Tengo la amarga sensación de que el tiempo fluye, pero, al mismo tiempo, es algo estático. Advierto, con dolor y con tristeza, que apenas hemos avanzado desde aquellos años en los que tomé conciencia de lo que era la política, y de lo que significaba para las vidas de todos, de los seres humanos que poblamos este planeta. Un planeta que hemos convertido en una inmundicia, en cualquiera de sus más recónditos lugares.
Observo atónito cómo la palabra Democracia, se vacía de contenido en aquellos que otrora la defendían, y fueron perseguidos por ello. La actitud del señor González, después de estos últimos años, no me sorprende, sencillamente me repugna y me avergüenza. Y me avergüenza, porque yo, hubo un tiempo, en el que le voté y hoy me siento traicionado e idiota.
Es, sencillamente, vergonzoso lo que se ha hecho con la distribución de escaños del Congreso, aunque parezca una cuestión menor y haya quien piense que se trata de una pataleta, que hay otros asuntos por los que preocuparse… Por supuesto. Todos somos conscientes de ello. Pero no podemos conformarnos con lo que se ve justo delante de nosotros, existe un campo visual más profundo y más agudo. A veces, los temas importantes, se esconden tras las sutilezas. Y la sutileza es que ya se está demostrando el talante democrático de ciertos grupos, que es ninguno. Que ya se está haciendo visible que hay quien con la boca dice querer una regeneración de las instituciones, y con los hechos practica lo contrario. Debemos leer entre líneas, y comprender a aquellos que lo han leído ya, y a los que se tilda de niñatos, llorones o protestones.
Para poner un broche de oro, o de diamantes, cada dos por tres nos desayunamos con algún caso de corrupción, una corrupción que no es, como algunos pretenden hacer creer, cosa de cuatro mangantes que estaban en el lugar oportuno y en el momento preciso. Se trata de tramas perfectamente organizadas para financiar partidos políticos, asociaciones, fundaciones, lobbys, etc. Se trata, además, de nuestro dinero, el de todos. Y se trata de que, cada vez que uno de los representantes políticos se asoma a la tribuna pública de los medios de comunicación a excusarse, o a justificarse, la indignación es mayor, porque, entre otras cosas, nadie tiene la decencia de dimitir. O mejor, nadie tiene decencia. Punto.
Lo asombroso, lo absolutamente inexplicable, lo que realmente decepciona más, no es esta vida mafiosa que vemos día a día a nuestro alrededor. Eso casi lo tenemos asumido. Es un suma y sigue. Es un “otro más”. Es la punta del iceberg. Son todas estas, más las que ustedes puedan pensar y expresar. Lo más decepcionante, al menos para mí, es que continúen obteniendo la cantidad de votos que obtienen. Y mientras esto siga así, seremos sus rehenes.
Es necesario, vital, imprescindible, que Pedro Sánchez tenga el coraje suficiente para resistir las presiones de los indecentes de su partido y confluya con las fuerzas de la izquierda, si no queremos seguir la senda que hemos venido siguiendo hasta ahora: recortes económicos y sociales, sostenimiento de los privilegios de las élites, precariedad laboral, paro, desatención a las clases desfavorecidas, etc.