Este febrero se me fue la cabeza y decidí irme a Perú sin billete de vuelta, concretamente a la capital, Lima. La idea era buscar algún trabajo, conocer un país diferente y sobre todo vivir una aventura. Fue muy loco, no tenía ni idea de cómo era la ciudad y solo conocía a una chico allí.
Lo primero que pensé al bajar del avión fue “oh dios, ¿dónde me he metido?” y es que si Lima destaca por algo es por ser una ciudad fea, muy fea. Las casas están sin acabar, las calles llenas de basura y vayas a donde vayas todo está lleno de polvo. Lo que se llama un país “en vías de desarrollo”.
Encontrar trabajo no fue difícil, eso sí, sin contrato, y es que yo ahí era un inmigrante ilegal. Al poco de llegar empecé como camarero (mesero como dicen por allí) en un restaurante de mala muerte, cobrando 100 soles a la semana (30€) por media jornada.
Allí ese salario es lo habitual, aunque no te da para absolutamente nada, vivía en un cuarto compartido donde probablemente había muerto gente, al menos podía comer en el restaurante. Mi desconocimiento absoluto de la ciudad me llevó a vivir a un barrio terrible, donde el primer mes me atracaron varias veces, incluso con una pistola, y es que un extranjero en Suramérica debe tener mucho cuidado con los barrios por los que camina.
El tiempo que no trabajaba me dedicaba a buscar otro trabajo mejor, con ayuda de una amiga que conocí por casualidad a la que le debo gran parte de las cosas buenas que me pasaron. Finalmente lo conseguí, en un restaurante lujoso del mejor distrito de la ciudad, Miraflores (en Lima hay 3 distritos buenos, algunos reguleros y los demás son terribles, y sí, yo vivía en uno de los de los terribles.
Pero no todo lo que reluce es oro y aunque en aquel restaurante cobraba bastante mejor, tenía que pasar allí de 11 a 11, y a esas 12 horas se le sumaban el viaje en “autobuses” (por llamarlos de algún modo) que duraba 2 más de ida y 2 más dos más de vuelta y resultaba completamente infernal.
Esas primeras semanas fueron sin duda las más duras, pero la cosa aún pudo ir a peor cuando un día, al llegar del trabajo, me encontré con que habían entrado en mi cuarto y me habían saqueado cualquier cosa de valor. Después de eso y con el asalto con pistola aún en la cabeza comprendí que o me mudaba a un distrito mejor o acabaría flotando en el río.
Con las pocas cosas que me quedaban y mis últimos cogí 20 soles un taxi a Miraflores, el distrito de los ricos. Allí había oído de una serie de hostels para extranjeros, me planté en uno llamado Kokopelli y les dije “hey, yo trabajo de coctelero en el bar y a cambio vivo gratis aquí, ¿qué os parece?”. Me sorprendió que la respuesta fuera sí, y es que resulta que en el mundillo de los hostels es muy común esta clase de “voluntariado”. Fue a partir de mudarme cuando mi estancia en la capital peruana empezó a mejorar.
En Kokopelli había fiesta de lunes a lunes, un ambiente increíble y gente de todas las esquinas del mundo. No te pagaban, pero ganabas bastante en propinas y lo mejor de todo, teníamos wifi y agua caliente. Por no decir el cambio que supuso cambiar mi barrio antiguo por uno limpio y seguro.
Mis últimos meses al otro lado del mundo fueron increíbles, llenos de aventuras, y esta vez sin peligro de muerte. Después decidí volver a España y acabar la universidad y, aun con todas las tragedias que viví recomiendo un viaje así a cualquiera que tenga un espíritu aventurero. Si estás planeando un viaje a Perú y en general a cualquier país sudamericano aquí tienes unos consejos.
-Estáis yendo a un continente peligroso, mucho cuidado con los sitios a los que vayáis y tened en cuenta que son países con mucha pobreza, y donde falta dinero sobra delincuencia.
–La policía no es muy “útil” que digamos, no cuentes con que te van a ayudar si tienes problemas.
-Si coges taxi que no sea solo, y nunca jamás estando borracho; los secuestros de este tipo están a la orden del día. Siempre que puedas buscar alguna empresa de “taxi seguro”.
–No lleves cosas de mucho valor, y si lo haces no las pasees demasiado.
-Si siendo un hombre es un continente peligroso siendo una mujer lo es muchísimo mas, es una realidad horrible que esperemos cambien con el tiempo.
–La cultura es muy diferente, tómate el tiempo de empaparte en ella.
–Nunca bebas agua del grifo, de verdad, no lo hagas.
-Hay 100.000 sitios maravillosos dentro y fuera de las guías, ¡explora!
-Vas a ver comidas muy raras (como cobayas), abrir vuestra mente porque hay cosas fantásticas, eso sí, ¡cuidado con el picante y con el estado de los alimentos!
Se puede ir con un itinerario bien pensado y la seguridad de un plan, o ir “a la aventura” como hice yo. Aunque este artículo no sea precisamente alentador no dejéis de ir a este maravilloso continente porque de verdad merece la pena, eso sí, hay que ir mentalizados de que se trata de un mundo diferente.