Apenas clausurada la Semana Santa 2015, los sevillanos se apresuran a prepararse para el otro gran evento del año: la Feria de Abril. Faltan dos semanas para que el barrio de Los Remedios se engalane con sus mejores galas y todos los habitantes de la ciudad disfruten de su fiesta.
Lo que comenzó hace 168 años como una modesta feria ganadera, es a día de hoy una fiesta multitudinaria que aglutina a miles de personas cada año, venidas desde todas partes de España o incluso el extranjero, para disfrutar del ambiente y el poderío sevillano.
En la medianoche del lunes 20 de abril, se iniciará la “Prueba del Alumbrao” que consiste en encender las más de 350.000 bombillas que adornan la Portada del recinto ferial. La Portada es un arco, que conmemora la antigua ubicación de la Feria: la Puerta de San Fernando de la antigua muralla. La Prueba del Alumbrao es conocida también como “noche del pescaito” ya que los feriantes se reúnen entre amigos para cenar el plato típico: el pescado frito.
El martes es el primer día oficial de la feria, en el que se organizan almuerzos entre amigos y empresas, así como recepciones oficiales. Sin embargo, el día que comienza la verdadera afluencia es el miércoles. Para el día central de la feria, los refrescos y sobre todo el vino fino de Jerez, la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda o el rebujito; corren sin fin para paliar las altas temperaturas típicas de finales de abril en la ciudad de Sevilla.
Para encontrar un buen vaso de vino o manzanilla, deberemos acudir a una de las piezas más importantes de la Feria: las casetas. Las casetas son fácilmente reconocibles: un frontón en madera (conocido como pañoleta), lona listada en rojo y blanco o blanco y verde, una barandilla verde y las cortinas abiertas, mostrándonos la diversión interior. Sin embargo, si tan solo somos visitantes, es posible que esta diversión nos esté vetada, puesto que un gran número de casetas son privadas y sólo aceptan la entrada de socios o invitados de estos.
Pero no desesperar, si no podemos acceder a las casetas privadas, siempre nos quedarán las casetas públicas como la del Ayuntamiento de Sevilla o las de los distritos. En ellas podremos disfrutar de los productos típicos de la Feria: las tapas (jamón, chacinas, marisco, queso, tortilla de patatas, etc), el guiso del día (papas con chocos, garbanzos con bacalao, caldereta, caldo de puchero con hierbabuena, etc) o, para los más golosos; buñuelos, churros, gofres, manzanas de caramelo o algodón de azúcar.
Para el jueves, ya deberíamos estar habituados a las sevillanas y a los farolillos de colores. Deberíamos, puesto que la afluencia será todavía más alta que el día anterior y aumenta el tránsito de caballos y calesas
Los coches motorizados están prohibidos en el recinto Real de la Feria (a excepción de coches oficiales y vehículos de sanidad, auxilio y seguridad pública) por lo que la gente se traslada en carruaje de caballos. Resulta muy pintoresco de observar los grandes carruajes, con sus caballos engalanados con borlas, campanillas y cascabeles. También es común ver jinetes y amazonas directamente a caballo.
El viernes es el día de los visitantes famosos: actores, cantantes, nobleza y demás personajes públicos. El aforo del Real se dispara, llegando a sobrepasar el millón de personas. Es el mejor día para ponernos un traje de gitana y perdernos por alguna de las calles del Real, llamadas con el nombre de celebridades del toreo.
El traje típico femenino, como ya hemos dicho, es el de gitana o sevillana. Este traje, contra todo lo que se pueda pensar, tiene unos orígenes muy humildes: era el traje típico de las campesinas (muchas de ellas gitanas, de ahí el nombre de “traje de gitana”) con el que laboraban en las ferias de ganado. Estas batas de faena contaban con dos o tres volantes y, además de cómodas, realzaban las curvas femeninas. A partir de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929), las clases altas sevillanas adaptaron el estilo y el traje se convirtió en moda.
A día de hoy, los trajes de gitana han invadido incluso las pasarelas de las grandes firmas y aceptan multitud de variaciones que cambian en función de la moda de cada año. ¿Los mejores complementos para un traje de gitana? Un moño, flores, collares, zarcillos y mantones de Manila
Los sevillanos van vestidos con el traje corto en tonos oscuros y el sombrero de ala ancha típico de la Baja Andalucía a juego con los pantalones. No pueden llevar corbatas, ni bufandas, ni siquiera reloj de muñeca, pues desentonaría con la vestimenta.
Vestidos ya como verdaderos sevillanos, metidos de lleno en la cultura de la feria y dejándonos llevar por la alegría y el colorido del lugar, disfrutaremos del sábado. Eso sí, quizá un poco agobiados por el calor y la gente pues es, junto con el viernes, el día de más afluencia al Real. Sin embargo, será el día en donde disfrutaremos más de las casetas pues en vez de cerrar a las 3 de la mañana, permanecen abiertas hasta las 6.
El domingo es el último día de feria. Si somos fans del toreo podremos acudir a la plaza de toros de “La Maestranza”, donde se celebra una doble sesión taurina: rejoneo por la mañana y los conocidos toros de Miura, por la tarde. Finalmente, y tras 6 días de intensa fiesta, se procede a la clausura de la feria.
El domingo a las doce de la noche, las luces de la Portada se apagan y se lanzan fuegos artificiales junto al río. Sin duda, una festividad a la que merece la pena acudir, al menos, una vez en la vida. No es el qué, sino el cómo: los olores, el ritmo, la alegría… y sobre todo los colores. Ya lo decían “Los del Río“, Sevilla tiene un color especial.