La industria mundial del azúcar estuvo, durante muchos años, controlada por la Unión Europea, debido a los impuestos y las medidas legislativas que influían en su producción y exportación. Las tendencias hacia lo sano y lo natural, las denuncias de países como Australia, Tailandia y Brasil y el cambio de la remolacha por la caña de azúcar están permitiendo (y obligando) que se libere el independiente mercado europeo.
La primera etapa de esta liberación tiene prevista terminar en 2017, tras reducirse la producción de remolacha a la mitad en territorio europeo y rebajarse su precio mínimo garantizado, a cambio de compensaciones económicas a agricultores y empresas de la industria. Estos factores han influido en el coste del azúcar, que ha descendido respecto al año pasado y que Eurostat ha analizado recientemente.
Los precios entre los países europeos no varían demasiado, teniendo en cuenta el control que se realiza desde Bruselas. Así nos encontramos, por un lado, con Polonia, donde un kilo de azúcar blanco cuesta alrededor de 60 céntimos, y por otro lado, con Noruega, donde cuesta 2,18 €. En España, el kilo de azúcar tiene un precio medio de 90 céntimos.
Un sector dividido
Desde la reforma en 2006 que inició el proceso de liberación, el sector azucarero se ha visto gravemente afectado, además de por la crisis económica, por las regulaciones impuestas. Europa ya no controla el mercado mundial, cuyo líder actual es Brasil. ¿Por qué, entonces, se sigue adelante con estas medidas?
La Unión Europea, en su empeñada protección del mercado, fue acusada de realizar “dumping”: vender en el mercado internacional por debajo del coste de producción. En consecuencia, la Organización Mundial del Comercio condenó a la UE por sus prácticas, de ahí la confección de una reforma destinada a una apertura total.
La reforma, por una parte, ha convertido a Europa en uno de los principales importadores de azúcar, pero por otra, ha supuesto la pérdida de más de 10.000 puestos de trabajo. La principal causa es la introducción de la caña de azúcar en un cultivo dominado por la remolacha. Paralelamente, la industria de los alimentos preparados también depende enormemente de la azucarera, constituyendo un panorama con diferentes frentes afectados.
Las cuotas de producción impuestas a España y a los países del sur son más duras que las de otros países como Francia o Alemania. El Gobierno y las empresas españolas se esfuerzan por buscar soluciones que inciten a los agricultores a no abandonar sus cultivos, que han llegado a reducirse a la mitad en comunidades como Castilla y León.
Las empresas azucareras
En el continente, los mercados líderes son Alemania y Holanda, principales importadores junto a Reino Unido (en menor medida), y Francia, que controla un 33 % de las exportaciones europeas. Países como Luxemburgo, Estonia o Malta lideran el consumo de azúcar en Europa.
España mantiene un puesto importante en el sector, con la contribución de dos marcas de gran calado: Azucarera, propiedad de la británica British Sugar, y la cooperativa Acor, asociada con la francesa Teveos. A su vez, la gran mayoría de las empresas azucareras están representadas por la Asociación Europea de Productores de Azúcar (CEFS), que vela por los intereses de las compañías del sector.