Hablar de Milán es hablar de glamour, de moda, de clase… pero también es hablar de una ciudad bella, grande (Milán es la segunda ciudad de Italia por población), moderna y, sobre todo, con mucha marcha. Hacemos un repaso por el Milán de día y el Milán de noche, ¿te vienes con nosotros?
Comenzamos nuestro tour en la plaza del Doumo, llamada así por albergar la catedral de la ciudad (Duomo, en italiano), un impresionante monumento de estilo gótico que con sus 157 metros de longitud, está entre las catedrales católicas más grandes del mundo. Recubierta en mármol en su totalidad y adornada con sus cientos de pináculos y torres, el Duomo impone al visitante por su serena elegancia, como un guardián de la esencia chic de la ciudad.
Es posible subir al tejado de la catedral (la entrada mínima son 7 euros) y disfrutar de las vistas que desde allí se ofrecen. Es importante recordar que, para entrar en la catedral, es obligatorio llevar las rodillas y hombros cubiertos.
A la izquierda del Duomo, nos encontramos con otra de las construcciones emblemáticas de la ciudad: la Galería Vittorio Emanuele II. La galería, fue creada en el S.XIX como idea pionera de lo que hoy sería un moderno centro comercial. Sus dos arcadas independientes, se unen con una impresionante bóveda de cristal y albergan algunas de las firmas más importantes y exclusivas de la moda: Prada, Gucci, Louis Vuitton… sin embargo, si nuestro presupuesto es ajustado pero no queremos dejar de presumir de haber disfrutado de un momento de relax en la Galleria, siempre podremos acudir al McDonalds que allí se encuentra.
Junto a la Galeria Vittorio Emanuele se encuentra el emblemático teatro de La Scala, uno de los teatros de ópera más importantes del mundo. Un aspecto exterior sobrio, que sobrecoge al contrastarlo con la ornamentación interior. Por 6 euros es posible acceder al recinto y dejar volar nuestra imaginación. Consejo: se recomienda llevar a Verdi en los cascos del iPod para que la imaginación vuele mejor.
Alejándonos un poco del céntrico Duomo, nos encontramos con otro habitual de las postales milanesas: el Castillo Sforzesco (S.XIV)
El Castello fue construido como fortaleza en 1368, posteriormente se convirtió en un espléndido palacio ducal y finalmente, tras las guerras (que llevaron a los españoles de Carlos V a tener el control de la ciudad) recuperó su función militar. Actualmente es la sede de algunos importantes museos como el de Arte Antiguo (que cuenta con la última e inacabada obra de Miguel Ángel: la Piedad Rondanini), el Museo Egipcio o el Museo del Mueble, entre otros.
La entrada al castillo es gratuita y la totalidad de los museos se puede visitar por el módico precio de 3 euros (aunque los estudiantes y menores de 25 años tienen reducción)
A un par de calles del Castillo Sforzesco, nos encontramos con la Iglesia de Santa Maria delle Grazia, una pequeña iglesia que pasaría desapercibida si no albergase una de las obras de arte más conocidas de la historia: la Última Cena de Leonardo da Vinci (S.XV). El cuadro, aún se puede contemplar en su primera ubicación: la pared del comedor del antiguo convento. Para poder ver la pintura es necesario la reserva de las entradas. Consejo: previsión y sacarlas con bastante antelación puesto que las visitas son bastante reducidas.
Evidentemente, es imposible describir toda la riqueza de Milán en unas cuantas líneas. No nos olvidamos de su larga colección de iglesias (Basílica de San Ambrosio, Iglesia de San Maurizio Al Monastero Maggiore, Iglesia de San Lorenzo Maggiore o la Abadía de Chiaravalle, por ejemplo), de sus parques y jardines o incluso del cementerio Monumental (sí, suena un poco morboso, pero hay tumbas que son una verdadera joya arquitectónica)
Pero como hemos dicho, Milán es mucho más que moda o iglesias: también es fiesta. Fiesta elegante y glamourosa, eso sí.
En Italia, es muy común tomar il apperitivo pero, a diferencia de en España, no cuenta con un vermut y un plato de aceitunas. Los italianos van a los bares, pagan una copa o cocktail (normalmente a unos 8/9 euros) y con ello tienen incluido un pequeño buffet de comida del que pueden reservirse a voluntad.
En Milán, las mejores direcciones se encuentran en la zona colindante a Colonne di San Lorenzo, zona en la que también, los jóvenes milaneses se reúnen para celebrar el botellón (en Italia es legal). Destacamos el bar Yguana, con una muy buena carta de cocktails y un buffet de pastis i antipastis que hará la boca agua por un precio más que asequible y un ambiente de lo más moderno.
Tampoco puedes dejar pasar los bares de la zona de Navigli. Un barrio bohemia, dónde el ambiente y los canales, harán recordar ligeramente a la ciudad de Ámsterdam.
Si lo que se busca son clubs o discotecas, la oferta es amplia y varía dependiendo del ambiente que se busque.
Para los más selectos recomendamos un tour por el Corso Como (la milla de Oro de Milán), no defraudará con clubs como “Just Cavalli” o “Le banque” que es uno de los bares erasmus por excelencia.
Tampoco hay que dejar de lado el “Old Fashion” (relativamente cerca del Castello Sforzcesco) ya que es uno de los lugares más de moda de la ciudad. Público jóven y guapo, música alta, copas fuertes y una magnífica terraza que en verano permitirá bailar hasta el amanecer.
Si preferimos un ambiente más alternativo, tu sitio es Magazzini Generali: una discoteca en la que verás muchos gorros, barbas y camisas de cuadros pero dónde seguro que lo pasas bien.
Por último, si lo tuyo son las macrodiscotecas no puedes irte de Milán sin visitar “Alcatraz”. Tres mil metros cuadrados de música, italianos e italianas agrupados y desmelenados y numerosos conciertos y sesiones de DJ de renombre nacional e internacional.
Esperemos que os este pequeño repaso os haya sido útil para futuros viajes a Milán. Como habéis podido comprobar, es mucho más que una ciudad de la moda.