ESPAÑA. Voy a confesar un secreto. Un secreto del cual no estoy orgullosa y que, siendo sincera, me avergüenza un poco. Nunca, nunca he ido a ver un musical. No se qué se siente al pisar un teatro o un auditorio y disfrutar de un espectáculo de dos horas que hace experimentar sensaciones de diversión, ilusión, magia, historias turbulentas o comunes, todo esto, protagonizado por la música, por una sinfonía que marca una banda sonora de una historia que hace vibrar a los espectadores y asistentes. No, nunca he visto en vivo y en directo a un Danny Zuko y a una Sandy Olsson cantar y bailar las míticas canciones de Grease, ni tampoco he conseguido emocionarme con Mamma mía, Los miserables o Moulin Rouge, ni saltar de alegría con Hoy no me puedo levantar o El Rey León.
En un contexto marcado por la crisis, los recortes y el sufrimiento de miles de españoles, la cultura, sin duda, es el arte que más está sufriendo los efectos de éste. El incremento del impuesto del IVA (de un 8% a un 21%) ha defraudado a todos aquellos amantes de espectáculos como el cine, el teatro o los conciertos. En esta época en la cual mucha gente sufre por llegar a fin de mes o por no acabar un mes más en números rojos, todos y cada uno de nosotros nos solemos desprender de estos espectáculos que no son vitales para nuestro día a día, pensando que podemos prescindir de ellos.
Desde el año 2012, la cultura ha experimentado una caída catastrófica. Tal y como desarrolló el Anuario 2012 de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), las representaciones de artes escénicas se redujeron en un 18,7%, con respecto al periodo de 2008, el número de espectadores en un 24,3% y la recaudación en un 13,24%. Y es que ya nadie puede escapar de estas terribles consecuencias y sino, que se lo digan al cine, líder indiscutible en el terreno cultural, que tiene que tirar de ofertas y descuentos para seguir atrayendo a la clientela.
¿Y los musicales? Suena repetitivo, todo está muy mal, pero no paran de salir estrenos y estrenos, relanzamientos y vueltas de musicales a los teatros más taquilleros del país. Seguro que cualquiera de nosotros que pueda dar un paseo por la Gran Vía de Madrid se encontrará, al menos, con cuatro o cinco musicales distintos. ¿Por qué hay tantos? ¿Qué es lo que tienen que consiguen que cientos de personas decidan adquirir una entrada para disfrutir de una historia repleta de música? Posiblemente, sea la combinación de la música con un relato que da vida a una serie de personajes peculiares y distintos entre sí que hacen al espectador sentirse identificado con sus vivencias y sentimientos. Música nueva y actual que hagan hacernos disfrutar de un concierto particular o música de siempre, de toda la vida, que haga traer a nuestra cabeza recuerdos de la infancia.
Particularmente, Hoy no me puedo levantar y El Rey León han supuesto un antes y un después. El primero, es considerado un punto de inflexión, arrastrando a sus espaldas seis años de representaciones, seis años narrando y cantando la vida de Mecano. El segundo, porque es un musical que no deja indiferente a nadie, gusta a los pequeños y a los más grandes, colocándose como el musical con mayor preventa en Europa.
De todos los tipos y para todas las edades. Los musicales nunca pasarán de moda… Marta tiene un marcapasos, El libro de la selva, El gato con botas, El Mago de Oz… ¿me invitas a ir a uno?