Estoy llegando a pensar que en esta sociedad de abundancia tan mal distribuida, si no nos decidimos de una vez por todas por una solución que garantice la existencia material de todos los individuos, todo continuará perpetuando unas políticas de parches y mas parches, de reformas interminables, de una perenne lucha por hacer valer unos derechos sobre otros.

Unas políticas de suma cero (lo que unos ganan, otros pierden), de una sociedad pendiente y en vilo acerca de las decisiones de unos pocos (políticos y empresarios), cuyos intereses distan mucho de la ciudadanía, ya que en su actividad sólo ven sus posibles beneficios individuales frente al de todos los demás. De unas luchas intestinas de colectivos que pretenden empoderar sus derechos por encima de los otros para conseguir sus privilegios dinerarios o regulatorios.

Este artero y manipulador juego de suma cero seguirá perpetuándose por tiempo indefinido, mientras la sociedad no tome conciencia de que dicho juego no es más que una lucha fratricida propiciada por el mismo sistema establecido, que al fin y al cabo ejerce de ‘arbitro’ de tales luchas de derechos, y decide a quién beneficia y a quién perjudica.

Como se suele decir en estos casos, «a río revuelto, ganancia de pescadores». Es decir, que siempre será quien detente ese arbitrio quien mejor aprovechará su condición dominante para un mayor control y continuar otorgándose los mas suculentos privilegios.

Tal como señalaba al principio, tomar conciencia de esto es escalar nuestra visión a un orden por encima de estos juegos, y más allá de esas luchas de derechos y ese privilegiado arbitrio, poder exigir la única medida que revolucionará realmente el sistema, y tener una existencia material garantizada: La renta básica universal e incondicionada.

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