COREA DEL NORTE / EE.UU. Tuvimos ya ocasión en Roostergnn de plantear la guerra cibernética originada presuntamente desde Corea del Norte contra la empresa norteamericana Sony a causa de la producción y proyección de una película, titulada The Interview (La Entrevista), en donde un grupo de periodistas bastante freakys, dirigidos por la CIA, reciben el encargo de asesinar al actual líder norcoreano Kim Jong-Un.

El pasado 6 de febrero los cines españoles tuvieron la posibilidad de mostrar por vez primera esta producción, ya conocida vía Internet por los aficionados. Acudí personalmente a ver la película por mi especialización académica en temas norcoreanos, con una mezcla de desinterés pero también curiosidad, pues esperaba encontrarme una típica comedia norteamericana de escaso nivel, al estilo de Up the creek o algún título similar.

Debo aceptar que el film es entretenido, donde a pesar de la absurdidad de las situaciones y el humor de bajo nivel y poco elaborado; es una película mínimamente aceptable para ser vista y luego olvidada.

Hay que reconocer que los guionistas se han informado sobre Corea del Norte –tampoco ello es tan complejo-, y aunque cometen errores importantes, no llegan al nivel de aquel film de Tom Cruise y Cameron Díaz (Knight and Day), donde en Sevilla transcurría un encierro de los sanfermines y los andaluces vivían en casas de estilo árabe y con atuendos y rostros de apariencia mexicana. Por otro lado, en la película, aunque toda ella está en clave de humor USA, propone algunos dilemas, nada despreciables: conflictos éticos, la manipulación de los medios de comunicación y el objetivo de conseguir elevados share y un aire irónico que, por cierto, retrata malévolamente tanto al líder norcoreano Kim Jong-Un como a la CIA, a las televisiones de EE.UU., todo ello sin embargo en un contexto de humor muy alejado al refinado sentido que mantienen los británicos. The Interview por supuesto no es “Yes Minister”.

Dicho esto, es preciso reflexionar sobre si todo el conflicto internacional acontecido en torno a esta película es razonable o más bien un completo sinsentido en donde la mediocridad política, la manipulación y los medios de comunicación han hecho más mal que bien a los ciudadanos norcoreanos y al proceso de reunificación en la península. Porque realmente, ¿cui prodest scelus por el conflicto originado?

1. La película ridiculiza a Kim Jong-Un y ciertamente no es un film que pueda ser plato de buen gusto para el régimen de Pyongyang, por cuanto plantea el tema de la hombruna, de los campos de concentración o las supuestas excentricidades del dirigente.  No obstante, no es la vez primera que la cinematografía plantea situaciones poco agradables para Corea del Norte. Baste recordar un film de la saga de James Bond (Die another day, 2002) donde el agente británico, previamente encarcelado y salvajemente torturado en una cárcel norcoreana durante un largo año,  se enfrenta al tortuoso hijo de un general del país decidido a originar una guerra termonuclear. Esta película ya fue objeto de conflicto diplomático no solo con el norte sino también con Corea del Sur. El régimen de Pyongyang solicitó a EE.UU. que la retirara de la cartelera al considerarla “un insulto a la nación coreana” y fue calificada como “asquerosa y burlesca, destinada a difamar y a insultar a la nación”; para Corea del Sur, la película fue incómoda, por la escena en que Bond mantiene relaciones sexuales en un templo budista, o mostrar un campesino surcoreano cultivando la tierra con una vaca, algo que denigraba a un país que ya es la tercera potencia económica de Asia-Pacífico.

El cenit del despropósito es un más reciente film (Olympus has fallen) titulado en España “Objetivo: la Casa Blanca) en donde un comando de norcoreanos consigue asesinar prácticamente a todo el gobierno USA con un ataque a la Casa Blanca, que queda convertida en cenizas. Una película que fue calificada por Joe Morgenstern, comentarista cinematográfico de The Wall Street Journal como “una estúpida extravagancia que te hace echar de menos la profundidad intelectual de Independence Day”, en una indudable doble ironía.

Por todo ello, nos sorprende que esta nueva película haya suscitado un deseo en Pyongyang de atacar informáticamente a la productora, vistos los antecedentes mencionados, salvo que la voluntad política sea enviar un aviso de navegantes a Washington, Seúl y otras capitales sobre la capacidad de Corea del Norte de lanzar ciberataques. En todo caso, son conjeturas no demostrables.

2. The Interview no alcanza el nivel de un film de denuncia política. No es comparable ni con Syriana, en el nombre del padre o la ya clásica Apocalypse Now, entre otras muchas. Es una comedia muy mediocre, con algún toque brillante –quizá la primera escena de la muchacha norcoreana pronunciando loas al líder y maldiciendo a los EE.UU., por el componente surrealista de la misma, aunque no ajena al discurso oficial de Pyongyang-. No es un documental, no es la recreación de ninguna historia real o de ficción, no es una película histórica. Entre The Interview y la recientemente estrenada película alemana “Conspiración de silencio” sobre la posición de fiscales y jueces de la posguerra sobre el silencio ante el nazismo y los nazis que apaciblemente vivían en Alemania, sin duda, la elección es clarísima.

3. Si hubo ataque a Sony por Interview, difícilmente puede considerarse un ataque a la libertad de expresión, cuando se valora este concepto en toda su amplitud. La libertad de expresión está amenazada en muchos sitios y en muchas situaciones. Paris Hebdo es un ejemplo próximo. O las censuras indirectas, cuando no directas por parte de muchos gobiernos democráticos en base a la seguridad nacional.

Las palabras de Barack Obama afirmando que el mundo libre no podía soportar un ataque a la libertad por el presunto ciberataque deberían ir conjuntadas con otras acciones por parte de Occidente. Contemplar los viajes a Arabia Saudita, tras la muerte reciente de su Rey, por parte de todos los líderes occidentales, sonroja cuando este Reino se caracteriza por una absoluta falta de libertades, ausencia de derechos políticos, represión absoluta de los derechos de las mujeres, hasta el punto que se considera un éxito en aras de la libertad que Michelle Obama se negara a colocarse el pañuelo en el cabello, algo que por cierto también hicieron en su día la Reina Sofía y la ministra de Exteriores Trinidad Jiménez, sin que en estos dos últimos casos, por cierto, los medios internacionales hicieran mínima referencia al tema.

4. ¿Quién lanzó realmente el ataque contra Sony? Sinceramente, es muy difícil de concretarlo. De hecho, tras la respuesta norteamericana contundente y las afirmaciones del FBI, y las replicas de algunos especialistas desacreditando esta teoría, el tema parece entrar ya en un debate próximo al olvido. Quizá fue Corea del Norte directamente; quizá lo fue indirectamente, a través de hackers interpuestos pagados por Pyongyang; posiblemente ni uno ni lo otro, sino otros hackers dispuestos a castigar a Sony por alguna razón desconocida. Incluso se ha comentado que pudieron ser antiguos empleados. El resultado es que no se puede afirmar, salvo que quien lo reivindicó se denominaba “Guardianes de la Paz”, un apodo ciertamente también surrealista. No obstante, durante semanas, ha habido una crisis internacional y aún sigue latente en el envenenado ámbito de las relaciones intercoreanas y también entre el Norte y los EE.UU.

5. Efectivamente: crisis internacional al más alto nivel. El Presidente Obama lanzando una contundente respuesta –verbal- que desconocemos como se ha concretado en la práctica, salvo que durante algunos días no han funcionado los escasos servidores norcoreanos; el régimen de Pyongyang negando una y otra vez las acusaciones pero aplaudiendo al grupo “Guardianes de la Paz”; la película, en el foco de las tensiones entre el Sur y el Norte de Corea, en donde grupos de activistas anti-norcoreanos pretendían –y siguen pretendiéndolo- enviar cientos de cintas de vídeo mediante globos al otro lado de la frontera, mientras el Ministro para la Reunificación (de Corea del Sur) solicita que ello no se lleve a cabo para evitar un deterioro de las escasas y dificultosas relaciones entre los dos gobiernos de la península.

6. El nudo gordiano de la cuestión, auténtico eje de debate que merece la atención es hasta que punto la libertad de expresión puede amparar o no la producción de un film en donde se plantea el asesinato del jefe de estado de un país extranjero. El debate no es cómodo ni fácil, por poca o nula simpatía que origine el sistema político norcoreano.

En primer lugar porque Corea del Norte es una muy profunda dictadura, que no obstante mantiene relaciones diplomáticas con prácticamente todos los países del planeta, con las excepciones de Corea del Sur, Japón, Francia y EE.UU., entre los países más relevantes. Todos los países de la Unión Europea –excepto la referida Francia y Estonia- mantienen relaciones con el régimen de Pyongyang y en el 2014 se abrió Embajada en Madrid por parte de Corea del Norte, aunque las relaciones entre España y el país asiático se establecieron hace más de diez años. Algo que no sorprende en un mundo de relaciones internacionales en donde la hipocresía es el eje central de cualquier movimiento o declaración.

En segundo lugar, lo anterior nos obliga a reflexionar si está amparada por la libertad de expresión una obra –de menor o mayor calidad- que plantee un supuesto como el expuesto: el asesinato de un dictador, actualmente vivo con nombre y apellidos reconocibles, y dando pie a pensar que el resultado de tal acción –que en la parodia cinematográfica se concreta realmente- será positiva –el film finaliza con el anuncio de elecciones libres en el país-. Porque hablamos de asesinatos y de sus consecuencias.

El lector mayoritariamente responderá que ello es lícito. Un sinfín de películas occidentales tratan de hipótesis de asesinatos de Presidentes de EE.UU., del Papa o de otros jefes de estado de países democráticos o de dictaduras. No obstante, acudiendo a un cierto recuerdo de filmes y literatura, no es habitual localizar producciones que con nombres y apellidos planteen el asesinato de un líder vivo en el ejercicio pleno de su cargo, con el que se mantienen relaciones diplomáticas; más bien se trata de figuras difusas, no personalizadas (presidentes norteamericanos de nombre inventado, dictadores africanos de países inexistentes, etc) excepto que se trate de películas con una base histórica (Kennedy, De Gaulle, Juan Pablo II) ¿Cuál hubiera sido la respuesta del Presidente Obama si una película humorística similar planteara y plasmara el asesinato del propio Obama, de François Hollande o del Papa Francisco? ¿Y si ello fuera para personajes del pelaje del Rey de Arabia Saudita, el Emir de Qatar o Emiratos Árabes, países todos ellos abyectas dictaduras de la peor calaña pero con abundancia de petróleo y divisas para invertir en Europa y EE.UU?.

Es difícil responder. O quizá no tanto. En el fondo subyace un debate complejo, cual es la sensibilidad de cada ciudadano, de cada modo cultural, y de cada contexto, ante este tipo de libertades de expresión que pueden ser extremas. Precisamente el caso Paris Hebdo ha sido un buen ejemplo. Y en el caso de Corea del Norte no podemos olvidar una cierta respuesta paradójica: desaparecida la Unión Soviética, los guionistas tienen dificultades para encontrar un “enemigo” que interese a los espectadores y la reinvención del “nuevo enemigo” parece que ha encontrado una cierta comodidad cuando éste es la enigmática y muy peculiar Corea del Norte, algo que no se consigue con otras dictaduras muy abyectas en África o Asia, con escaso “glamour” literario o cinematográfico.

La lección que puede extraerse de todo ello es que una película mediocre de humor, sin más pretensiones, ha pasado a distribuirse en todo el mundo. No merecía la pena. Si Corea del Norte realmente llevó a cabo el ataque, directa o indirectamente, erró, pues consiguió el efecto contrario. Y EE.UU. y su Presidente también se equivocaron: la lucha a favor de la libertad, incluida la de expresión, se residencia en otros objetivos y otras infracciones. Por ejemplo, no visitando al heredero de la monarquía saudita o no recibiendo en la Casa Blanca al dictador de Guinea Ecuatorial o de Gambia.

Y una ultima reflexión, sobre un gran film, el Gran Dictador, de Charles Chaplin. The Interview me ha recordado la producción y proyección de la misma y sus intríngulis más complejos. Con Hitler en el poder desde 1933, Chaplin se plantea en 1937 una película denunciando el nazismo, aunque sin señalar el nombre de Hitler.

En esa época Europa miraba con mayor recelo a la Unión Soviética que a la Alemania nazi, pese a que el preludio de la gran catástrofe era ya evidente. Cuando el gobierno británico conoce la intención de Chaplin, se opone y le avisa de que la película no podrá ser estrenada en el Reino Unido. Las grandes majors de EE.UU. no desean en absoluto producir la película porque el mercado alemán y el europeo son muy importantes y EE.UU. y la Alemania nazi mantienen relaciones comerciales y diplomáticas. Louis Mayer, Samuel Godwyn o David Selznick dan la espalda a Chaplin. Solo la Warner se muestra absolutamente beligerante contra el nazismo. Finalmente, Chaplin se dispone a financiar con sus ahorros la película a través de United Artist. La película finalmente se desbloquea porque el Presidente Roosevelt da su apoyo y…..se inicia la II Guerra Mundial con el ataque alemán a Polonia el 1 de septiembre de 1939 y la declaración de guerra del Reino Unido y Francia a Alemania. Las ambivalencias del pasado se han tornado ya necesidad de beligerancia clara contra los nazis. Mientras, sin embargo, la película era “políticamente incorrecta” o simplemente incómoda.

El mensaje de paz y de libertad del humor de El Gran Dictador no pudo llegar a la Alemania nazi, en donde fue prohibida, tampoco a Italia, ni a Brasil, Argentina y Costa Rica, entre otros muchos países. En España permaneció prohibida hasta 1976, porque Franco se sentía identificado.  El Gran Dictador fue y es una gran película, pero Chaplin, tras el final de la II Guerra Mundial y conocedor entonces ya del inmenso holocausto del pueblo judío ocasionado por los nazis afirmó (en sus memorias publicadas en 1964): “Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis: no obstante estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura”. Un gran debate: ¿Puede hacerse humor sobre tragedias humanas? Ya se planteó con La vida es bella. Y por supuesto, aquí y ahora, con The Interview. La respuesta no es nada fácil.