Es un hartazgo el machaqueo de la gobernabilidad de Andalucía. Es un hastío escuchar la radio y la televisión, ojear los periódicos. Es realmente nauseabundo contemplar cómo se presiona para tratar de dirigir la política desde los medios, al servicio del poder establecido.

Apelan a la gobernabilidad, al sentido común, a la responsabilidad. No es conveniente la repetición de las elecciones, afirman. Algunos no pensaban de la misma manera cuando se produjo “el tamayazo”. Los mismos que hoy opinan lo contrario. Su objetivo: culpabilizar a los partidos nuevos y arrastrarlos a las políticas de toda la vida, las políticas de acuerdos entre las paredes de un despacho, del reparto de cargos, de dádivas y demás. Pero a determinados partidos, precisamente los que más están obstaculizando que se repitan las formas del pasado, se les ha votado para que se deje de ejercitar esa manera de conducir los destinos de una región, de un municipio o de un país. Y tienen que seguir distinguiéndose en eso. De otro modo están perdidos ellos, y estamos perdidos todos. No es que hayan desaparecido los conceptos de izquierda y derecha, como algunos quieren creer, porque tales conceptos son inherentes a un pensamiento, a una filosofía, a unas ideas. Pero ha llegado un momento en que hay que dejar ese equipaje, hay que llegar a unos puntos básicos en los que una inmensa mayoría esté de acuerdo, como son regenerar la democracia de este país, arremeter seriamente contra la corrupción, devolverle a las personas la dignidad que le han arrebatado con la pérdida del empleo, de la vivienda y de la sanidad. Y si, para ello, hay que repetir las elecciones, que se repitan. ¡La conveniencia o no de que vuelvan a celebrarse elecciones también la decidimos los ciudadanos! ¿Por qué no se preocupan de recuperar el dineral que se les prestó a los bancos?