No soy creyente. Y deseo que se me respete, del mismo modo que yo respeto las creencias de los demás. Pero las creencias de los demás tienen el mismo límite que tienen las mías. Vivimos en un estado aconfesional, y como tal, ninguna institución debe favorecer mínimamente a una confesión religiosa, sea cual sea. Por ello, la Universidad Pública no tiene que albergar iglesias, ni capillas, ni ermitas, ni ningún tipo de templo. Y, si lo tuviere, debería tener los mismos para cualquiera de las otras confesiones, sería lo más justo: o todas, o ninguna.
Rita Maestre participó en una protesta, para que se retirasen los edificios religiosos de la Universidad, en el año 2011, y ahora se le somete a un juicio por haber proferido ciertas consignas y haber desnudado su torso en el interior del “recinto sagrado”. El fiscal pide un año de prisión. Un exceso, por muy ofendidos que puedan sentirse algunos. Puedo entender el sentimiento de ofensa de las personas que mantienen esas creencias, pero la pena me parece excesiva, máxime cuando se solicita el perdón a los ofendidos. ¿No se basa la religión cristiana en el perdón? Porque lo que realmente se me antoja es más una venganza, un ánimo de resentimiento y de rencor, justamente todo lo que la Biblia, su dogma de fe, denota como pecado.
No se personan, sin embargo, los abogados cristianos, en los innumerables casos de sbusos a menores por parte de la curia. ¿Qué hacen con sus enseñanzas, con su doctrina, con su fe y con su moral en esos casos? La Iglesia tapa, ha tapado, todos esos sucesos. Los ha encubierto. Otra acción que atenta contra su ley divina: el encubrimiento es pecado.
¿Qué pasa con la Iglesia, con sus miembros, con sus feligreses, con sus defensores, con sus representantes, que sólo aplican sus dogmas de fe cuando van en su favor y los olvidan cuando les son desfavorables?¿Qué clase de cristianismo es ese?¿Dónde han aparcado sus enseñanzas, sus principios?¿Dónde queda el “ama a tus enemigos”? La respuesta es fácil: o no son cristianos, o son unos farsantes. Sinceramente, creo que cristianos hay pocos, y farsantes muchos.
A la par de estos sucesos, se ha producido otro, también conflictivo con la religión católica. La parodia del “Padre Nuestro” que fue recitado en Barcelona. Creo firmemente en la libertad de expresión, y nada de lo que pueda componerse, interpretarse, escribirse, va a escandalizarme. La mente tiene que estar abierta a todo, pero, sinceramente, sobre este particular, considero que, más que esté o no fuera de lugar, más que la ofensa que pudieron sentir los creyentes, a los que, entiendo que se debe respetar, más que todo eso, me pareció innecesario. Se pueden desarrollar ideas, de otro modo, que no laceren la sensibilidad de ciertas personas.
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