Una victoria sonada para España en el mundial de bádminton por parte de la joven Carolina Marín, pero aquí nadie sabe qué es ese juego extraño. No es fútbol, no es baloncesto, y ello hacer cuestionarnos si el uso del deporte tiene algún fin político, económico cuanto menos. Los medios de masas apuestan por la rentabilidad.

El deporte como forma de vida es algo más que saludable; es algo noble y enriquecedor. Desde hace décadas la educación física se eleva al rango de asignatura obligatoria en la escuela, y la media de jóvenes que realizan actividades extraescolares aumenta conforme unos padres que miran tanto por el bien de sus hijos como por el suyo ganando unas horas de tiempo libre sin hijos. Pero el deporte no es sólo una forma de vida. Es uno de los espectáculos más lucrativos del mundo.

La manifiesta desigualdad en la Liga española de fútbol es un fenómeno que irá creciendo con los años, según unos equipos actúen como multinacionales mientras otros se mantengan en el mercado nacional

El fútbol, entretenimiento nacional por excelencia, es un mercado de muy rica explotación. Sin embargo una primera tendencia se observa en la Liga, y es que cada vez es más palpable la brecha existente entre los clubes cuyos actos se restringen al ámbito local o nacional y los que actúan en un mercado global. El FC Barcelona o el Real Madrid son buenos exponentes de ello; el año 2008 percibieron el 41´04% del total de los ingresos del conjunto de equipos de primera división. La desigualdad en los números se traduce en desigualdad a la hora de fichar o realizar publicidad, y conforme pasan los años la brecha se va abriendo.

Pero es fútbol, y suponiendo más del 1% del PIB, se puede perdonar mientras haya espectáculo. Igual que se pueden perdonar las millonarias deudas de los clubes de primera mientras otros clubes, menos interesantes para el lucro, se ven inmersos en una deuda de muy difícil salida. La especulación sobre los ingresos televisivos acaba pasando factura para unos, parece.

El negocio del fútbol se superpone muchas veces al deporte en sí, creador de en torno a un 1´5% del PIB nacional

Sin embargo no sólo es el interés económico lo que favorece al fútbol como deporte estrella ante una colosal audiencia. También el reflejo de los intereses político se trasluce en determinados partidos, como la pasada final de la Copa del Rey, celebrada en Barcelona entre el FC Barcelona y el Athletic Bilbao, en cuya presencia del himno sonó como respuesta una masiva pitada por parte de las aficiones de ambos equipos. Una dura respuesta por parte del Comité Antiviolencia es el reflejo de un Gobierno que se niega a ver la realidad de una sociedad fragmentada por el malestar social y que ve en el refuerzo de la identidad una salida a la corrupción y la degeneración de un sistema que se niega a caminar hacia adelante.

Y mientras la reina del baile que es el fútbol masculino se apropia de todo tipo de privilegios televisivos, unas espléndidas Carolina Marín y Mireia Belmonte resultan figuras doradas en los ámbitos del bádminton y la natación, y la afición de los equipos femeninos de fútbol queda restringida a familiares, cercanos y alguna reducida afición, restos de unos medios que miran por las treinta monedas de plata, vendiendo así los valores principales del deporte, la tolerancia, la competitividad en igualdad de condiciones y el culto a la forma física.