ESPAÑA. Aprovechando las compras navideñas he tenido la oportunidad de recorrer un buen número de tiendas y centros comerciales. En una zapatería me llamó la atención un frasco metálico donde se leía con claridad la palabra “NANO”. Se trataba de un espray con una sustancia impermeabilizante para botas y zapatos. Un producto basado en nanotecnología según rezaba la etiqueta informativa. En la sección de cosméticos de otros grandes almacenes se vendían esmaltes para las uñas que adoptan texturas diferentes gracias a un pequeño imán. Estos pintauñas contienen nanopartículas de hierro, responsables de los cambios observados en el fluido en presencia de los campos magnéticos. En la sección de electrodomésticos, algunas pantallas planas de televisión indican que se mejoran los colores de los pixeles mediante el uso de nanopartículas. En fin, la relación de productos en los que nos vamos encontrando con la nanotecnología, además de su uso evidente en las memorias y procesadores de nuestros teléfonos móviles y ordenadores, no hace más que crecer.
La nanotecnología representa el dominio a escala atómica y molecular de la materia, y promete infinidad de nuevos materiales y dispositivos, gracias a sus sorprendentes propiedades cuando se presenta en formato nanométrico. La nanotecnología es multidisciplinar, creciendo con las aportaciones de todas las disciplinas científicas y, a su vez, es multi-aplicación, pues tiene impacto en todos los sectores económicos. Esta capacidad de generar novedades en muchos sectores ha servido de acicate para su impulso tanto por gobiernos como por empresas y explica su enorme crecimiento hasta convertirse en una de las líneas clave de la investigación (tanto fundamental como aplicada) de las grandes potencias económicas. Como ocurre con cualquier tecnología su implantación no está libre de controversia ya que existen algunos aspectos que están generando acaloradas polémicas, como la posible toxicidad de algunos nanoproductos, la existencia de riesgos laborales en fábricas donde se emplean nanomateriales o la generación de nuevas armas y sistemas de control de la población.
En los países más desarrollados se apuesta por el diálogo entre los diversos actores (administración pública, empresas, organizaciones no gubernamentales) para lograr que la implantación de la nanotecnología sea consensuada. De esta forma se están aprobando normativas sectoriales que intentan regular la llegada de la nanotecnología a las fábricas y supermercados. Como ejemplo se puede mencionar la normativa sobre etiquetado de “nanoalimentos” recientemente publicada en la Unión Europea. Sin embargo es evidente que para que exista el diálogo entre las partes, estas deben estar informadas, lo que no es tan evidente que esté ocurriendo pues un porcentaje inferior al 15% de la población europea tiene arraigados ciertos conceptos clave sobre la nanotecnología, pero el resto de la población realmente no sabe en qué consiste, ni cuáles son sus aplicaciones ni sus implicaciones. La situación es, como suele ocurrir en estos casos, algo peor en España, donde “no sé, no contesto” es la respuesta mayoritaria.
Para corregir esta situación, muchos países han puesto en marcha planes para que la nanotecnología esté presente en las aulas, formando profesores y modificando programas educativos, e incentivando su divulgación a través de diferentes canales, en especial los museos de la ciencia. Países como EE.UU., Taiwán, Alemania o Japón llevan más de diez años poniendo en práctica iniciativas fomentadas desde la esfera gubernamental. Por el contrario, otros países, entre los que España está incluida, no han seguido esta senda. El resultado será evidente, las poblaciones de estos países seguirán desconectadas de los últimos avances en nanotecnología y las nuevas generaciones de consumidores y contribuyentes no tendrán elementos con los que poder establecer ese diálogo entre las partes. La solución pasa por fomentar la divulgación de la nanotecnología con una visión estratégica, impulsando iniciativas como las que la Red Iberoamericana NANODYF ha planteado en los últimos años, aprovechando la capacidad del profesorado para difundir contenidos de ciencia moderna a las generaciones futuras. Sin embargo poner en marcha estas iniciativas requiere una visión de país y de futuro que parece estar lejos de la visión de nuestros dirigentes, pues seguramente muchos de ellos sean de los que responden “no sé, no contesto” cuando les preguntan sobre nanotecnología.