Llevaba tiempo queriendo escribir este artículo. Exactamente, desde que Instagram entró en mi vida y en la vida de todos mis contactos de Facebook. Sin embargo, si no lo había escrito antes es porque, en el fondo de mi, sabía que pecaba un poco también de este mal: el del postureo social.

Como dijo Jack el Destripador, “vayamos por partes”. El postureo es un término nacido en Twitter y que ya ha alcanzado tal popularidad que navega incluso entre las bocas del ámbito paterno. Pero, ¿es algo nuevo el postureo? No, por supuesto que no. El postureo es el aparentar de toda la vida, pero llevado a niveles extraordinarios gracias al uso de las redes sociales.

Seguro que tu madre o tu abuela te han contado batallitas alguna vez sobre la vecina que se alimentaba a base de sopa y patatas pero llevaba un abrigo de piel o el compañero de trabajo con bocadillo de mortadela que conducía un Mercedes. Como podéis ver, las apariencias siempre han sido las reinas de la sociedad humana.

¿Y ahora? Ahora hemos hecho del postureo nuestra máxima vital. Hemos pasado del “pienso, luego existo” al “subo fotos a las redes sociales, luego existo. El pobre Descartes debe estar revolviéndose en su tumba… si tuviese un móvil con él seguro que se hacía una selfie.

Todos tenemos mil ejemplos en mente: unas vacaciones no son vacaciones sin la típica foto de los pies en la arena titulada “malvivendo”, no se sale de fiesta si no subimos la foto del gin tonic de rigor, no hemos hecho ejercicio si no subimos nuestras zapatillas nike último modelo o, lo que es peor, nuestra cara sudorosa sobre la distancia recorrida. De verdad, ¿es necesario?

Piernas "malviviendo" en la playa | vía La selecta digital

Piernas «malviviendo» en la playa | vía La selecta digital

¿Tan superficiales y dependientes de la aprobación externa nos hemos vuelto? Vuelvo a repetir, la tendencia del aparentar no es nueva pero sí que está tocando unos límites preocupantes. Antes, una auto-foto (las madres de los selfies) se tomaba como medida extrema cuando no había nadie más para sacarte la foto o nada dónde apoyar la cámara con el modo automático. Ahora es toda una filosofía de vida.

Un estudio de la universidad de Ohio ha declarado que la gente que se toma selfies diarias sufre un trastorno psicótico. No soy científica, ni psicóloga pero me arriesgaría a compartir esa opinión aparte de añadir que tienen un ego como una catedral.

La mona lisa también se apunta a la moda selfie | vía Dolce Vita

La mona lisa también se apunta a la moda selfie | vía Dolce Vita

Sin embargo, iría un poco más allá y añadiría dentro de ese grupo de “trastornados” a todos los seguidores de esos coleccionistas de fotos de sí mismo. Hay que estar un poco tocado para soportar ese bombardeo continuo de morritos, duckfaces, sonrisas forzadas y exhibición de iPhones. ¿Es quizá una manera de auto-castigarnos a nosotros mismos? ¿Está la sociedad actual volviéndose masoca?

¿Por qué ese martirio voluntario viendo cientos de fotos diarias de cafés Starbucks (esos a 5 euros cada uno), de playas paradisíacas (de esas que como mucho verás en tu luna de miel una vez en la vida), de modelitos nuevos cada día (a menos que seas heredera de Amancio Ortega, olvídate…) o los móviles más nuevos (y caros) del mercado? Nuestra vida real no es así. Tú, seguramente, si paras a tomar un café con leche (mucho menos glamouroso, aunque Ana Botella diga lo contrario) lo harás corriendo en tu pausa del trabajo y no te pararás a sacar fotos junto a unas flores, el último número de Vogue y las gafas de sol Prada.

¿Somos menos felices acaso por no llevar ese estilo de vida? No somos invitados a las fiestas de las revistas de moda, no pasamos las vacaciones en el yate de nuestros amigos, no calzamos Jimmy Choos ni guardamos nuestras pertenencias en un bolso Louis Vuitton, pero, ¿dónde está el problema?

Repito, ¿somos acaso tan infelices por no llevar ese estilo de vida? ¿Son los que lo llevan acaso tan felices como aparentan ser? No sabemos qué se esconde detrás de esa maravillosa foto en colores brillantes y fondo de mar turquesa. Quizá una persona triste, solitaria y con una botella de whisky en la mano a las diez de la mañana. ¿Por qué esa obsesión por aparentar e intentar imitarla?

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Si vas a Starbucks y no lo compartes en Instagram, es como si no hubieses ido | vía Tumblr

Deberíamos conformarnos con lo que tenemos, con lo que somos en realidad y no lo que queremos vender al exterior o a nuestros amigos en las redes sociales. Porque, ¿sabéis lo peor? Ellos no son extraños, sino que nos conocen. Y saben que detrás de esa vida de filtros, copas con sombrillita y piernas morenas en la playa se esconde la realidad.

Aceptémoslo, seamos felices y dejemos de aparentar. Bebed el capuccino cuando esté caliente y no esperad a que se baje la espuma por estar sobre una silla sacando el ángulo perfecto. Dejad de perder el tiempo tomando fotos y disfrutad realmente del momento. No pienses en lo bien que quedaría algo en una foto o lo guay que te haría parecer. Haz las cosas por ti, para ti y por disfrutar, esa es la clave para evitar el postureo.

No olvides contarnos qué opinas al respecto. Puedes hacerlo en twitter, nombrándonos con el hashtag #RGNN o directamente mencionando a @ROOSTERGNN. ¡Aceptamos selfies como método de expresión!