En ROOSTERGNN amamos el deporte. Es por ello que mientras, tras haber disfrutado ayer de la carrera “Milán-San Remo”, queremos hacer un repaso a otra de las competiciones más importantes en el mundo del ciclismo: el Tour de France.

Cuando hablamos del Tour de France (el Tour, a secas, en España) nuestras mentes hacen la asociación instantánea con el verano.  Es normal, puesto que las retransmisiones de las carreras tenían un horario muy malo: ese en el que hacía mucho calor y estaba prohibido bañarse mientras la digestión hacía su curso; los comentaristas parecían tener una pócima secreta en sus voces y siempre conseguían proporcionar una buena siesta a tu padre.

Quizá por esa concepción veraniega y tranquila se nos hace difícil pensar en el Tour como una competición longeva en la que las polémicas se han sucedido a lo largo de cada edición. Las más frecuentes, como habréis adivinado, son las relativas al dopaje. Sin embargo, en 102 años de historia ha habido sitio para mucho más que las drogas: complots, huelgas e incluso muertes, ¿a que nunca lo hubiéseis imaginado mientras los apacibles paisajes de la campiña francesa desfilaban por vuestro televisor?

Corría el año 1924 cuando el primer escándalo salpicaba el Tour. Los hermanos Pélissier, enfadados con la organización de la carrera, confesaron a un periodista haber llevado cocaína, heroína, estricnina y otras pastillas para poder soportar las durísimas condiciones del tour.

A pesar del incidente con los dos hermanos y la gran polémica generada, el Tour continuó los siguientes 40 años sin ningún problema más. Cabe pensar que la realidad es que la organización hizo la vista gorda durante ese período y no que los corredores dejaran de lado toda sustancia nociva. La evidencia a esta afirmación llega en 1966, cuando al implantarse controles rutinarios anti-doping, los participantes en la carrera se ponen en huelga. Al término de la 13ª etapa, 6 corredores dieron positivo.

Razón tenían esos controles: tan solo una edición más tarde, en la de 1967, el corredor británico Tom Simpson se desplomó durante la ascensión del Mont Ventoux, falleciendo en el acto. Se convirtió en la primera muerte del Tour. Al registrar su uniforme se encontraron tubos con anfetaminas y la autopsia del cuerpo mostró que las causas de la muerte había sido una fiebre extrema provocada por la mezcla de alcohol y estimulantes.

Tras más de una década sin problemas, en 1978 se produjo la segunda huelga del Tour: en la 12ª etapa, los ciclistas se bajaron de la bicicleta a tan solo 100 metros de la meta después de toda una etapa a ritmo reducido.El motivo: protestaban por los horarios de salida. La organización, al final, decidió anular la etapa.

En 1983 la competición se abrió, por primera vez, a ciclistas amateur. A pesar de no causar polémica, fue todo una sorpresa puesto que un equipo colombiano (que pudo entrar gracias a la medida) consiguió colocar a sus corredores entre los mejores en las etapas de alta montaña.

En 1998, el dopaje de alto nivel sacudía de nuevo la competición con el Caso Festina: en un control policial al autobús del equipo Festina se encontraron grandes cantidades de sustancias dopantes. El equipo en su totalidad fue excluído y otros siete equipos se retiraron de la carrera. Los corredores no vieron justo el trato ofrecido por la organización y en la etapa 17ª se declararon en huelga. El director de carrera, Jean-Marie Leblanc negoció con los ciclistas y consiguió que el Tour siguiera adelante, a pesar de verse muy mermado (sólo 97 corredores de los 198 iniciales llegaron a la etapa de los Campos Elíseos).

En 2007, el Tour salía de Londres para después de varias etapas, saltar al país galo. Un inicio particular, así como los sucesos que se produjeron posteriormente. El corredor danés Michael Rasmussen era cabeza de carrera, con más de tres minutos de ventaja respecto al segundo clasificado. Nadie se esperaba que en tales circunstancias, y a tan solo cuatro etapas del final de la carrera, la UCI (Unión Ciclista Internacional) decidiese descalificarlo. Al contrario de lo que suele pasar en estos casos, nunca se demostró que Rasmussen se dopase, sin embargo, había faltado a varios análisis obligatorios previos a la carrera y había mentido sobre su paradero lo que para la UCI fue una falta de seriedad demasiado grave.

Campaña para la edición 2013 | vía TF1

Campaña para la edición 2013 | vía TF1

Hasta ahora hemos repasado la historia del Tour a través de sus “problemáticas” más sonadas. Problemas que parecen casi una broma al compararse con todo lo que pasó a partir del año 2009. Tanto que la imagen del Tour ha quedado muy deteriorada desde entonces.

EL DESASTRE DE LA 96ª EDICIÓN

Como ya hemos dicho 2009 fue el detonante: problemas y protestas ante la prohibición del uso del pinganillo (que comunica al corredor con su director de equipo) en ciertas etapas, la gran competitividad existente entre Alberto Contador y Lance Armstrong (que se disputaban el maillot amarillo de vencedor del Tour) y los rumores sobre ellos distraían cada día a la prensa, un himno equivocado para el vencedor general cuando este se encontraba en el pódium…

Todo parecía negativo en la 96ª edición del Tour. Edición que se puede también clasificar como la más macabra: durante la 13ª etapa, alguien del público disparó contra los ciclistas, hiriendo sin gravedad a dos de ellos. Para colmo de males, en la siguiente etapa, dos espectadores resultaron heridos y una murió trágicamente al ser arrollados por una de las motos encargadas de la seguridad para la prueba. Como ya hemos dicho, una edición negra que mejor habrían hecho de no celebrar.

Alberto Contador celebrando su victoria | vía Nacion

Alberto Contador celebrando su victoria | vía Nacion

Al año siguiente, y aún conmocionados por todos los sucesos pasados, Alberto Contador volvió a ser protagonista. Sin embargo, esta vez, los hechos pintaban peor para el español puesto que se hacía pública la presencia de clembuterol en su muestra de orina. La sustancia, prohibida por la UCI y la Agencia Mundial Antidopaje, no puede ser generada de manera natural por el cuerpo, por lo que Contador fue suspendido de forma provisional. Tras numerosos procesos y pruebas, el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) impuso la sentencia en febrero de 2012: penalización de dos años sin competir y destitución del título de 2010. A día de hoy, Alberto Contador sigue defendiendo su inocencia.

En 2012, alguien saboteó la carrera colocando clavos en la bajada del puerto Mur de Péguère y provocando hasta 30 pinchazos con sus caídas correspondientes. Un suceso triste y deleznable que pasó desapercibido con el bombazo que ya se estaba preparando: el americano Lance Armstrong, quién había ganado siete veces consecutivas el Tour de Francia (1999-2005) y era toda una leyenda del ciclismo, admitía haberse dopado. La Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA), ratificada por la UCI, le retiraba las siete victorias y le suspendía de por vida.  Caía un mito.

Casos como el de Armstrong o Contador, sacudieron al deporte en general y afectaron a la reputación del ciclismo en particular. Aún a día de hoy, tras dos ediciones libres de resultados positivos en dopaje, el Tour sigue bajo sospecha. Ya no es tan idílico como lo recordábamos en nuestras siestas infantiles de verano.

El recorrido de la edición 102º de este verano se anuncia como uno de los más duros y difíciles para los ciclistas con la inclusión de más etapas (y más largas) cuyo fin es un puerto de montaña. El Tour siempre ha sido una muestra de la capacidad humana puesta al límite, del esfuerzo físico y la capacidad deportiva sobrehumana. Quizá este último aspecto se haya ido de las manos y hayamos olvidado que los ciclistas son, simplemente, personas humanas.

A lo mejor, si los esfuerzos exigidos fuesen un poco menos titánicos no se escucharía tan frecuentemente la palabra dopaje y se podría, por fin, asistir a un evento deportivo limpio y ejemplar.