GLOBAL. La tercera revolución de la era moderna, la llamada revolución digital, está obligando a los medios de comunicación tradicionales a adaptarse al nuevo entorno o perecer en el intento. La máxima es clara: si el mundo cambia hay que renovarse. Pero esta regeneración no puede permitirse si significa la violación de la propia esencia del periodismo, como está ocurriendo en la actualidad.
Edwy Plenel, fundador del periódico online de pago ‘Mediapart’, cuando habla sobre el periodismo independiente del SXXI , destaca los pilares básicos con los que puede hacer frente a la batalla del sector: la identidad, el valor de la información y la utilidad social como misión.
Respetando esto, se mantiene el compromiso tácito entre el medio de comunicación, que debe cumplir una serie de expectativas, y un público cada vez más exigente en sus demandas y menos fiel a una sola cabecera.
La identidad del periodismo remite a una legitimidad superior, la democracia. La gente tiene derecho a saber la verdad, a acercarse a los hechos que le afectan sin ser engañados o manipulados. El incumplimiento de esta premisa, convierte a los ciudadanos en seres autómatas, manejables y carentes de voluntad individual. Sin opinión pública no es posible un mundo libre.
La libertad aparece como un concepto muy difuso en el sector. Los grandes medios de comunicación abiertamente declarados “independientes” se constituyen como herramientas del sistema de poder establecido. Ofrecen una imagen distorsionada y emiten tan solo una parcela de la realidad, y no una visión completa de los acontecimientos.
Progresivamente se diluye la línea de separación existente entre el hecho de ‘comunicar’ y el de ‘informar’. Un periodista no es un comercial que elabora y difunde un mensaje servicial a su mejor postor, tampoco es aquel que trabaja a merced del político o partido de turno. El verdadero periodismo es todo lo contrario, pertenece al pueblo y sirve de intermediario entre este y el poder, centrándose en hechos que respondan al interés general y sirviendo de filtro informativo en un mundo dónde la censura es precisamente la sobreabundancia de mensajes superfluos y la poca transparencia.
Otro de los enemigos directos de la calidad y el valor de la información es la obligada inmediatez con la que tienen que trabajar los periodistas. La era digital permite el intercambio de datos al instante, que unido a la crisis del sector y la pérdida de derechos laborales y personales, fuerza a los profesionales a quedarse en la superficie de los sucesos. Algo grave cuando figuras tan importantes como el periodista de investigación o el corresponsal de guerra, se encuentran directamente afectadas por esta práctica.
La información que llega al público es masiva, lineal y superficial. Los empresarios calculan sus beneficios en términos de audiencia y números despersonalizados, mercantilizando la información y obviando que la mejor noticia no es la exclusiva, si no aquella que a largo plazo proporciona utilidad pública y crea debate social. Aquella que exige maduración y contraste.
Pero no todo son contrariedades, hay quién olvida que la población de la sociedad de la información está capacitada para poder otorgar credibilidad a un medio de comunicación si este es coherente y además, presenta informaciones útiles y de calidad. La respuesta será la confianza, que se traducirá con el tiempo a una mayor fidelidad entre el medio y su público.
Además, Internet se ha convertido en una gran ventana hacia el mundo exterior que consigue cambiar realidades como nunca imaginamos. Desde la red se puede hacer frente a la censura del pensamiento y a la manipulación mediática, ejemplos claros son las transiciones políticas del mundo árabe de los últimos años o el fenómeno Wikileaks, que abre debate sobre el derecho de acceso a la información de los ciudadanos.
El periodismo no está muerto sino renaciendo, la clave está en aprovechar las potencialidades que ofrece el nuevo paradigma informativo, un universo interconectado dónde se reducen los obstáculos de acceso y la voz popular se configura como un importante actor en el proceso comunicativo. El mundo se redefine constantemente, el periodismo también. Solo hay que cambiar la mentalidad derrotista para progresar, intentar renovarse sin perder los valores tradicionales que siempre han acompañado esta bella y dura profesión.