Los contendientes estarán hoy velando las armas. Muchos, seguramente, consideran que se trata de un debate estéril, que ya todos conocemos las propuestas, los argumentos y, hasta las descalificaciones que van a pronunciarse. Existe una gran incultura política en nuestro país. De la otra también, dicho sea de paso. Y esa gran incultura, la política, en este caso, provoca todas esas frases de menosprecio o de desinterés. Pero, ya en la Grecia Antigua, Aristóteles dijo aquella frase de “el hombre es un animal político”, y esto no significa otra cosa, sino que nos diferenciamos del resto de las especies que pueblan la tierra, en que vivimos en sociedades organizadas políticamente. La política no forma parte de nuestra vida, es nuestra vida. Estamos absolutamente condicionados por ella, e intentar darle la espalda es como pegarse un tiro en un pie.
El debate de esta noche es importante porque, con no demasiada sagacidad, vamos a descubrir quién miente y quién no. Quién cree en lo que dice y quién está impostando una actitud o una idea. Vamos a apreciar claramente quién se justifica de actitudes anteriores y quién plantea soluciones. Los que debaten, se olvidan, a menudo, de que los ciudadanos necesitamos que nos presenten soluciones. Y que sean creíbles. Los candidatos suelen enzarzarse en asuntos que la ciudadanía ya conoce a través de los medios, y sobre los que ya, habitualmente, tiene un juicio formado.
He oído en más de una ocasión que Pedro Sánchez no ha podido llevar a cabo los acuerdos que hubiera deseado porque se lo han impedido desde el seno de su partido, la vieja guardia, los dinosaurios y sus acólitos (ver mi entrada “el desengaño socialista”). Podrá ser cierto o no, pero si es así, ello no lo disculpa. El que, siendo secretario general de un partido, deja que le impongan una línea de actuación, adolece de la misma, o incluso más, responsabilidad que aquellos que tratan de imponérsela. Por tanto, en mi opinión, no es un atenuante, sino un agravante.
¿De qué hablará Rivera? Su programa no se diferencia esencialmente del programa que presenta el Partido Popular. Por tanto tendremos que tragarnos la píldora de escuchar los problemas de los venezolanos, que viven a 7000 kilómetros de nosotros, o de los españoles que viven allí, como si estuviesen retenidos y no pudiesen volver si les diese la gana; y a los casos de corrupción de los dos partidos políticos que han ejercido la hegemonía política en España durante los últimos 35 años.
El Partido Popular, esta vez con Rajoy en el atril, si es que no la da un “yuyu” de última hora, habiendo tenido que trabajar (o hacer trabajar a otros) para preparar un debate en el que se jactará de haber sacado al país de una crisis, en la que nada tuvo que ver Lehman Brothers y la burbuja inmobiliaria, sino el presidente Zapatero, y donde ahora todos vivimos felices y comemos perdices. Pero, como también dijo Aristóteles, “los discursos inspiran menos confianza que las acciones”
Podemos tiene que decirle a la ciudadanía lo que la ciudadanía hace tiempo que desea escuchar y, ante todo, desea que se haga, y tiene que explicar que se cometerán errores, pero que las líneas generales de la política son las que siempre figuraron en su ideario: servir a la gente, recuperar las instituciones y la dignidad. Volviendo a Aristóteles: “No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”