extremo de no consentir a los ciudadanos darle a “me gusta” a alguna publicación de contenido crítico o negativo en Facebook.

¿Cree que la regulación de los periódicos en Myanmar es una manera de prolongar la restricción de la libertad de expresión en el país?

El hecho de que el gobierno controle la concesión de estas licencias debería ser preocupante. Hay que tener en cuenta que este gobierno, a pesar de sus himnos a la reforma, sigue estando muy influenciado por una élite militar que ha dado claros signos de desacuerdo con los compromisos de la reforma. La mayor importancia que tiene la prensa libre es su capacidad de cuestionar las decisiones del gobierno, reflejar sus defectos y sacar a la luz posibles actividades ilícitas y abusos de poder. En definitiva, la prensa se encarga de vigilar y exponer los mayores defectos del gobierno. Si los dirigentes son los que tienen el poder sobre la regulación de los medios y, por tanto, el poder de decidir quién puede publicar o emitir sus historias y quién no, entonces el valor de la prensa disminuye considerablemente. Y, cuando eso ocurre, como ya pasó durante el gobierno de la junta en Myanmar, y que podría ocurrir también en Tailandia dentro de poco, existe el peligro de que, paradójicamente, la prensa se convierta en una herramienta del gobierno para desviar las acusaciones a su administración y quitarle importancia al panorama retrógrado impuesto por ellos mismos. Hay optimismo en cuanto a la situación en Myanmar, puesto que tanto los medios como los lectores están versados en esa clase de manipulaciones y existe en el país un gran grupo de periodistas lo suficientemente valientes y espabilados como para captar estas tácticas y combatirlas.

¿Cree que el encarcelamiento de Zaw Pe sugiere que la libertad de expresión aún está limitada? ¿Cómo de fiables son las razones del gobierno para su detención?

Condenar a una persona a un año de cárcel por “molestar” a alguien (en este caso, un funcionario), es exagerado en cualquier caso. Ni siquiera había indicios de violencia. Lo único que pareció preocupar a las autoridades fue el hecho de que Zaw Pe estuviera grabando el lugar sin saber con certeza si disponía de un permiso para hacerlo. Incluso siendo así, no lo condenaron en base a esta grabación (algo que sí solía hacer la junta para encarcelar a periodistas infiltrados con cámaras ocultas). No es ninguna coincidencia que tanto el arresto a varios periodistas por destapar el caso de la fábrica de armas químicas y el de Zaw Pe ocurrieran en la división de Magwe; ahí mismo fue donde Yae Kha (periodista de Mizzima News) fuera encarcelado en abril por unirse a una congregación en apoyo a la libertad de prensa. En muchas zonas del país, alejadas de los territorios de influencia internacional, las cosas siguen siendo como lo eran bajo el mandato militar; las autoridades locales se resisten a la idea de tener que cederle el poder a los civiles, y siguen teniendo esa actitud combativa que consideraba criminales a todos aquellos que cuestionaban las ideas del gobierno.