Con los resultados de las elecciones autonómicas de Andalucía, nos quedaba la duda de si Andalucía es España y, con ello, si estos resultados podían ser extrapolables. A la vista de las negociaciones para pactar, podemos decir que parece que son unos resultados que encajan a la perfección dentro del nuevo panorama político español. Huyendo de mayorías absolutas, incluso sin pretensiones de esquivar problemas de gobernabilidad, los ciudadanos desean que los políticos tengan que hablar -y sí, pactar o intentarlo- dentro de las instituciones políticas mientras que representan a los ciudadanos que los han votado.

Dentro de este marco podemos definir dos posiciones claras: la de los partidos que todavía intentan establecer el discurso político a la vieja usanza, según el cual los síntomas y productos de inestabilidad son del todo evitables y, la de los partidos que están defendiendo posiciones alejadas de la antigua lógica partidista hasta el momento vista en España, sorprendiendo tanto que muchos periodistas no saben por donde cogerlo. El debate por tanto ha sido establecido en los medios generalistas, llamados por algunos ciudadanos los medios de desiformación, en torno a la idea de que de producirse un fallo de la investidura en contra del PSOE, la situación de ingobernancia sería tan grave como la caída de una bomba sobre la comunidad. Para quitar los miedos frente a ese aspecto, decir que existen las normas y procedimientos para que no suceda nada grave, más allá de la perdida de tiempo para las cuestiones realmente políticas – que no partidistas- que realmente afectan a la ciudadanía, ya que de tener que repetirse las elecciones no nos estaríamos metiendo en mar abierto, sino que esto continuaría dentro del marco de la democracia española.

Dicho esto, repasemos las estrategias establecidas por los principales partidos políticos que mayor porcentaje de votos consiguieron y, por lo tanto, tienen mayor posibilidad política dentro del parlamento andaluz. El PSOE por un lado, continúa manteniendo una posición moderada dentro de la lógica que, podríamos decir, responde a una perspectiva algo anticuada: en España hay partidos de estado con la obligación moral de evitar situaciones de inestabilidad política -sean estas graves o no, puedan resultar positivas o no. Y estos, dotados de esta superioridad moral, son capaces de decifrar los puntos clave de una democracia. Así, el partido de Susana Díaz, mantiene que la inestabilidad provocada porque se produjeran nueva mente elecciones autonómicas, es tan grave que puede justificar un pacto con el PP, incluso si así está faltando a aquellos que la votaron al pensar que, al menos en Andalucía -y gracias en parte muy importante, a la personalidad política de la lideresa-, el PP y el PSOE no tenían mucho que ver. Para el Partido Popular, por su parte, esto es fácil: ellos apuestan siempre por el camino fácil o lo que es lo mismo, disfrutar del poder allá donde lo tengan. Por lo tanto, las urnas son un peligro del todo evitable, aunque ahora jueguen a mantener un silencio aterrador.

Por otro lado, como no podía ser de otra manera, los rezagados del cambio político interno que se está produciendo en España, apuntan su crítica hacia Podemos desde una perspectiva un tanto personal: vinieron de nuevos pareciendo que iban a comerse el mundo y lo único que van a hacer es ser el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Ya, ¿y las cuestiones políticas? Cuando el PP habló sobre la posibilidad de implantar la famosa ley de la lista más votada, Susana Díaz terminó pronunciándose a favor de una democracia que no es un partido de fútbol, en la que tener X votos no te hace ganar y así tener el poder de gobernar por ley, saltándote principios democráticos. Pero esto no era algo tan de izquierdas, porque resulta que la ley de la lista más votada es un disparate, pero más o menos insinuar que los partidos que han perdido -volviéndo otra vez al símil del partido de fútbol- deben mantenerse a un lado sin ni representar a sus votantes, ni hablar demasiado, facilitando el camino al partido más votado en su legislatura, como la ética adecuada para formar gobierno. Así que según esto, no nos comemos la democracia entera, solo la voluntad política de los que no hayan obtenido los datos que les daría llegar al gobierno.

Y aquí es donde empieza lo divertido, porque si gran parte de la población ya quiere que los partidos a los que voten empiecen a demostrar que se merecieron el voto desde el minuto uno, ganen, pierdan o se queden a medias, Podemos ha mantenido su coherencia poniendo en jaque de nuevo a los principales partidos de gobierno. Esto, además, que ha pasado desapercibido con la Semana Santa y la falta de noticias sobre política, es muy interesante de analizar: hasta el momento los dos partidos con intenciones de gobierno visibles -más que por los resultados, hablo de sus campañas-, después de los resultados de las elecciones parecían embriagarse con una responsabilidad que les obligaba a dejar de lado su voluntad política, de tal manera que el votante (y su voto) se veía trasladado a una segunda línea de importancia, y lo primero pasaba a ser –wow, me cuesta decirlo- la situación de la comunidad, el país, localidad… esto es LA POLÍTICA. Tal vez siempre que ha pasado esto, haya sido el momento en el cual los políticos españoles han demostrado más comprensión de la palabra «responsabilidad» que en cualquier otro momento de la legislatura. Tanta responsabilidad que se les olvida que llegan ahí para defender lo que se han comprometido hacer y no todo lo contrario incluso, con tal de no desestabilizar a nadie o perder su sillón. Por que al final, un parlamento «inestable» es el reflejo de una sociedad en cambio, que necesita precisamente unas instituciones democráticas que reflejen el momento en el cual se encuentra esa sociedad, no reprimir el cambio por el miedo de unos políticos a actualizar su manera de pensar, vivir y trabajar. Y con esta idea juegan precisamente las campañas de Ciudadanos y Podemos, con la renovación y la política prágmatica con capacidad de provocar cambios, eso sí, el cómo les saldrá al final continua siendo una pregunta para los más curiosos…

¿Conclusión? No sé, ¿vas a un concierto de Metallica para que toquen canciones de Taylor Swift? ¿O a uno de Edurne para que cante como si fuera de System of a Down? No. Pues tampoco se vota para que los resultados electorales provoquen esquizofrenia temporal programada. Pero de todos modos, al final este es un debate que será del todo absurdo cuando el PP y otros terminen apoyando la investidura de Susana Díaz, de una manera u otra. También fue impensable durante cierto tiempo que PP y PSOE se apoyaran en el Parlamento Europeo, también Schulz dijo todo lo que pudo que no pactaría con el PP; pero al final, todo se aclaró como el agua. Y el principio es siempre, más o menos, el mismo: evitar las urnas -y/o debates-; si es necesario, merendarse la voluntad política, porque después tienes cuatro años y es muy dificil que recuerden qué hiciste justo al empezar. Pactar, porque los Partidos de Estado siempre tienen que pactar. Y recordad, hay pactos que se firman y pactos de los que no tendremos constancia jamás.