MADRID, ESPAÑA. Los e-cig o cigarrillos electrónicos  se han convertido en los protagonistas de numerosos titulares de prensa y son un tema de conversación común entre los ciudadanos de a pie. El asunto es candente y es que se trata de un sector que facturó más de 24,6 millones de euros en 2013 y sus consumidores se contabilizan ya entre 600 y 800 mil personas en España, según la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico (ANCE).

A pesar de que parezca un invento reciente por todo el boom de demanda generado en los últimos años, lleva más de una década en el mercado y es una industria que parece que aún no ha encontrado un espacio adecuado para fijar su producto.

Esto hace que unido a la desinformación que existe y el tono alarmista con el que tratan el tema algunos medios de comunicación se genere alrededor de estos dispositivos cierto aura de desconfianza entre los fumadores y su entorno, siendo un recurrente tema de debate social.

Por si fuera poco el mes pasado saltaba la noticia del primer caso de neumonía lipoide en España, diagnosticado por el uso de estos inhaladores electrónicos y registrado en un paciente que había ingresado por un problema de cadera en el Hospital Universitario de La Coruña. Esto  supondría el segundo caso relacionado con esta afección a nivel mundial, lo que para muchos no es algo representativo. El hombre, un exfumador de 50 años consumía lo equivalente a cinco cajetillas de tabaco diarias, lo que supone cinco recargas enteras de e-cig. Algunos médicos aluden a la alta concentración de glicerina vegetal en las cargas como causa principal de la patología pero algunos investigadores internacionales niegan esa relación.

La Asociación de Economía de la Salud (AES) ha emitido este mes un comunicado junto con el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y la Organización Médica Colegial de España’dónde se exige una regulación «idéntica» a la del tabaco.  Consideran insuficiente el contenido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios aprobada el pasado marzo que restringe el uso de los cigarrillos electrónicos en escuelas, centros sanitarios, edificios administrativos, transportes públicos y parques infantiles.

Por su parte ANCE  se desvincula totalmente del tabaco y asegura  que hay una guerra abierta contra el sector, por lo que opta por trabajar en una guía de autorregulación propia que asegure el cumplimiento de ciertos principios por parte de sus asociados y de esta manera garantizar la seguridad y el  sello de calidad de los productos.

Estos vaporizadores tienen como elemento principal el Propilenglicol o Aditivo E-1250 , una sustancia líquida incolora e insípida que regula la humedad de los cigarros y actúa como anticongelante en algunos productos alimenticios.

En el año 2009 la Agencia Americana del Medicamento (FDA) presentó el primer informe sobre los cigarrillos electrónicos que advertía de la presencia en algunas marcas de dietilenglicol, compuesto químico usado como anticongelante en los coches y pequeñas cantidades de nitrosamina, sustancia que puede encontrarse en el humo del tabaco, ciertos cosméticos o algunos productos como la cerveza y se asocia con la incidencia de cáncer en la población.  El documento que hizo público CNPT en diciembre sigue esta línea y afirma además que estos dispositivos no son eficaces para dejar de fumar.  Por su parte, AES defiende que los componentes que contienen son «aditivos seguros» y no conllevan ningún riesgo para la salud del consumidor.

LaOrganización Mundial de la Salud (OMS) si bien llama a la prudencia y desaconseja su consumo, no se ha atrevido a pronunciarse todavía respecto a la relación que tiene esta nueva forma de fumar con los efectos cancerígenos.

También es cierto que los cigarrillos electrónicos  a pesar de presentar dosis bastantes inferiores a las del tabaco no están exentos de nicotina, por lo que también pueden crear adicción.  Pero según un estudio de la Universidad de Londres-Este el cuerpo humano percibe un 54% menos de nicotina al consumir estos dispositivos que cuando fuma un cigarro normal.

Tampoco hay que olvidar que los ciudadanos españoles se sitúan en los primeros puestos de fumadores en relación con nuestros vecinos europeos por lo que el sector del cigarrillo electrónico, que ya genera unos 3.000 puestos de trabajo directos en nuestro país, sale en escena para competir contra la gigante industria del humo en España dónde se recauda más del 80% del valor de cada cajetilla en concepto de impuestos.

Los requisitos mínimos para la venta y consumo responsable de los e-cig descansarían en la regularización de la profesionalidad de algunos fabricantes y marcas para asegurar el sello de identidad que permita diferenciar la calidad de los diferentes productos.

También la prudencia a la hora de informar es importante para evitar alarmas sociales y los datos que no se ajustan a la realidad. Por último sería conveniente realizar estudios serios, determinantes, transparentes y exentos de intereses ajenos a otra prioridad que no sea la propia salud pública.