Puedes leer la primera parte aquí.
En junio de 1999, el gigante de 300 metros de eslora inició su viaje por el mar Negro en dirección a su primer óbice, el estrecho del Bósforo. Allí le esperaba la negativa de paso del gobierno turco. Ankara reconoció haber cedido a la “advertencia”, por parte de un tercer país (¿imaginan cuál?), de que el Varyag podía causar molestias a la navegación internacional si se permitía que cruzara el Bósforo. Tras un mes de infructuosa espera, la nave tuvo que ser remolcada de vuelta a Nikolayev. El bombardeo, ese mismo año, de la embajada china en Belgrado por Estados Unidos marcó un punto de inflexión para el sino del Varyag.
A partir de entonces, Pekín tomó la decisión de acelerar su programa de construcción de portaaviones y optó por implicarse abiertamente en el traslado del buque a territorio chino. Tras arduas y prolongadas negociaciones, Ankara permitió el tránsito de la nave a cambio de convertir a Turquía en destino turístico preferente para los chinos y de ventajas arancelarias en la exportación de sus productos al gigante asiático. En septiembre de 2001, atoado por 11 remolcadores, escoltado por 15 buques de la Marina turca y con un aval de 1000 millones de dólares del gobierno chino para cubrir posibles daños y perjuicios, el Varyag atravesaba el Bósforo y los Dardanelos. La odisea no había hecho más que empezar.
La ruta más corta para llegar a China pasaba, obviamente, por el Canal de Suez. Sin embargo, la negativa egipcia truncó el plan de navegación. Se desconoce si Egipto recibió presiones por parte de un “tercer país”, pero en cualquier caso El Cairo posee la prerrogativa de impedir el tránsito por el Canal de Suez a todo buque carente de propulsión. Como cabía esperar, Egipto no dio su brazo a torcer y la expedición tuvo que dirigirse al estrecho de Gibraltar. A su paso por las islas griegas, una tempestad deshizo las amarras que unían el Varyag a sus remolcadores, provocando que el buque navegara a la deriva durante 4 días con 7 tripulantes a bordo. China intercedió ante las autoridades griegas para que estas enviaran un helicóptero de rescate a la cubierta del portaaviones y se extrajera a los tripulantes. Finalmente, un remolcador pudo amarrar un cabo al buque y frenar su curso suicida hacia el litoral heleno.
Tras el incidente en el Mediterráneo, el periplo del Varyag se prolongó durante 4 meses más, el tiempo necesario para que el “ataúd flotante”, como Kruschev definía a los portaaviones, cruzara el estrecho de Gibraltar, bordeara las costas africanas hasta llegar al Índico, cruzara el estrecho de Malaca y arribara, en marzo de 2002, a la ciudad portuaria de Dalian, antigua Port Arthur en tiempos de la administración colonial zarista. A guisa de anécdota, los planos del Varyag, cargados en 8 camiones y enviados a China por barco, llegaron un año y medio antes que el futuro Liaoning.
Nueva vida, presente y futuro
En 2005 se iniciaron las obras de renovación del casco. El Varyag pasó a llamarse, inicialmente, portaaviones clase 001, todo un mensaje indicando que tras él vendrían otros. El 25 de septiembre de 2012, la Armada del EPL recibía el primer portaaviones de su historia, el Liaoning (CV-16), rebautizado según el nombre de la provincia en cuya capital, Dalian, se procedió a renovar el buque. Aunque se ha escrito mucho acerca de las intenciones de China respecto al uso que pretende darle al Liaoning, lo cierto es que no es más que un buque de formación y de ensayo, y no puede ser de otra manera.
Ello es así porque China, mediante su agente Xu Zenping, se comprometió ante Ucrania a no utilizarlo como unidad naval de combate. Ello también es así, sobre todo, porque los sueños de los aficionados al mundo castrense, especialmente los blogueros chinos, son simples ilusiones sin correspondencia con la realidad. La realidad de un casco con treinta años de historia, abandonado en el dique seco durante casi dos lustros, sin sistema de propulsión y que estuvo a punto de embarrancar en las costas griegas durante su traslado a China. ¿Cuál es, entonces, su utilidad práctica?
Septiembre de 2013. Tras un año de pruebas de mar previas a su entrega, el Liaoning partía del puerto de Qingdao, base de la Flota del Norte china, en dirección al mar de China Meridional. Bajo sus auspicios 20 buques de todas las categorías incluidos submarinos de ataque, constituyendo el primer grupo de combate de portaaviones de la historia del EPL.
Durante los 47 días del ejercicio naval, el Liaoning demostró por qué se le había concedido una segunda vida: para servir de buque de ensayo mientras China avanza en su programa nacional de construcción de portaaviones. El Liaoning cumple diversos propósitos, tales como proporcionar información vital a los ingenieros navales chinos, adquirir experiencia en la construcción de portaaviones gracias a su renovación, ensayar las técnicas de despegue y aterrizaje del escuadrón aéreo, formar tanto a la tripulación como a los pilotos del ala embarcada, organizar un primer grupo de batalla de portaaviones y ensayar la coordinación entre las distintas unidades que lo componen, amén de intimidar y disuadir a los vecinos de China en las distintas disputas territoriales en vigor en la región.
El Liaoning no es un fin en sí mismo, sino un precursor. A pesar de que aún no existe confirmación oficial, China prevé construir al menos entre 2-4 portaaviones más, de los cuales el primero ya estaría en construcción o lo estará en breve. Internet rebosa de páginas y blogs donde se especula acerca de si los futuros portaaviones chinos serán de propulsión nuclear o convencional, si utilizarán catapultas de vapor o si mantendrán la rampa ski-jump y, sobre todo, si su diseño se basará en el Liaoning o si China asombrará al mundo con un diseño propio y revolucionario que coloque a sus futuros portaaviones a la altura de los superportaaviones estadounidenses.
Antes de 2020 deberíamos ver los nuevos portaaviones en servicio o al menos en sus pruebas de mar. Probablemente, los dos primeros sean de propulsión convencional y se basen en el Liaoning. A pesar de que serán unidades plenamente operativas y podrían entrar en combate, no dejarán de formar parte de los ensayos que China deberá seguir realizando hasta poder, en un futuro, convertirse en una potencia que domine la construcción de portaaviones de propulsión nuclear y con catapultas de vapor, un campo dominado exclusivamente por Estados Unidos, con la honrosa excepción de Francia. Sea como fuere, el Liaoning, ex Varyag, orgullo de la extinta URSS y ahora de la República Popular China, continúa escribiendo las páginas de su propia historia.
Beijing, 11 de marzo de 2015
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