MADRID, ESPAÑA. Intrusismo sumado a las cifras de ventas que año tras año menguan en el sector editorial, dan como resultado  la polémica anual generada  en torno a la Feria del Libro de Madrid.

Este año, la protagonista es la reyerta unilateral entre periodistas o comunicadores públicos contra  escritores consagrados, léase María Teresa Campos y Mercedes Milá contra Almudena Grandes, a propósito del  artículo “Elogio a la Literatura” publicado por esta última en El País el 2 de junio de 2013, dando pie a la cuestión ¿todo el mundo tiene derecho a escribir?

Simplificar las palabras de Almudena Grandes, es un claro ejemplo del  manoseo y  falta de seriedad  que copa el mundo de la comunicación de este país. Demagogia al poder, el criterio ha muerto. Tratar de clasista a Almudena Grandes es un claro error de conocimiento y de entendimiento de su escritura, hablar de una cuestión meramente económica, torna a  maldad. Porque para comprender  sus palabras quizá tendríamos que buscar, simplemente en un diccionario, la palabra literatura a la que se refiere en su vilipendiado texto, pues hablar de no poner puertas al campo debería hacernos pensar  si en el todo vale del momento que nos ha tocado vivir, se está diluyendo la sustancia que conforma el porqué de las cosas.

La literatura, ha sido durante siglos el vehículo transmisor de conocimiento, en el sentido amplio de la palabra, y su estudio homologado se consigue con la obtención del Grado en Lengua y Literatura, en este caso española (anteriormente Filología Hispánica), observación que es para ti María Teresa, que desconoces la titulación que forma académicamente  en literatura.

Pero erudición aparte, pongamos el ejemplo de un chaval de ocho años que comienza a leer de forma autónoma, cuyos referentes literarios esté llenos de lenguaje coloquial e incluso faltas de ortografía (ahora se ha puesto de moda aquello de “autopublicarse”, sin correctores que medien entre la RAE, los autores y el chaval de 8 años), ¿qué acceso al nivel culto de la palabra le estamos proporcionando?,  ¿qué transmisión cultural ofrecemos si los libros se convierten en una prolongación del escaparate de miserias en que se ha convertido la televisión? No olvidemos que la lengua es nuestro principal medio de comunicación, y que controlar la variedad estándar de una lengua  es una herramienta fundamental a la hora de evolucionar personal y profesionalmente

Quizá, la propia Mercedes Milá nos da una pista refiriéndose  a su libro como un pseudolibro. Pseudolibro, pseudoarte, pseudocultura, ¿pseudopersonas?

Queda en nuestra conciencia dejarnos adocenar  y convertirnos en pseudociudadanos, tirando por la borda el trabajo de los que lucharon por el acceso a la cultura de las clases medias y bajas del mundo. Porque es mucho más fácil manejar a la multitud si sus miras no se elevan a dos palmos del televisor, si no se plantean la existencia de Dios, del poder, del ser mismo, de una existencia plena que poco a poco vuelve a ser propiedad de los que la pueden pagar.

La literatura nos sumerge en otros mundos, en otras mentes, nos envuelve de sensaciones, nos cultiva, nos alimenta, nos empapa de libertad. Sin embargo hay libros que atan a la facilidad de lo que la televisión da mascado. Quizá sean libros, pero no literatura, eso, en mi opinión, es a lo que Almudena se refería.