SALZBURGO, AUSTRIA. ¿Qué decir de Mozart? o quizás, mejor dicho ¿qué no decir de Mozart? Al hablar del genio de Salzburgo se nos presentan tal cantidad de campos, de variables que despejar, que uno no sabe realmente en qué centrarse. Su vida, su obra, lo mágico, la muerte, todo lo que rodea al compositor es sencillamente fascinante. Mozart, el niño prodigio travieso y juguetón al tiempo que creador de sinfonías. Mozart, el joven romántico, emprendedor, insatisfecho, conocedor de la realidad social de su época a la vez que temeroso, pueril, obsesionado… el Mozart maduro, si se puede hablar de madurez musical con treinta años, sus vinculaciones a la masonería, etc. Como hemos apuntado anteriormente, es complicado centrarse en un solo ámbito a priori, y digo a priori porque una vez que nos hallamos sumergido en el universo mozartiano, observaremos como todo se globaliza en torno a su persona, a su esencia. Mozart en sí mismo es a la vez, el día y la noche, Dios y la Bestia, la vida y la muerte.

Centrémonos para empezar en su nombre: Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Amadeus Mozart, un nombre que guarda en su interior la eterna confrontación entre el bien y el mal. A Johannes, uno de los nombres bíblicos por excelencia, le acompaña Chrysostomus, es decir: Cristo. Juan y Cristo juntos para enfrentarse a Wolfgang, al lobo, a la Bestia, la traducción de la palabra wolf al castellano, nos dice que a Juan y Cristo los sigue muy de cerca el lobo. El verbo transitivo to wolf down, fonéticamente muy similar al nombre Wolfgang, significa devorarse, es decir: un lobo, una bestia que se devora a sí misma pero que en su interior lleva a Cristo y a Juan. Todo esto sin tener en cuenta que Juan Crisóstomo, a su vez, fue uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia de Oriente y que la traducción de crisóstomo significa “boca de oro”. ¿Podemos decir entonces que tenemos un enfrentamiento directo? Por un lado la boca de la bestia, con sus colmillos, dispuesta a devorar y por otro, la boca de oro, reluciente y divina rodeando al lobo. ¿Por qué digo rodeando? Porque el nombre de Wolfgang queda justo en el centro, es decir Johannes Chrysostomus, Wolfgang en el centro y al otro lado, Theophilus y Amadeus. Theophilus, teófilo, relativo a la Teofilia, expresión que engloba a todos los sistemas religiosos que creen en la bondad de Dios, etimológicamente los que aman a Dios y por último: Amadeus, en su origen Gottlieb, amado por Dios en alemán, y que a la edad de catorce años se le cambiaría por su traducción al italiano Amadeus. Mozart es amado por Dios y al mismo tiempo él ama a Dios.

Así pues, podemos hablar de una cuna mecida por Dios y el Diablo, de un arte que nace del perpetuo enfrentamiento entre el bien y el mal, el ocaso y el amanecer. ¿Fue el genio un juguete del Diablo puesto en la Tierra o fue un capricho de Dios y cuando se cansó se lo llevó?