Lleva ya algunas horas circulando en las redes sociales el resultado del último estudio de la OECD. Según el susodicho documento, ha habido una inversión de tendencia en lo que normalmente se piensa: sorprendentemente para muchos padres, la tecnología no ayuda en el rendimiento escolar de los estudiantes.
Me gustaría buscar datos evidentes que confirmen tal descubrimiento, pero no lo haré. También me gustaría proporcionar una argumentación de bases solidas, en las que queden bien claros y de forma esquemática las opiniones a favor y en contra, pronunciadas por los profesores más ilustres del momento. Pero tampoco lo haré.
Sólo diré lo que me acaba de pasar hace pocos instantes. Buscaba insipiración para escribir y de repente miro el reloj y ha pasado una hora. ¿Una hora? ¿Y qué se me ha ocurrido? Nada. ¿Y que he hecho? Nada. ¿Y eso? El móvil. Y un amigo llamándome por skype. Y el facebook, es que iba a cargar un video y ha tardado rato. Y luego el gran descubrimiento: no soy capaz de concentrarme.
Es un microcuento de una microexperiencia de vita cotidiana sin algún aparente interés. Pero nos pasa a todos. Y me he convencido, una vez más.
Yo no creo que lo digital sea necesariamente educativo. El Proyecto Escuela 2.0 promocionado en España bajo el gobierno Zapatero de la misma forma que en muchos otros países europeos, no acaba de convencer por su fracaso desde el punto de vista logístico, in primis, (la mayoría de las estructúras educativas no posee ordenadores o instrumentos adecuados) y por los enormes efectos indirectos que la mayor presencia de la tecnología en la vida de un jóven llega a provocar.
Lo de los efectos indirectos de la tecnología enl a educación es casi como una leyenda metropolitana, de las que no se sabes si es mejor creertelas o no, total, tampoco se habla mucho de eso. Como los efectos cancerígenos del wifi, la inundación de Venecia, los beneficios de la felicidad en la salud humana. Pero los hay y la “enseñanza tecnológica” suele ser eficaz sólo si se utiliza la innovación de forma prudente y equilibrada. Una masificación de aparatos digitales especialmente en la escuela primaria, no es más que un tipo de educación digital que se suma a la que ya reciben todos los niños del segundo milenio en su propia casa, en las que nunca faltan smartphones, ordenadores, tablets.
Los niños (¡y los jóvenes!) somos esponjas. Si yo, niña, substituyo mis libros de primaria con una tablet, no aprenderé lo que es un libro de verdad. No crezco apreciando el placer de girar una página, o de saber cuánto me falta para acabar. Desconoceré el olor del papel recién imprido, que es precioso. En la vida puede que sea un gran lector o un pintor, pero tendré muchas menos posibilidades de descubrirlo porque no me habrán transimitido los pequeños placeres y la paciencia que se asumen al leer cuentos, historias, al dibujar en una hoja vieja garabatos y luego casas y luego aviones ¡y luego colgarlos en el frigo! No, claro que no, lo tendré todo guardado en una carpeta de iCloud. Y olvidaré que está allí.
Si yo, adolescente, me acostumbro a estudiar con los ojos pegados a la ventana más grande del mundo, que es internet, nunca aprenderé a concentrarme de verdad. Será más dificil aprender a ser meticulosa, precisa y sobretodo a formular pensamientos y opiniones propias, diferentes a los estreotípos de la web. A leer textos largos, complicados, hasta el final, y no quedarme con los tuits. A razonar, la gran actividad desconocida. ¿Qué clase de humanidad seremos cuando preguntaremos todo a Google o a Yahoo y no a nuestro cerebro?
Pero sobretodo, lo peor será que no desarrollaré mi fantasía. Mi capacidad de crear, de inventar. Es un efecto indirecto muy facil de comprobar, con los niños de hoy. Si desde niña jugaré con mundos virtuales perfectamente construidos, si vestiré muñecas digitales, si mis padres me pondrán pelis cada dos por tres, si paso horas viendo vídeos en youtube.. No sabré jugar con construcciones, coches, muñecas, no inventaré mundos imaginarios, no construiré casas bajo la mesa con mis amigotes ni sabré qué responder cuando en el colegio tu, profesor, me pedirás escribir un cuento o una historia sobre mi infancia. Ayer pedí a mi alumna adolescente que escribiese en inglés cuál era su juego favorito de niña. Me respondió, un poco avergonzada, que sinceramente, no tenía ni idea, pero que podíamos buscar algo en internet.
Queridos profesores y padres, no olvideís que el verdadero desafío de la educación 2.0 es éste. Enseñar a ser personas competentes con el mundo digital, y sobretodo, en la vida. Corremos el riesgo que una cosa (no) quite la otra.