La demanda no afecta por igual a todo el territorio español ya que las zonas geográficas son muy heterogéneas. En zonas como Madrid puede no haber producto o que este sea insuficiente, de tal manera que los demandantes de viviendas superan la oferta. En cambio, en otras regiones de la península las viviendas no están tan solicitadas disminuyendo de esta manera el precio de las mismas.
El diferencial tanto de stock como de precios también puede estar en una misma comunidad pues no es lo mismo si un comprador quiere ubicarse en un barrio u otro (comodidad, comunicación, vistas, precio…)
Parece ser que el precio de la vivienda ha tocado suelo aunque quedan coletazos, que estarán relacionados directamente con la posición geográfica que ocupe cada vivienda.
El 40% del stock de las viviendas es posible que no se venda. Actualmente a lo largo y ancho de toda la superficie nacional hay disponibles más de 1,6 millones de casas sin vender, en las que se cuentan tanto las viviendas nuevas, es decir, las que aún no han tenido propietario y las de segunda mano que, como mínimo no encontraran un comprador antes de 1,5 años y, en el peor de los casos, no tendrán propietario durante la próxima década.
Así por ejemplo, en las ciudades existen 669.000 viviendas vacías con unas ventas anuales de 149.000 unidades y se observa unas expectativas de 4,5 años para venderlas en su totalidad. Las provincias donde antes se liquidará son Asturias, Navarra, Madrid y Badajoz, que se espera vender en una media de 3 años. En cambio, la recuperación para 12 provincias será a partir de 6,5 años.
Las viviendas invendibles, es decir, las que dadas las características de la vivienda serán más difíciles de vender por su ubicación, poca demanda e incluso obsolescencia se deben principalmente a que en el mercado se ofertan viviendas más atractivas con núcleos de población y adaptadas al perfil del comprador.
La tendencia de crecimiento en este sector es positiva, aunque el crecimiento sigue siendo tímido. Hay dos grandes contrastes en cuanto a la progresión; la venta de vivienda usada baja porque los inversores que en su día compraron una casa sobrevalorada ahora no quieren perder el dinero depositado y no aceptan venderla por menos del dinero invertido y, en cambio, la facturación de viviendas nuevas sube siendo así buena señal que refleja el precio real.
¿Habremos aprendido? Vuelve el ladrillo.
Aunque la demanda sea insuficiente, se observan indicios claros de una leve recuperación del sector inmobiliario, pero animo a no cometer los mismos errores del paso ya que no era viable endeudarse adquiriendo una vivienda con una hipoteca desmesurada y cobrando sueldos no proporcionales a la misma y sin disponer de un contrato fijo. Antes de que estallara la burbuja, la población sostenía la filosofía que se debía tener una hipoteca siendo tan joven y con tan poca estabilidad.
Parece ser que se ha entendido un poco la situación y se ha modificado la filosofía de mantener una hipoteca. Este cambiado lo respaldan los datos ya que la población contrata el doble de alquiler de vivienda con respecto a antes de la crisis. Además, alquilar conlleva unas ventajas, como pueden ser la mejora de movilidad y la disponibilidad de emigrar a otras regiones y/o países en el caso que sea necesario, aunque es verdad que este cambio de mentalidad ha sido fruto del miedo.