GLOBAL. Que la denominada organización terrorista “Estado Islámico”, grupo yihadista que está sembrando el terror y perpetrando actos de genocidio en Siria e Irak, es un peligro para los ciudadanos de estos países, es un hecho incontestable. Las escenas transmitidas por televisión en donde se degolla a periodistas y los actos de genocidio perpetrados en Irak dan prueba una vez más no sólo de su perversidad sino también de la caótica situación de Irak y Siria, fruto en gran parte de la decisión de Bush en el 2003 de atacar Irak de Saddam Hussein bajo la falsa premisa de las armas de destrucción masiva y haber dirigido ese país con una errática y errónea política diseñada en Washington en despachos alejados de la realidad del día a día en Oriente Medio. El lector habrá tenido conocimiento del Estado Islámico (EI) bajo la denominación de “Estado Islámico de Irak y Levante” (EIIL, en sus siglas en español, o ISIS o ISIL en inglés), aunque sus integrantes de autodenominan Estado Islámico (EI o IS) y, en las zonas árabes que ocupa por el término DAESH. Destacase además el torticero uso de los términos, pues los propios extremistas han conseguido que todo el mundo les denomine “Estado” cuando son una organización terrorista.
Los objetivos del EI son realmente macabros y recuerdan a experimentos ideológicos como el llevado a cabo por Pol Pot en Camboya entre 1975 y 1979, aunque en este supuesto en versión comunista extrema: establecer un Estado islámico que abarque todo el mundo árabe, para luego avanzar hacia otros países, incluso aparentemente también a España recobrando la zona de ocupación que hace siglos gobernaron los árabes. Sus acciones en las ciudades que conquistan son muy radicales y sin piedad. Aparentemente se dan casos de crucifixiones y ejecuciones cada día, las mujeres que no van cubiertas con un nikab reciben azotes con frecuencia e incluso los comerciantes que abren sus establecimientos durante las horas de oración acaban en prisión o torturados. Y así, suma y sigue.
Después de meses en que las atrocidades de EI han dado la vuelta al mundo, el 5 de septiembre de este año, en la cumbre de la OTAN en Gales, diez países occidentales, incluida Turquía –que si embargo se alejó a las pocas horas de la reunión, por el temor del Presidente Erdogan a “los daños que nuestros ciudadanos secuestrados por EI pueden padecer a causa de las actividades de la coalición”, como buena muestra de falta de compromiso y ambivalencia, y que se confirmó dos semanas después con la liberación de esos ciudadanos- han formado una coalición para combatir al EI, si bien descartando una intervención terrestre. Incluso la (República Islámica) de Irán esta modificando su posición y parece partidaria de colaborar con EE.UU. En la reunión de Gales se afirmó que EI supone una amenaza para Occidente mucho mayor que Al-Qaeda, al poseer más dinero, más poder y una estrategia más genocida. Incluso Francia, que rechazó en el 2003 sumarse a la coalición impulsada por Bush, Blair y Aznar, colabora en el ataque a los extremistas del EI. Y se resalta que la nueva estrategia para frenar y derrotar al Estado Islámico requiere un plazo de dos a tres años y que es preciso preparar a la opinión pública para lo que pueda suceder, ante lo cual el Presidente Obama marcó las líneas a seguir en una intervención televisiva que tuvo lugar el 10 de septiembre. Y de nuevo se pretende que esa alianza cree lazos con países árabes, como Jordania y aparentemente también Irán o Arabia Saudita: “no puede ser una alianza que venga sólo de Occidente, sería el peor servicio que podríamos hacer”, se afirmó en la cumbre de Gales.
Por lo demás, la guerra civil en Siria prosigue y los aliados occidentales ya no tienen ningún plan para frenar una hemorragia que ha alcanzado la cifra de 200.000 muertos, la inmensa mayoría civiles, y el mantenimiento en el poder de Bashir el Assad; sólo en el fin de semana del 5 a 7 de de septiembre, el régimen sirio asesinó a 25 personas, entre ellas 12 civiles, al atacar un campamento del EI en la ciudad de Raqqa, sin que los medios de información hayan dado ninguna absoluta muestra de interés por esas muertes, que a buen seguro si hubieran sido resaltadas en el conflicto Israel-Hamas y que ilustraría todas las primeras páginas de la prensa española, si bien ello forma parte de otra debate ajeno a estas líneas aquí y ahora.
Parece por tanto que todos los agentes interesados o afectados están de acuerdo. Lo parece, insistimos. Pero es preciso, vistos los precedentes de otros momentos (Irak, Libia, Siria, etc..) preguntarnos si esta situación es real o, una vez más, un dejà vu, de la operación del 2003 ante la supuesta evidencia de armas de destrucción masiva que poseía Saddam Husseim, afirmación que resultó falsa, lo cual no quita un ápice de responsabilidad a la criminal y genocida acción política del sátrapa de Bagdad, que asesinó a miles y miles de ciudadanos y gaseó de forma genocida al pueblo kurdo.
Esta discusión no es baladí. Para ello es preciso por tanto emerger de las realidades aceptadas y asumidas acríticamente (EI es una amenaza para Siria e Irak y también para Occidente y hay que intervenir en forma de gran coalición) para valorar la realidad.
A colación de ello nos sorprende la opinión manifestada por una persona nada sospechosa de pro-islamista, como es el General de las fuerzas áreas en la reserva Amos Yadlin. Este militar israelí no es un conferenciante más ni un político de nueva hora o un tertuliano cualquiera. General de las Fuerzas Aéreas israelíes, economista y postgraduado en la Universidad de Harvard y tras su retiro director del Instituto de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel-Aviv y autor de “Ethical Dilemas in Fighting Terrorism”, ostentó el cargo de jefe del AMAN, esto es, la inteligencia militar de las Fuerzas de Defensa de Israel, esto es, el servicio de inteligencia militar israelí, que junto al Mossad (inteligencia exterior) y el Shavak (inteligencia exterior) conforma la comunidad de inteligencia israelí.
El general Yadlin ha afirmado, hace pocas dias, que el EI no es en absoluto una amenaza para el Estado de Israel. Sorprendente. Se trata de una organización terrorista yihadista que ha decapitado a periodistas extranjeros y ha asesinado a miles de “infieles” en Siria e Irak. ¿Por qué esta contradicción entre la “verdad oficial” y la opinión de alguien tan bien informado y de tanta experiencia?
Literalmente el general Yadlin ha afirmado que “no hay ninguna razón para temer”, declaración realmente contundente y que parecería temeraria si hemos de creer lo que los líderes occidentales reiteran constantemente. “El Estado Islámico es muy bueno en el ámbito de las relaciones mediáticas y usa los medios de comunicación para aterrorizar a los ciudadanos. Asesinan a sus cautivos de forma chocante para ganar la atención de los medios de comunicación”. Así de claro se manifestó en el Ashkelon Academia College de la Universidad de Bar-Ilan.
Desde esta perspectiva, el ex jefe del Aman indica que en realidad, los únicos éxitos del EI los ha tenido “en zonas en las que nadie tiene interés y por lo tanto no hay quienes lo combatan”. Estas zonas son las áreas sunitas del noroeste de Irak y las áreas menos desarrolladas de Irak.
La inexistencia de amenaza para Israel del EI –que recordemos, según el Presidente Obama es una amenaza para Occidente, esto es, también para España- es porque para el Estado judío sus fuerzas armadas no tendrían ningún problema de confrontación con el EI. Literalmente, una vez más, afirmó que “A la Fuerza Aérea le sería muy fácil atacar las camionetas con las que los combatientes del Estado Islámico se desplazan por el desierto”, hasta el punto que su eliminación “sería mucho más fácil que a los terroristas de Hamas, que se esconden en los hospitales de Gaza”.
En la conferencia del General Yadlin afirmó, al final de ella: “hasta ahora, el EI no ha provocado ningún daño de gran importancia” desde un punto de vista militar o estratégico, aunque sí el asesinato masivo de seres inocentes. “Cuando lo hagan se darán cuenta que no son invencibles”. Destacada apreciación que ha coincidido en el tiempo con la expresada por el filólogo y escritor kurdo-iraquí y medalla de honor de la ciudad de Barcelona, Alibek Hermez a un medio de comunicación español en septiembre, en el sentido de que El no es un ejército superpotente, sino “cuatro salvajes armados, llegados de todo el mundo, con armamento moderno facilitado por algunas potencias y a quienes se ha dejado vía libre”, señalando que hasta ahora no se han enfrentado con ninguna fuerza regular que les haya hecho frente y planteando que el EI ha sido el resultado de una planificación, cuya presencia era necesaria para redibujar el mapa de Irak, incluso para partirlo definitivamente en tres países: el Kurdistán, una nación sunita leal a Turquía y Arabia Saudita y otro país chií de lealtad a Irán. Literalmente: “con el EI se aplica aquello tan antiguo de `si no quieres lo malo, te vendrá lo peor. Ahora que ha llegado lo peor, quizá todos aceptaran el mal menor”, inimaginable hace unos escasos meses.
Ante afirmaciones de este tipo y viniendo de quien viene en el caso del ex jefe del Aman, no podemos dejar de preguntarnos cual es la autentica realidad de lo que está sucediendo con el Estado Islámico en Irak y Siria, si podemos de nuevo encontrarnos con una segunda repetición de la falsa afirmación del 2003 sobre Hussein y cual es la autentica responsabilidad de EE.UU, Reino Unido y los otros países que mantuvieron tropas en Irak y del propio gobierno iraquí –y por supuesto de Siria- en la evolución de los acontecimientos, hasta el punto de que el EI haya llegado hasta donde lo ha hecho, mientras que para el ex jefe del servicio secreto militar israelí, no hay tal amenaza si se usan los medios realmente necesarios y precisos para eliminar esa amenaza. Pocos días después, quien fue secretario de Estado de EE.UU. hace décadas, Henry Kissinger, declaró a la Radio Pública israelí que la real amenaza de la zona es Irán, y no el EI: “El Estado islámico es un grupo de aventureros con una ideología muy agresiva. Pero tienen que conquistar más y más territorio antes de que puedan convertirse en una realidad permanente estratégica”. Por el contrario, a juicio de Kissinger, Irán desea reconstruir el Imperio persa y tiene un nivel muy potente desde el punto de vista estratégico, añadiendo que el EI puede derrotarse con el poder aéreo superior y luego, si cabe, en la lucha en el suelo a través de grupos locales o países de la zona (declaraciones semana del 8 de septiembre).
Naturalmente, ello no supone desconocer tal amenaza y el propio Israel se ha ofrecido a ayudar a Jordania ante el riesgo que este país, moderado, pudiera también sufrir los ataques del EI. En concreto, Yaakov Amidror, ex asesor del Consejo de Seguridad Nacional de Israel ha afirmado que si Jordania pide ayuda a Israel, éste debería prestarle asistencia por que “no es solamente en interés de Jordania, sino también de Israel trabajar juntos para resolver este problema”. De hecho parece bastante aceptado en el alto mando militar israelí que una intervención del EI en Jordania –la organización ha afirmado ya públicamente su intención de ejecutar al Rey Abdallah- ello supondría un riesgo para la seguridad nacional del país, por lo que ambos países deberían colaborar forzosamente.
¿A quien creer o que es más cierto o incierto? A nadie se le oculta que en Oriente Medio la complejidad de un análisis sereno es prácticamente imposible: las interrelaciones entre las diferentes opciones islamistas, el papel de Irán, la devastación en Siria y la inacción occidental que puede comprenderse incluso como corresponsabilidad en crímenes de guerra al nada hacer para evitar la caída al abismo de todo un país, el caos absoluto en un Irak que debía ser, en palabras del ex presidente Bush, un ejemplo de democracia en la zona, el recurso al castigado pueblo kurdo de Irak como un elemento seguro y fiable para luchar contra los terroristas islamistas –afirmación incluso efectuada por Netanyahu al indicar que le parece razonable un estado independiente de los kurdos iraquíes-, el papel ambivalente de Turquía –más preocupada por los kurdos turcos que por los crímenes de guerra en Siria- o la ostensible y apabullante información dada al conflicto entre Israel y Hamas que se ha saldado con unas 2000 víctimas mientras en la vecina Siria la población asesinada es cien veces mayor y con millones de desplazados interiormente y a otros países, son todos elementos interrelacionados. Por otro lado, en declaraciones de hace muy pocos días, algunos analistas han acusado al gobierno Bush y en concreto a la política de Condolezza Rice, como autores indirectos de la creación del EI. Específicamente se ha afirmado que en el 2006, en pleno apogeo del conflicto entre EE.UU. e Irán, todos los estados árabes sunitas establecieron una especie de “cinturón sunita” en respuesta al “cinturón chií” que Irán había creado contra los sunitas, razón por la cual el gobierno libanés recibió ayuda militar para contener los chiíes de Hezbollah en el Líbano y que acto seguido, el príncipe Bandar Bin Sultan, secretario de seguridad nacional de Arabia Saudita propició la creación de grupos sanguinarios, entre ellos el EI. Verdad o mentira, ello lo afirma el profesor Massarat de la Universidad alemana de Osnabrück y experto en Medio Oriente. Que el lector juzgue.
Quizá el mensaje del general Yadlin es también una reflexión no cierta en su totalidad que pretende tranquilizar a la ciudadanía israelí, que en estos momentos a pocos metros de su frontera con Siria, contempla como hay combates entre las fuerzas del genocida Assad y los rebeldes islamistas que lucha contra su régimen. Pero sus palabras nos obligan, una vez más, a analizar las informaciones que recibimos y aportar un valor crítico. Porque, en definitiva: para derrocar a Saddam Hussein, ¿fue mejor un ataque y una ocupación como la perpetrada en el 2003, que ha causado cientos de miles de muertos o hubiera sido más certero directamente asesinar al presidente iraquí y a la cúpula dirigente del país? Perdonen la afirmación tan políticamente incorrecta, pero los datos son absolutamente demoledores.
Así, según Lancet, en 2006, el trabajo de campo llevado a cabo indicaba que entre 2003 y 2006 habían fallecido más de 650.000 iraquíes en tan solo tres años de guerra. En el 2007, sin embargo, ORB Internacional afirmaba que en agosto de ese año, se había alcanzado ya un millón doscientos mil fallecidos de forma violenta, cifra revisada a la baja en el 2008 a un millón. Es imposible por tanto saber a mitad del 2014 cuantas personas han perdido la vida, pero si lo conocemos de los Ejércitos occidentales: 4000 norteamericanos, alrededor de cien militares del Reino Unido y otro centenar de soldados de otras nacionalidades. Unas cifras que comparadas con las de los iraquíes fallecidos produce náuseas. Por el contrario, el coste económico de las guerras en Irak ha supuesto para EE.UU. un desembolso de 2 billones de dólares, lo cual implica suculentos ingresos para la industria armamentística y de seguridad norteamericana.
Por consiguiente, sin obviar ni menospreciar la amenaza que supone el EI, quizá en nuestras reflexiones deberíamos comprobar si sólo hay una única verdad, la del consejo de la OTAN en Gales, o bien como afirma el general retirado israelí, otras formas de combatir y vencer al terrorismo genocida islamista. Destaquemos por ejemplo las palabras del Presidente Obama emitidas a inicios de la semana del 7 de septiembre: “Quiero que todo el mundo entienda que no hemos recibido ninguna información reciente del espionaje sobre ataques a nuestro territorio” por parte del EI. Para acto seguido afirmar: “pero la amenaza existe y tenemos la capacidad de manejarla, y así es como vamos a hacerlo”. La ambigüedad es absoluta, quizá necesaria, pero nos hace retrotraer a las medias verdades de la guerra de Irak del 2003.
Posiblemente, lo más triste para un ciudadano occidental que desea estar informado, incluso quien aquí les escribe, es que todo lo dicho en las anteriores líneas puede ser cierto, medio cierto, falso o con medias mentiras, sin que quien las suscriba sea consciente ni el lector pueda desentrañar la verdad de la falsedad. O no responder a ninguna realidad o estar bajo influencia de intereses en la sombra. La verdad, en las guerras, es la primera en morir, y desgraciadamente la capacidad de conocer o saber que sucede en un mundo con tantos intereses encontrados y huidizos, y aún más en Oriente Medio, es una tarea que se nos antoja imposible.
Como hemos dicho, la verdad es la primera víctima de la guerra. Afirmación tan cierta que por lo demás no es posible determinar si la pronunció Esquilo que murió en el 456 A.C o el político británico Arthur William Ponsonby fallecido en 1946, a quien también se le atribuye, mientras también se ha afirmado que fue Hiram Johnson, senador por el estado de California en 1918 quien la proclamó. Ni en la autoría de la frase, por tanto, podemos tener una certeza.