Creer es el sustento básico de la existencia para muchas personas. Funciona como eje vital, hace movernos en torno a una idea definida. Ya sea una religión, una determinada espiritualidad o sencillamente un apego a algo concreto, creemos en que las cosas se basan de determinada manera u otra, acoplamos nuestra visión de mundo en torno a esta noción y de allí partimos a lo desconocido.
Ahora bien, lo desconocido, en esta época, está lleno de información y estímulos sensibles. Lo que hace que tanto la fe y la creencia se sostengan, así como el escepticismo y la desconfianza se alcen. Esto, debido a que poseemos múltiples herramientas tecnológicas, sociales y culturales, para conocer , describir y analizar el mundo en el cual vivimos. Mediante una sencilla búsqueda en Internet podemos catalogar las distintas creencias, religiones o doctrinas que hay alrededor del mundo.
Aquí el creyente se puede cuestionar acerca de su religión o afianzarse a la misma debido a su arraigo sociocultural o por convicciones propias. El escéptico puede optar por alguna vía de conocimiento, sabiduría o camino, de igual manera, puede seguir poniendo en duda cualquier conocimiento que reciba. La cuestión es que disponemos de tantas ramas de creencias, cuestiones metafísicas, no-lugares inventados para mantener nuestro deseo y anhelo, que ya no se puede hablar de una única visión, totalizante y esperanzadora que nos revelará la verdad acerca de las cosas.
Está claro que una cosa es la creencia y otra muy diferente el conocimiento fundamentado de las cosas. La persona que cree, ya sea en el big bang o en la resurrección de cristo, sustenta su creencia en su propia visión de mundo, sus ideales y su pasado histórico. Que de aquí a unos años un arqueólogo descubra la real existencia de Jesús o que la ciencia desmienta la teoría más avalada sobre la creación del universo es otra cosa.
La creencia mueve al mundo, más no lo sustenta. Sin las religiones fundamentales que han formado a la humanidad hoy en día no seríamos nada como sociedad o como personas. La creencia y el apego a un ente de cualquier índole es lo que le da sentido a las acciones cotidianas, al futuro y a las nociones más básicas sobre el deambular por la tierra. Sin embargo, no es sustento de nada concreto, no hace autopistas, aviones o cosecha alimentos. Es el ser humano quien le da el sustento al mundo, quien le da comida al otro o ayuda al que lo necesita.
Ya sea porque se crea o no en cierta visión de mundo, el ser humano camina día a día construyendo un mundo real y concreto, aparentemente fuera de lo que cree o de lo que se cuestiona. ¿Qué tipo de mundo se está construyendo hoy en día? ¿Cómo afectan las visiones personales las decisiones concretas sobre nuestra existencia en la tierra? ¿Habrá alguna visión única sobre las creencias y la existencia?
Sin duda, son preguntas para planteárselas a lo largo de los días, todos los días, pues son cuestiones inagotables e inabarcables en su totalidad. No obstante, la aseveración que sí se puede realizar es que el ser humano podría conciliar sus creencias, fe y sabiduría interna, con la acción real y concreta en el mundo. Sin importar que la otra persona crea en un dios distinto o en una práctica extravagante, podríamos mirar a ese otro que nos ofrece comida, nos ayuda, informa, etc., como sustento de la vida misma, sin tener que recurrir a preceptos de sabiduría ancestral o a mandamientos y leyes promulgadas.